7 grandes lecciones para la década de los 30

Hace algunas semanas, Frank Spartan oyó a alguien decir que durante la década de los veinte años de edad creemos que sabemos cómo funcionan las cosas, durante la década de los treinta empezamos a darnos cuenta de que quizá eso no sea del todo cierto y durante la década de los cuarenta empezamos a darnos seria cuenta de que no tenemos ni pajolera idea de qué va todo este rollo de la vida. Pero, aun siendo así, aprendemos a tomarnos las cosas con un poco más de filosofía.

Y lo hacemos, entre otros motivos, porque no nos quedan más narices. Cuestión de supervivencia.

Esa idea, a pesar de su aparente simplicidad, tiene mucho de verdad. Es cuando menos curioso que cuanta más experiencia adquirimos, más evidente resulta que no tenemos todo tan bajo control como creíamos. Lo que antaño era blanco y negro se torna gris. Lo que era absoluto e innegociable se torna relativo y permisible. Lo que era una identidad nítida y predecible se torna una mentalidad caótica e impredecible. Y lo que eran planes realistas que yacían serenamente en la palma de nuestras manos se tornan sueños imposibles que han volado lejos de nosotros como halcones mal amaestrados.

Cuando miramos hacia atrás y nos preguntamos cómo demonios hemos llegado hasta donde estamos, resulta relativamente sencillo unir los puntos. Podemos apreciar cómo esto nos llevó a aquello y cómo aquello nos llevó a lo de más allá. Sin embargo, cuando miramos hacia delante e intentamos predecir dónde acabaremos, el ejercicio no resulta tan sencillo. Unir los puntos hacia delante es prácticamente imposible, porque los caminos son difusos y la trayectoria que acabamos dibujando en nuestro viaje no depende exclusivamente de nosotros, sino también de otros factores que escapan a nuestra capacidad de influencia.

Sin embargo, a pesar de esta innegable dificultad a la hora de unir los puntos hacia delante, no estamos totalmente indefensos ante los caprichos del azar. Ni mucho menos. Hay muchas cosas que podemos hacer. Y vamos a hablar de algunas de ellas.

Por ejemplo, hay una serie de grandes lecciones que pueden ahorrarnos muchos quebraderos de cabeza y darnos acceso a un gran abanico de posibilidades para acabar aterrizando en un buen lugar. Un lugar que nos haga sentir satisfechos y concluir que no lo hemos hecho mal del todo.

Pero antes de entrar en cuáles son esas grandes lecciones, hablemos un poco del cuándo

Para que estas grandes lecciones surtan el efecto deseado, es necesario adoptarlas con suficiente tiempo por delante. Si no es así, resulta poco probable que su aplicación tenga un impacto significativo en nuestras vidas.

¿Y cuál es ese cuándo? ¿Cuándo es el momento ideal?

El momento ideal, en opinión de Frank Spartan, es la década de los 30 años de edad. En otras palabras, si yo pudiera viajar en el tiempo con el Delorean de Regreso al Futuro, elegiría encontrarme con mi atractiva y carismática versión de 30 años, le agarraría de la pechera y le susurraría estas grandes lecciones al oído hasta que se le quedaran bien pegaditas al cerebro. Y quizá eso me evitaría muchas de las gilipolleces que hice en los años posteriores, o me inspiraría a hacer algunas de las cosas que no hice, pero que debí haber hecho.

Sí, también podría decir que el momento ideal es la década de los 20. Eso sería cojonudo, porque tendríamos aún más tiempo por delante para que todo esto surtiera efecto. Pero seamos realistas. A los 20 estamos haciendo un sinfín de majaderías, explorando, divirtiéndonos, metiendo la pata una y otra vez, enamorándonos y desenamorándonos, y viviendo el momento. Y así debe ser. En esa época, nuestra mente no suele estar preparada para interiorizar este tipo de cosas.

Lo que Frank Spartan sí tiene muy claro es que, en líneas generales, si llegamos a la década de los 40 sin haber interiorizado estas grandes lecciones u otras similares, es muy posible que el tren VIP para vivir una gran vida haya pasado de largo, y que el maquinista nos esté sacando el dedo corazón por la ventanilla con una sonrisa burlona.

Y es que cuando entramos en la década de los 40, nuestra personalidad, nuestros hábitos, nuestras creencias y nuestra visión de la vida están ya muy consolidados y resulta mucho más difícil adoptar otros nuevos. En esa etapa generalmente vemos la vida ya demasiado encarrilada como para plantearnos este tipo de cambios en serio. La cintura nos cruje cuando intentamos hacer movimientos a los que no estamos acostumbrados.

Y ésa es la razón por la que es tan importante que estas grandes lecciones se cuelen en nuestra cabeza un poco antes. Ésa es la razón por la que Frank Spartan aboga por la década de los 30.

Es cierto que hay otros trenes. Es cierto que hay muchos caminos para llegar a Roma. Es cierto que más vale tarde que nunca. Es cierto que todo es relativo, que depende del caso concreto de cada uno y que hay muchas formas de conseguir un mismo objetivo.

Sí, todo eso es cierto. Estas lecciones se pueden aprender más tarde. Pero no es lo mismo. La utilidad no es la misma. El impacto en nuestro desarrollo personal no es el mismo. Y el potencial para generar resultados tampoco es el mismo.

Entremos ahora en harina y veamos cuáles son estas grandes lecciones.

Lección 1: Aprende a manejar tus finanzas personales ahora, no después

Mucha gente piensa que la libertad financiera es algo que se encuentra solamente al alcance de unos pocos elegidos. Eso no es cierto en absoluto. Lo único que necesitamos es unos ingresos razonables, conocer algunos principios básicos, tener suficiente tiempo por delante y una buena dosis de autocontrol. Algo que está al alcance de muchísimas personas que no sean adictos crónicos a los chutes de dopamina.

No exagero. No necesitas nadas más para conseguirlo.

La libertad financiera es un objetivo muy recomendable, porque está íntimamente ligada a tu libertad vital. Es un componente clave para tener flexibilidad en tus decisiones y ser capaz de construir una vida que conecte con tus anhelos más profundos. Es clave para poder hacer lo que de verdad quieres, como quieres y con quién quieres, cuando aún tienes tiempo. Sin esa flexibilidad, a menudo no te queda otro remedio que aceptar lo que otros te imponen. Y eso, aunque no es el fin del mundo, no es lo mejor para ti.

Conseguir este objetivo depende de ti mucho más de lo que crees, especialmente si te encuentras en una etapa tan temprana del camino como es la década de los 30. Si te pones manos a la obra durante esos años, no necesitarás ser ningún gurú de las finanzas para conseguir un nivel de libertad suficiente. El tiempo permitirá que el fenómeno de la acumulación de pequeñas ganancias despliegue todos sus trucos de magia ante ti.

Renunciar a poner tus finanzas en orden cuando eres joven es decidir aceptar restricciones que no tienes por qué aceptar y depender de personas e instituciones de las que no tienes por qué depender. 

No sé a ti, pero a mí eso no me suena demasiado bien.

“Cuando defines el ahorro como la diferencia entre tus ingresos y tu ego, es fácil entender por qué las personas ahorran tan poco”

– Morgan Housel

Lección 2: Depura tus relaciones

Una vez que alcanzamos cierta edad, tendemos a pensar que nuestras relaciones son largamente estáticas. Hay una serie de personas en nuestras vidas, con las cuales compartimos momentos con mayor o menor frecuencia. Y, de vez en cuando, algunas personas nuevas entran en nuestro círculo, pero todo se mantiene relativamente estable.

Así seguimos a lo largo de los años, dejándonos llevar y sin plantearnos grandes historias. Inconscientes de que nos estamos dejando una gran cantidad de satisfacción vital por el camino.

¿Por qué?

Porque sin duda hay personas en ese círculo a las que dedicamos tiempo y atención, pero que no nos aportan gran cosa. Incluso personas que no nos tratan demasiado bien o que son un auténtico coñazo, pero a las que seguimos frecuentando por hábito o sentimiento del deber de lealtad. Y al mismo tiempo, hay personas en ese círculo que nos aportan mucho pero que frecuentamos poco, porque nuestra agenda no da más de sí.

Pues bien, eso no tiene por qué ser así. Es una restricción que nos hemos autoimpuesto sin ninguna necesidad. Reducir el tiempo que dedicamos a personas que no nos aportan y aumentar el tiempo que dedicamos a personas que sí lo hacen es probablemente el movimiento más sencillo y con efectos más inmediatos que tenemos a nuestro alcance para aumentar nuestra satisfacción vital.

Es más, a largo plazo, son las relaciones profundas las que marcarán en gran parte la calidad de nuestra vida. Relaciones con ciertos familiares, con ciertos amigos, con ciertos compañeros de trabajo. Personas con las que desarrollamos una conexión particularmente especial y que nos ayudan a dar sentido a todo este caos en el que estamos inmersos. 

Esas relaciones especiales requieren que seas tu mejor versión. Necesitan tiempo, cariño y dedicación para levantar el vuelo y llegar tan alto como pueden llegar. No los pierdas con personas que no merecen la pena, por incómodo que parezca romper o diluir esos lazos. Esa incomodidad es pasajera, mientras que los efectos positivos permanecen durante mucho tiempo.

“Las personas se sienten solas porque construyen paredes en lugar de puentes.”

– Joseph F. Newton Men

Lección 3: Cuida tu salud ahora, no después

La salud es lo más importante que tenemos. Cuando ella falta, su ausencia eclipsa todo lo demás de forma absolutamente apabullante.

Esto lo sabemos muy bien. Nadie lo cuestiona.

Sin embargo, lo que no sabemos tan bien es el efecto acumulado de los malos hábitos de salud en el tiempo: La dieta poco saludable, la escasa frecuencia de ejercicio, la insuficiente exposición a la luz solar y el aire libre, el no practicar formas de desintoxicación mental y relajación, etcétera, etcétera. Y no lo sabemos porque no apreciamos sus efectos de forma inmediata.

Los malos hábitos de salud generan un deterioro lento, progresivo, invisible a nuestra percepción. El problema es que llega un momento que ese efecto acumulado estalla y se hace cruel y absolutamente evidente. En ese momento, el daño ya está hecho. Es demasiado tarde para prevenirlo.

Y sí, si vemos de cerca el precipicio, es posible que nos decidamos a cambiar nuestras pautas y empecemos a cuidarnos más. Pero en ese momento sólo podremos ralentizar la ya inexorable cuesta abajo. Quizá podamos seguir vivos durante mucho tiempo, incluso tanto o más que una persona con hábitos mucho más saludables que los nuestros, gracias a los avances de la ciencia.

Pero con un pequeño inconveniente: Sin la misma calidad de vida. Sin la misma capacidad para hacer cosas. Y eso es, al fin y al cabo, lo que realmente importa. Eso es lo que hace el camino excitante y digno de ser vivido.

Cultiva los hábitos saludables ahora, aunque parezca que no los necesitas tanto. Los beneficios a largo plazo son incalculables.

“Cuida tu cuerpo. Es el único lugar que tienes para vivir.”

– Jim Rohn

Lección 4: Prioriza 

Uno de los grandes errores que muchos de nosotros cometemos es intentar hacer demasiadas cosas. Nos cuesta renunciar a aquello que otros hacen y que nosotros también podríamos hacer. Es el famoso efecto FOMO (“Fear Of Missing Out”) o miedo de perderse algo.

En la sociedad actual tenemos prácticamente todo a nuestro alcance. La variedad es infinita. Y la disponibilidad también. Esa realidad externa, combinada con nuestra escasa disciplina interna, provoca que nos lancemos frenéticamente a probar el siguiente plato del menú sin apenas haber saboreado el anterior.

El resultado de esta dinámica es que conseguimos variedad, pero perdemos profundidad. Y la variedad seduce a corto plazo, pero no es una buena consejera a largo plazo. La variedad distrae, confunde, dispersa. Y esas fuerzas nos alejan de conocernos mejor a nosotros mismos, lo cual es un ingrediente absolutamente clave para construir felicidad y satisfacción vital.

Para conseguir resultados y sentir que tu vida tiene significado, debes centrarte. Debes elegir lo que es realmente importante para ti, concentrar tus energías en ser excelente en ello y restar importancia a lo demás. Debes, en una palabra, renunciar a rasgarte las vestiduras por no prestar demasiada atención a lo que no es prioritario.

En esa renuncia está el secreto del éxito. Sólo renunciando a lo no importante podrás crear espacio para lo importante. El cultivo consciente y deliberado de lo importante es lo que te llevará al éxito. Al menos, a esa definición de éxito que es tuya y sólo tuya, y que es, en resumidas cuentas, la única que te va a importar cuando llegue el momento de la verdad.

“Para cambiar tu vida has de cambiar tus prioridades.”

– Mark Twain

Lección 5: Aprende por tu cuenta

Una de las ideas más ridículas que se han extendido como la pólvora en nuestra sociedad es que nuestro proceso de aprendizaje culmina cuando terminamos nuestra andadura por la educación tradicional reglada y salimos de ella con nuestros flamantes títulos académicos.

En ese momento creemos que podemos dejar de aprender y centrarnos por fin en trabajar para ganarnos la vida. Y si el trabajo que hacemos no nos apasiona demasiado, como suele ser el caso, explotamos nuestro tiempo libre e intentamos distraernos con actividades que nos hagan sentirnos felices y satisfechos, o al menos que nos hagan sentir algo parecido.

Pero esa estrategia no funciona del todo, ¿verdad? Hay algo que falla.

Lo que falla es que sentir auténtica satisfacción vital sin una actividad profesional que nos llene es complicado, porque nos falta una pieza clave del rompecabezas. Pero esa actividad profesional tan deseada no suele estar esperándonos a la salida de la escuela, con un lacito rojo y una etiqueta con nuestro nombre. Hay que buscarla. A veces, hay que crearla. No solamente con la brújula de nuestros gustos e intereses, sino también, y especialmente, con la brújula de nuestras habilidades.

Lo que más nos ayuda a encontrar una ocupación profesional que nos llene y que nos apasione es aquello en lo que somos buenos. Buenos de verdad. No con la vara de medir de los títulos académicos, sino con la vara de medir de la realidad de ahí fuera. La vara de medir del mercado. La vara de medir de lo que las personas necesitan y por lo que están dispuestas a pagar. 

Y eso no se aprende en el colegio. Ni en la universidad. El sistema educativo tradicional no está preparado para ello ahora, ni incentivado a prepararse para ello en el futuro. Por eso, si queremos aprender las habilidades que de verdad importan en la vida, no nos queda más remedio que hacerlo por nuestra cuenta.

Ventas. Comunicación. Persuasión. Negociación. Análisis crítico. Resolución de conflictos. Liderazgo. Creatividad. Síntesis. Pensamiento lateral. Psicología del comportamiento y el poder de los incentivos. 

Podemos aprenderlas leyendo libros. Haciendo cursos. Con un mentor. Pidiendo consejo a los que saben. Practicando, equivocándonos y refinando. Hay muchas formas de hacerlo, pero todas tienen un elemento en común: Querer hacerlo. Comprometerse a hacerlo.

Este tipo de aprendizaje no sucede porque sí. Has de dedicarle, consciente y proactivamente, una parte de tu tiempo libre. Si lo haces de forma consistente, desarrollarás la curiosidad y adoptarás el hábito de no dejar de aprender. Y eso te permitirá construir habilidades muy valiosas. Habilidades que te abrirán nuevos caminos profesionales que antes no existían.

Cuando te embarques en esa dinámica de aprender habilidades útiles, tarde o temprano encontrarás una ocupación que te llene, o bien la crearás tú mismo. En ese momento, el mundo parecerá mucho mejor de lo que era antes. Y en cierto modo, eso es exactamente lo que sucede.

“Estudia con ahínco lo que más te interesa de la forma más indisciplinada, irreverente y original posible.”             

– Richard Feynman

Lección 6: Invierte en tu familia (o al menos considera seriamente hacerlo)

La familia es uno de los elementos clave para la salud mental de nuestra sociedad. Es el bastión que mejor soporta los cataclismos, los terremotos y las tempestades. Cuando todo parece fallar y más vulnerables somos, ahí está la familia para tendernos la mano.  Sin embargo, su peso en nuestra escala de prioridades y en la asignación de nuestro tiempo está perdiendo representación rápidamente, debido a la corriente de pensamiento que prioriza la libertad individual por encima de cualquier otra cosa.

Hoy en día, vivir tu vida sin apenas contacto con la familia, más allá de las fechas señaladas, parece ser una virtud. Tener relaciones sentimentales de poco compromiso, abiertas y libres parece ser una virtud. No tener hijos parece ser una virtud.

Pero cuidado, porque ninguna de esas cosas es una virtud. Son una elección. Y como con toda elección importante, sólo el tiempo dirá si lo que has elegido es algo bueno para ti, porque eliges sin demasiada visibilidad por mucho que creas que lo tienes todo muy claro.

Recuerda: La vida es muy larga. Pasamos por muchas fases diferentes y no en todas tenemos tantas energías, opciones y fuentes de satisfacción disponibles como tenemos durante la década de los 30. Según va pasando el tiempo, el valor que le damos a una relación sentimental de calidad, a nuestra relación con nuestros padres y a la experiencia de tener hijos aumenta exponencialmente. Según va pasando el tiempo, mayor es la sensación de vacío si todo eso falta, porque la creciente toma de conciencia de nuestra mortalidad nos empuja a buscar cosas más profundas, más esenciales, más puras que la superficialidad que tanto nos seduce cuando todavía somos jóvenes.

Esto no quiere decir que apostar por la familia sea necesariamente la elección correcta para ti. Es perfectamente posible tener una vida que te llene sin compromiso sentimental, sin tener hijos o con escasa relación con tus padres y hermanos. Lo que sí quiere decir es que quizá debas ser un pelín escéptico con tu óptica actual sobre la libertad y el compromiso, porque es prácticamente seguro que esa óptica cambiará con el tiempo. Y hay algunos trenes que pasan de largo para no volver.

Infórmate. Habla con personas que se encuentran más adelante que tú en el camino y cuya opinión te merezca respeto. Hazles preguntas íntimas. Entiende cómo se sienten, a qué han renunciado y si creen que ha merecido la pena. La mayoría de los que han recorrido ese camino te dirá que formar una familia, a pesar del sacrificio y dificultades que conlleva, compensa con creces. Y que va revelando su auténtico valor a medida que pasa el tiempo.

Ah, y si decides lanzarte a formar esa familia, elige bien a tu pareja. Es la decisión más importante de tu vida. Tómala con mucho, mucho cuidado. Y no olvides dar cabida a otros criterios de decisión, además de lo que sientes, en ella. Las emociones de un momento concreto no son una brújula tan certera como parece en este tipo de decisiones. 

“La familia es una de las obras maestras de la naturaleza.”

– George Santayana

Lección 7: Cuídate a ti mismo

La última gran lección es la que mantiene unidas a todas las demás. La que nos ayuda a no perder el rumbo ante las muchas tentaciones que surgen en nuestro camino. Y es que cuando apartamos la niebla y observamos lo que hay más allá de ella, no podemos sino concluir una cosa: La chispa que enciende la mecha que pone en funcionamiento todas las lecciones anteriores es el compromiso personal e intransferible con cuidarnos a nosotros mismos.

Todo surge de ahí. Elegir poner en orden nuestras finanzas personales surge de ahí. Elegir alejarnos de la gente que no nos trata bien y centrarnos en la que sí lo hace surge de ahí. Elegir cuidar nuestra salud surge de ahí. Elegir priorizar lo que es importante para nosotros y evitar las distracciones surge de ahí. Elegir aprender por nuestra cuenta surge de ahí. Y elegir invertir en la familia surge de ahí.

¿Y cómo se inicia la energía necesaria para interiorizar esta gran lección y prender la mecha de todas las demás?

De dos formas. Dos elecciones, básicamente.

Primero, eligiendo creer. Creer que las decisiones del día a día de mi Yo Presente afectan directa y significativamente al bienestar de mi Yo Futuro. Creer en el poder de la ley de la acumulación de pequeñas ganancias y pequeñas pérdidas. Creer en el poder transformador de los hábitos. Creer en el crecimiento exponencial.

Segundo, eligiendo ser amables con nosotros mismos. Eligiendo no tomarnos las cosas demasiado en serio. Eligiendo perdonar nuestros errores. Eligiendo aceptar y abrazar con humildad nuestra imperfección. Y al mismo tiempo, eligiendo seguir mejorando, porque eso es precisamente lo que querríamos que alguien muy querido para nosotros hiciera.

Cuanto antes desarrolles el compromiso personal de cuidarte a ti mismo y lo manifiestes en tus decisiones del día a día, mayor efecto tendrán todas las lecciones anteriores en tu vida. Y es que, prácticamente siempre, a la hora de tomar cualquier decisión, la alternativa que es mejor para nosotros resulta bastante obvia. El problema es que suele ser dura y difícil. Y esa dificultad nos vence cuando no estamos lo suficientemente comprometidos con tratarnos bien a nosotros mismos. 

“Si te queda algo de capacidad para amar, quiérete a ti mismo primero.”

– Charles Bukowski

Ahí tienes las siete grandes lecciones. Tenlas en cuenta mientras navegas por esas procelosas aguas de juventud y no me cabe duda de que te proporcionarán incontables alegrías y te ayudarán a llegar a buen puerto, sea lo que sea que eso signifique para ti. 

Y si ya has dejado atrás esas aguas, no desesperes. El mejor momento para interiorizar estas lecciones es la década de los 30. Pero estás de suerte, porque el segundo mejor momento es ahora.  Precisamente ahora.

Qué coincidencia, ¿verdad?

Pura vida,

Frank.

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2 comentarios en “7 grandes lecciones para la década de los 30”

  1. Muchas gracias Frank por tus consejos y reflexiones. En la década de los 20 queremos hacerlo todo deprisa, conseguir las cosas rápidos y nos olvidamos que la vida es un largo camino por recorrer y las metas que queríamos conseguir ya no tienen tanto significado una vez conseguidas. Gracias por tus reflexiones y consejos. Un abrazo, Nat.

    1. Así suele ser, Natalia. Nosotros cambiamos y nuestros objetivos y prioridades cambian también. Por eso permanecer en una vida con significado a través de esos cambios tiene más que ver con hacernos cada vez más diestros en el movimiento hacia el objetivo que con alcanzar el objetivo.

      Un abrazo de vuelta,
      Frank.

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