¿Van a conformarse, a amoldarse, a aceptar los viejos valores? Dinero, posición, prestigio, poder. Eso es todo cuanto el ser humano desea, y la sociedad quiere que encajen ahí. Pero si empiezan desde ahora a pensar, a observar, a aprender de ustedes mismos, entonces a medida que crezcan, se convertirán en seres humanos distintos.
Me refiero a «educar» en el verdadero sentido de la palabra: No hablo del mero hecho de impartir conocimientos, sino de generar, mientras se imparten, un cambio en la mente. Esto significa que deben ser extraordinariamente críticos; deben aprender a no aceptar nunca nada que no hayan visto con claridad por sí mismos, a no repetir jamás lo que otro haya dicho.
Jiddu Krishnamurti
Hace algunas semanas tuve una conversación con unos amigos sobre los retos a los que se enfrentan los jóvenes que están acabando sus estudios y se encuentran a punto de adentrarse en el inhóspito mercado laboral. La conversación empezó por ahí, evolucionó hacia otros segmentos de edad más avanzada y acabó, varias cervezas más tarde, en lo que más nos importaba en relación al asunto: Qué tal les iría a nuestros hijos.
Mis amigos tenían una visión bastante catastrofista, o por lo menos poco alentadora, del panorama actual. Percibían que las fuerzas que mueven el mundo amenazaban la seguridad y la supervivencia, tanto física como emocional, de sus hijos y de los jóvenes en general: Tecnologías disruptivas que transforman el funcionamiento y las reglas del juego de sectores enteros, competencia global, externalización de servicios para ahorrar costes, viabilidad del sistema público de pensiones en entredicho, velocidad del cambio político y socio-económico en aumento, etcétera, etcétera. La incertidumbre del futuro les parecía enorme y se sentían un poco desconcertados sobre cómo abordar la situación
La conversación inevitablemente derivó en un debate sobre cómo de útil resulta lo que aprendemos en el sistema educativo tradicional. ¿Nos preparan realmente para lo que nos espera ahí fuera? ¿O más bien nos dan una espada de plástico y una palmadita en la espalda antes de salir a la arena a luchar con un gladiador rabioso de doscientos kilos sediento de sangre?
El asesino difuso
Éste es un tema en el que Frank Spartan es muy crítico. Mi visión al respecto es muy radical.
El sistema de educación industrial que tenemos actualmente es un asesino difuso. Nos prepara en aspectos que cada vez tienen menos importancia en el largo plazo y nos ejecuta cruelmente en otros que resultan claves para que podamos enfrentarnos a ese gladiador rabioso con una probabilidad aceptable de salir con vida.
Se podrían decir mil cosas sobre las carencias del sistema educativo industrial, pero la que más me toca las narices es ésta:
Inhibe el desarrollo de la singularidad.
¿Qué quiere decir esto? Muy sencillo. Ha sido, y sigue siendo, un sistema basado en la filosofía de que sólo hay una respuesta correcta. De que sólo hay unas creencias correctas, de que sólo hay una forma correcta de expresarse, de que sólo hay una forma correcta de alcanzar el éxito. Se imponen las mismas metas a todo el mundo y después se les incentiva de diferentes formas para que avancen lo más rápidamente que puedan hacia ellas. La diferencia más notable entre los estudiantes cuando finalizan ese proceso educativo industrial es el grado de consecución de esas metas. Sus diferencias de base, sus particularidades originales, quedan enterradas debajo de toda esa gruesa capa de creencias que se ha ido instalando en su mente.
Al inhibir el desarrollo de la singularidad, metiéndonos a todos a presión en el mismo molde, el sistema educativo industrial se pasa por la piedra, sin contemplaciones, las herramientas que más útiles resultan para abordar la difícil tarea de encontrar una posición autosuficiente y equilibrada en este complejo mundo en el que vivimos. Existen muchas de estas herramientas, pero los cinco bloques favoritos de Frank Spartan son los siguientes:
1. La capacidad de pensar por nosotros mismos
¿Cómo demonios vamos a aprender a pensar por nosotros mismos si se nos enseña que sólo hay una respuesta correcta? ¿Cómo vamos a desarrollar el espíritu crítico, a elegir libremente creer en las cosas que más resuenan en nuestro interior y a no hacer tanto caso a las que no?
En el sistema educativo industrial, desarrollar esa capacidad de pensar y discernir por nosotros mismos resulta muy difícil. Las creencias del sistema se van implantando lentamente en nosotros y cualquier signo de rebeldía hacia ellas, cualquier amago a tomar un camino diferente, se castiga con desaprobación, regañinas, bofetadas (por fortuna hoy en día sólo metafóricamente hablando) y malas calificaciones. Después de un buen número de represalias de diversos tipos, acabamos agachando la cabeza y entregamos nuestra belleza salvaje y nuestra originalidad para sumergirnos dócilmente en la decadente uniformidad de la masa.
2. La creatividad y la capacidad de innovar
Si no nos incentivan a pensar por nosotros mismos y a llegar a nuestras propias conclusiones y creencias, ¿cómo podríamos lanzarnos a innovar? ¿Cómo despertaría en nosotros la osadía de probar algo nuevo, comprobar el resultado, ajustar la estrategia y volver a intentarlo?
La innovación implica salirse del camino marcado, ser diferente, ser curioso, ser aventurero. Todas las cosas que nuestra sociedad valora han llegado a nosotros gracias a que alguna persona, en algún momento, decidió romper las reglas, el orden establecido, y sumergirse en el caos durante un tiempo para innovar y llegar a un nuevo orden. Sin un incentivo natural a la innovación, a correr riesgos, a probar cosas nuevas sin censura o desaprobación, estamos condenados al estancamiento permanente, tanto individual como colectivo.
3. La capacidad de y predisposición a expresarnos
Sentir que tenemos libertad para expresar nuestros anhelos y deseos es fundamental para nuestro desarrollo emocional. Eso nos incentiva a profundizar en nosotros mismos, explorar, descubrir, compartir nuestros descubrimientos y observar y aprender de las reacciones del entorno. Todo ese proceso resulta clave para desarrollar nuestra autoestima, el aprender a valorarnos, a aceptarnos tal y como somos, lo cual es el centro neurálgico de nuestra capacidad de desarrollar una relación sana y equilibrada con el mundo.
El sistema educativo industrial actual inhibe nuestra capacidad de expresarnos como nuestra auténtica naturaleza nos invoca a hacerlo. Si queremos expresarnos, hemos de hacerlo siempre en base a los cánones establecidos, según dicta el molde en el que intentan desesperadamente introducirnos. Y esta forma de enfocar la educación consigue que nos avergoncemos de nuestra personalidad, nuestros deseos y nuestras inquietudes, si no casan perfectamente con ese molde. Esta forma de enfocar la educación crea individuos asustados, complacientes, aversos a la iniciativa y a correr cualquier tipo de riesgo. Individuos fácilmente manipulables y dependientes, vulnerables a ser explotados por personas o instituciones sin escrúpulos.
4. La capacidad de aprender de personas, ideas y puntos de vista radicalmente diferentes
Hay una fuente inagotable de riqueza: El exponernos a personas con puntos de vista y visión del mundo diferentes a las nuestras. Cuando escuchamos a estas personas con atención y empatía, descubrimos cosas en las que no habíamos reparado antes. Ángulos y conexiones que pueden ser tremendamente útiles para mejorar nuestro paradigma, nuestra forma de ver el mundo, nuestros objetivos, la forma en la que los perseguimos y con quién y cómo nos relacionamos.
El sistema educativo industrial, al inhibir la capacidad de expresarnos, de pensar por nosotros mismos y de innovar, crea individuos uniformes, sin originalidad. Elimina nuestras oportunidades para enriquecernos entrando en contacto con personas con una visión disruptiva y así exponernos a ideas diferentes, geniales, delirantes, radicales. Situaciones que expandan nuestra mente y nos ayuden a unir los puntos, a conectar, a relacionar, a imaginar, a soñar despiertos. Ése es el terreno fértil del que surgen los proyectos vocacionales, los caminos que conectan con nuestra verdadera naturaleza y que otorgan un sentido profundo a nuestra vida.
5. La independencia y la responsabilidad
El sistema educativo industrial es como el timo de la estampita. Te promete que sus respuestas son las únicas correctas y que si sigues el guion marcado te irán bien las cosas. Pero luego nadie contesta al teléfono cuando llamas para reclamar, más caliente que el cenicero de un bingo, que eso no es en realidad así. Al no incentivar el autoconocimiento y la responsabilidad personal de descubrir nuestras propias respuestas, la actitud que promueve es el victimismo, el culpar al mundo exterior por no ajustarse a las expectativas de cada uno. Adormece nuestra iniciativa y proactividad, así como nuestra capacidad de resolver problemas y superar dificultades.
Con la irrupción de las nuevas tecnologías, las cosas cambian actualmente a un ritmo vertiginoso. Resulta increíblemente difícil anticipar hacia dónde evolucionarán. Por eso debemos estar preparados para cualquier escenario y estas cinco herramientas nos ayudarán a ello. Pero no debemos esperar que el sistema educativo industrial actual ayude a nuestros hijos a desarrollarlas, porque se encuentra todavía anclado al paradigma anterior, a las viejas creencias y formas de pensamiento, a la fórmula de la única solución válida. Es una máquina demasiado pesada, demasiado lenta, demasiado burocrática que no ha tenido tiempo, ni probablemente tampoco voluntad, de adaptarse a la nueva realidad de cómo funciona el mundo actual.
¿Qué podemos hacer al respecto?
Para darle solución a este correoso problema, hay varias estrategias que nos pueden servir de ayuda. Y todas dependen de nosotros mismos:
- Primero, has de instalar un programa de pensamiento en tu cabeza: Nadie va a venir a salvarte. El mundo exterior no se va a transformar por arte de magia para plegarse a nuestros deseos. Tenemos que responsabilizarnos y tomar la iniciativa para mejorar las cosas. Hasta que este programa de pensamiento no fluya como los ángeles en tu cabeza, seguirás depositando tus expectativas en el exterior y culpando a los demás por tus propias miserias. Así que ponte manos a la obra para que el programa esté bien instalado: Repítelo al levantarte por la mañana, pon post-its por toda la casa, rodéate de gente con creencias similares, oye podcasts, sométete a terapia de hipnosis, date un martillazo en la sien… lo que mejor te sirva. Pero instálalo bien, porque todo lo demás depende de que este programa funcione bien.
- Segundo, convéncete a ti mismo de que vas a tener que romper moldes para poder desarrollar esas herramientas tan importantes que el sistema educativo actual no promueve. Estar dispuesto a romper moldes es lo que te va a permitir desenvolverte con destreza en esa jungla inhóspita en la que se está convirtiendo el mundo y transformar lo que una vez percibías como un entorno oscuro, inestable y amenazador en un oasis de oportunidades ilusionantes y una plataforma de constante crecimiento.
- Tercero, empieza a romper moldes. ¿Cómo? Ensayo-error con mente abierta. Prueba cosas nuevas, examina el resultado, ajusta la estrategia y vuelve a empezar. Métete en ambientes poco familiares. Explora. Conoce gente nueva. Habla con desconocidos. Aprende a relacionarte en distintos ambientes. Exprésate abiertamente y observa lo que sucede. Experimenta con actividades de emprendimiento a pequeña escala. Encuentra a personas que comparten tu pasión por algo y formas de crecer con ellas. Aprende a convivir con – y dominar a – la incomodidad.
Las posibilidades que tienes a tu alcance para ir desprogramándote de las creencias del sistema educativo industrial e ir formando tu propio sistema de creencias basado en tu propio camino de auto-descubrimiento son ilimitadas. Sólo tienes que convencerte de que ésa es la experiencia educativa que marcará la diferencia en tu vida, la que te hará más diestro en el proceso de navegar las aguas de la incertidumbre y te abrirá la puerta a un mundo lleno de oportunidades a las que nunca podrías acceder si funcionas con las creencias del sistema educativo industrial. Y una vez estás convencido del poder transformador de esta forma de educación, empezar a actuar.
No te hagas dependiente de las falsas promesas del sistema educativo industrial. No deposites tu satisfacción profesional en él, porque no está cualificado para ayudarte. Sólo tú puedes ayudarte a ti mismo. En cierto modo, lo que debes despertar en tu interior es el deseo de convertirte en un autodidacta de la vida a través de tu experiencia personal en ambientes y situaciones poco convencionales, o al menos diferentes de las que el sistema educativo tradicional te ofrece.
Volviendo a la inquietud de mis amigos en aquella conversación, ¿cómo podemos ayudar, como padres, a nuestros hijos en este proceso? Simplemente no proyectando nuestra desaprobación cuando den muestras de interés por salirse del carril que marca el sistema educativo industrial. No condenando ni censurando su interés por explorar, ni limitando su imaginación. Y esto no será fácil, porque como padres tenemos también muchas creencias y viejas formas de pensar adquiridas que desprogramar, y después incorporar otras nuevas que compongan un nuevo paradigma. Si no lo hacemos, será difícil que les podamos ayudar por muy bienintencionados que sean nuestros intentos de hacerlo.
Los jóvenes de ahora van a tener que adaptarse a cambios constantes, aprender a ser autosuficientes, superar barreras que no podrían superar por sí mismos utilizando la colaboración y la creación de redes dinámicas, convertirse en autodidactas empedernidos, desarrollar complejas habilidades sociales en el arte de relacionarse con los demás, aprender a emprender, a fracasar y volver a empezar sin perder la autoestima por el camino. Y van a tener que hacer todo esto durante más tiempo, en el contexto de una esperanza de vida cada vez más larga. Las reglas han cambiado y les haremos un flaco favor si, lejos de ayudarles a trascender el sistema educativo actual y expandir su conciencia y sus habilidades de forma proactiva, intentamos anclarles a las viejas reglas, les condenamos por su supuesta rebeldía y les sobreprotegemos intentando que su vida esté exenta de riesgos y sea lo más predecible posible. La forma más efectiva de protegerles a largo plazo es ayudarles a que atraviesen el doloroso proceso de conocerse a sí mismos, a descubrir su propio camino. Y para eso hemos de darles espacio, confianza y apoyo para que prueben y se equivoquen, una y otra vez. Porque en ese proceso de caer y volver a levantarse se encuentra el aprendizaje más valioso que existe.
Existe un escollo habitual que contribuye a nuestra reticencia a abrazar esta filosofía: El posible impacto desfavorable que incentivar y apoyar la singularidad del alumno en el entorno familiar puede tener en el rendimiento escolar – y universitario – dentro del sistema de educación industrial. En otras palabras, en las dichosas calificaciones por las que nos obsesionamos y que creemos que determinarán enormemente nuestra capacidad para acceder a la universidad o a cierto tipo de empleos.
Frank Spartan dice que eso, a pesar de ser una preocupación habitual, no tiene razón de ser. Contemplemos dos posibles escenarios:
- Saco una nota media de 6-7 en el colegio o en la carrera universitaria, pero me he desprogramado de las viejas creencias, sé pensar por mí mismo, soy autosuficiente, tengo iniciativa para probar cosas nuevas y resiliencia y autoestima para salir adelante cuando fracaso, tengo imaginación, sé relacionarme con la gente y trabajar bien en equipo
- Saco una nota media de 9-10 y tengo garantizadas entrevistas de trabajo con las empresas más importantes del planeta, pero me adentro en el mundo real con las creencias del sistema educativo industrial bien asentadas en la cabeza
No sé qué pensarás tú, pero yo prefiero para mis hijos – y para mí mismo si estuviera en su lugar – la primera opción sin dudarlo un instante. En el contexto del tipo de mundo en el que nos estamos adentrando, las personas que se encuentran en el escenario que describe la primera opción están mucho mejor preparadas para sobrevivir y prosperar que las otras. Sencillamente, no hay comparación.
Atajemos un tema espinoso: En la práctica, si queremos incentivar en nuestros hijos el desarrollo de las cinco herramientas que hemos mencionado, deberemos comunicarles ideas que entrarán en conflicto con la filosofía y mandamientos del sistema educativo industrial. Eso no nos debe intimidar. Sólo hemos de cuidar cómo lo hacemos: En su momento adecuado, en su dosis adecuada y sin arrojar cocktails Molotov por las ventanas del centro educativo con pasamontañas. A pesar de los beneficios de este enfoque autodidacta en las cinco herramientas, por lo general resulta conveniente integrar los objetivos fundamentales del sistema educativo industrial para evitar una disrupción excesiva y contraproducente.
Conclusiones
Hemos identificado la gran carencia del sistema educativo industrial, la inhibición de la singularidad, y las dificultades que acarrea en el contexto de la dinámica de funcionamiento actual del mundo. También hemos señalado dónde debemos poner el foco de atención, a través de un proceso de educación autodidacta y alternativo, para que podamos desarrollar una capacidad de supervivencia y adaptación al cambio dignas del personaje de Leonardo DiCaprio en El Renacido.
El sistema educativo industrial nos proporciona conocimientos técnicos útiles y una base para empezar a relacionarnos con el mundo. Pero no podemos permitirnos asumir que nos dará las herramientas más importantes. Sólo nuestra iniciativa personal nos dará acceso a desarrollar el autoconocimiento, el saber pensar por nosotros mismos, el desarrollo de nuestra independencia, autoestima, responsabilidad, imaginación y creatividad. Y ésas son las herramientas que nos permitirán utilizar los conocimientos técnicos obtenidos en el sistema educativo industrial de forma eficaz para navegar con destreza en este entorno incierto que llamamos mundo.
Ahora bien, no debes dormirte en los laureles, marinero. Todo esto es absolutamente clave, pero no es suficiente garantía para alcanzar el éxito. Para aumentar nuestras probabilidades de éxito, es necesario que desarrollemos una habilidad fundamental. Una habilidad que determina, más que ninguna otra, la probabilidad de que consigamos lo que nos proponemos.
Hablaremos de ella próximamente.
Pura vida,
Frank.