Por qué no piensas tan bien como crees

Abramos con una interesante pregunta: ¿Qué es vivir con sabiduría? ¿Quién sabe vivir y quién no?

Una respuesta muy frecuente a esa pregunta es ésta: El que consigue lo que quiere.

Parece obvio. Si quiero algo y lo consigo, por definición seré feliz. ¿No es así?

Y si he conseguido lo que quiero, por definición habré hecho las cosas bien, ¿no es también así?

Sin embargo, esto que parece tan obvio en el plano teórico, no lo es tanto en el plano práctico. Muchas personas que acaban consiguiendo lo que querían no son particularmente felices, ni sienten esa certeza interior de haber aprovechado de verdad su vida.

¿Por qué? ¿Qué más quieren? ¿Si esas personas han conseguido lo que deseaban, cómo es que no se sienten satisfechas?

Bueno, quizá el problema no esté en conseguir lo que quieres, sino en discernir – a tiempo – qué es lo que tiene sentido querer.

Memento Mori

Vamos a jugar a un juego. Cierra los ojos e imagina que tienes 85 años y estás ya muy cerca del final de tu vida. Quizá te queda un año, quizá dos. Estás sentado en un mullido sofá, con la calefacción al lado, mirando la calle a través de la ventana. Tu cuerpo se siente cansado, pero tu mente permanece clara. Te acuerdas de todo lo que has hecho, las cosas a las que has prestado más atención y todo lo que has conseguido a lo largo de los años.

Visualiza la situación en profundidad. Sin prisa, te espero.

¿Lo tienes?

Bien.

Ahora dime: ¿Qué es lo que te gustaría ver desde ahí?

¿Quién está en tu vida? ¿Qué tipo de relación tienes con ellos? ¿Qué opinión tiene tu familia de ti? ¿Y tus amigos? ¿Qué has logrado en tu carrera profesional? ¿Qué posesiones tienes? ¿Qué recuerdos valoras más? ¿Qué cosas te dan igual? ¿De qué estás orgulloso? ¿De qué te arrepientes?

Ahora que sabes lo que le gustaría ver a tu Yo desdentado y cascarrabias de 85 años, dime:

Si sigues haciendo las cosas como las estás haciendo ahora, ¿crees probable que verás lo que deseas ver cuando llegues a ese sofá?

No te hagas trampas al solitario con la respuesta. Sería como engañar al médico.

Observa la conclusión.

Interesante, ¿no es verdad?

Este ejercicio de visualización es muy antiguo. Se llama Memento Mori.

Memento Mori es una expresión latina que se traduce como “recuerda que morirás”. Es uno de los principales conceptos de la filosofía estoica. Una herramienta para estimular nuestra toma de conciencia de que nuestro tiempo es limitado y es importante utilizarlo bien, prestando atención a lo que es de verdad importante y no tanto a lo que parece serlo, pero que en realidad no lo es.

Una de las menciones más impactantes de este concepto en nuestro pasado reciente fue la charla de Steve Jobs en la universidad de Stanford en 2005. Sus palabras, además de sabiduría universal, tenían un significado muy personal, porque un año antes de aquella charla le habían diagnosticado cáncer.

Éste es el fragmento más relevante de la charla, tal y como Jobs lo pronunció:

Remembering that I will be dead soon is the most important tool I have ever encountered to help me make the big choices in life. Because almost everything—all external expectations, all pride, all fear of embarrassment or failure—these things just fall away in the face of death, leaving only what is truly important. Remembering that you are going to die is the best way I know to avoid the trap of thinking that you have something to lose.

Ya sé. Pensar en la muerte no nos gusta nada. Es un bajón. Lo evitamos como a un conocido con mal aliento que se acerca demasiado. Sin embargo, Memento Mori es un ejercicio extraordinariamente revelador para vivir con mayor sabiduría en el ahora, porque es precisamente la consciencia proactiva de la muerte la que alumbra las decisiones importantes de la vida con luz más poderosa.

Frank Spartan utiliza diferentes modelos mentales para tomar decisiones (las zonas de competencia, los primeros principios, las consecuencias de segundo orden, la inversión del problema (eliminar el resultado que no deseas), la navaja de Occam, el sesgo de confirmación, interpretar el mundo en términos de probabilidades, la influencia de los incentivos, etcétera, etcétera). He escrito en este blog sobre algunos de ellos. Pero quizá los que más han influenciado las grandes decisiones de mi vida han sido dos: La Técnica de Minimización de Arrepentimiento y Memento Mori.

Ambos se basan en el mismo concepto: Trasladar el punto de vista al futuro y mirar hacia atrás, con el objetivo de apreciar mejor, desde el presente, lo que será de verdad importante en el conjunto nuestras vidas. Lo que merece la pena hacer hoy, y mañana, y pasado. Y, del mismo modo, lo que NO merece la pena hacer (las cosas a evitar).

Pero no puedes saber desde el ahora lo que vas a querer ver al final de tu vida, Frank – me dirás.

Eso no es cierto. Sí lo sabes. Lo que pasa es que nunca lo has pensado de esta manera. Son anhelos esenciales que conectan con tu yo más profundo. Una energía que refleja quién eres tú de verdad y lo que te gustaría manifestar en el mundo durante el tiempo del que dispones, más allá del ruido y la confusión que te envuelven.

Proyectarnos al futuro nos ayuda a pensar mejor en el presente, porque nuestra mente está expuesta a multitud de trampas cognitivas que nos desvían de las buenas decisiones en el ahora. Fenómenos que provocan que lo que queremos ver desde el sofá a los 85 años y lo que en verdad acabamos viendo no estén precisamente alineados… cuando ya es demasiado tarde para poder enmendar las cosas.

Veamos algunas de estas trampas que dificultan que vivamos con sabiduría. O, en otras palabras, que dificultan que sepamos discernir, a tiempo, lo que tiene sentido querer.

La claridad de pensamiento

Cuando decimos que una persona es inteligente, ¿a qué solemos referirnos?

Habitualmente, nos referimos a que esa persona sabe pensar rápido y bien. A que sabe entender y resolver problemas.

Sin embargo, la cualidad más importante para vivir una buena vida no es saber entender y resolver problemas, sino saber discernir qué problemas merece la pena intentar resolver y qué problemas no.

Y eso no es inteligencia. Al menos lo que habitualmente consideramos como inteligencia. Es otro tipo de cualidad.

Vamos a llamarla claridad de pensamiento.

Una cualidad íntimamente ligada a la capacidad de vivir con sabiduría.

Y también una cualidad, por desgracia, extraordinariamente escasa, porque su potencial de desarrollo está en batalla permanente con varios enemigos encarnizados.

Los 3 enemigos de la claridad de pensamiento

Los enemigos de la claridad de pensamiento son como cantos de sirena, emulando al pasaje de la Odisea de Homero. En dicho pasaje, Ulises decide no taparse los oídos para poder escuchar el canto de las sirenas en su camino de vuelta a Ítaca, a pesar de las peligrosas tentaciones que, según la leyenda, dichos cantos despiertan en el alma humana (y pide a su tripulación que le aten a un poste y no le obedezcan mientras escucha el canto).

Sí, colega, estás expuesto a múltiples cantos de sirena. Todos los días, a todas horas. Y si no te proteges contra ellos con antelación, distorsionarán y retorcerán tu forma de pensar y actuar sin que apenas te des cuenta.  

Entre todos ellos, hay 3 cantos que debemos vigilar particularmente bien, porque tienen un poder especial para desviar nuestra atención de lo que realmente merece la pena.

Veamos cuáles son.

El canto de sirena del ego

El ego nos susurra al oído que debemos protegernos de cualquier cosa que amenace nuestro sentido de identidad. Cuando percibimos que algo pone en entredicho la imagen que tenemos de nosotros mismos, reaccionamos automáticamente a la defensiva. Sirva esa reacción bien a nuestros intereses, o no (spoiler: Casi nunca lo hace).

El canto de sirena del ego aplica a todas las facetas de nuestro sentido de identidad, pero una de las más evidentes en el día a día es la ideológica. Cuando alguien es de una ideología concreta (sea de izquierdas o de derechas en política, o feminista, o vegano, o cosas por el estilo), lo más habitual es que esa persona se posicione automáticamente en contra de cualquier argumento emitido por otra persona que no comparta la misma ideología. Tanto si el argumento de esa persona es lógico y está rigurosamente avalado por datos y hechos, como si no es el caso.

No te creo, porque lo que dices amenaza lo que soy.

La protección de nuestra autopercepción es uno de los impulsos que más nos alejan de la claridad mental y que más debilitan nuestra capacidad de discernir lo que nos conviene y lo que no. Nos hace desear cosas y perseguir objetivos que no necesariamente merecen la pena, sino que simplemente encajan con la imagen que tenemos de nosotros mismos o nos protegen frente a todo aquello que amenaza esa imagen.

¿Cuántas amistades o relaciones de pareja se han roto porque una de las dos partes, o las dos, se han empeñado en tener razón en situaciones sin gran importancia? ¿Cuántas cosas interesantes se han dejado de aprender y cuántas experiencias se han dejado de vivir por el afán de mantener el status quo? ¿Cuántas personas han perdido la conexión que antes tenían porque el orgullo les impidió dar el primer paso para solucionar un desencuentro? ¿Cuántas cosas hemos perdido por no saber admitir una equivocación? ¿Cuántas cosas hemos dicho sin pensarlo dos veces que han generado una muesca imborrable en la relación con otra persona?

Alguna que otra, ¿no es verdad?

¿Cómo resistir el canto de sirena del ego?

La solución al canto de sirena del ego es el desarrollo de la verdadera confianza en uno mismo. Y la verdadera confianza en uno mismo se ancla en la creencia de que tu identidad está en constante evolución a medida que vas conociendo y experimentando el juego de la vida. Tu identidad es dinámica. Fluye. Y tus opiniones y creencias deben también fluir en ese proceso de descubrimiento constante.  

El ego no quiere fluir. No quiere cambios, ni novedad, ni cuestionamientos, ni sorpresas. Quiere permanencia, inmovilidad, certeza, predecibilidad. Para poder pensar con claridad, debes tener la mente abierta a los cambios.

Si estás abierto a aprender de todo lo que te sucede y aprecias tu identidad como un elemento en constante evolución, estarás menos a la defensiva. Menos cosas te ofenderán. Repararás en más detalles. Te elevarás por encima del suelo y verás las cosas con mayor perspectiva. Entenderás más. Responderás de forma más sosegada y menos automática.  

Sin esa apertura mental a los cambios, no estarás pensando con claridad. Y no te darás cuenta de ello.

El canto de sirena del consenso social

El siguiente canto de sirena que escuchamos en nuestro proceso de discernir lo que merece la pena querer es… lo que los demás parecen querer.

El comportamiento de las personas de nuestro entorno de referencia tiene mucha más influencia en las decisiones que tomamos de lo que parece.  Seguir al rebaño nos facilita enormemente la satisfacción de dos importantes necesidades: Una, la pertenencia: El evitar quedarnos solos y excluidos. Y dos, el estatus y el poder: El interés por proyectar que escalamos posiciones en la jerarquía del juego al que tantas personas juegan también.

Esta influencia nos aparta de la claridad de pensamiento, porque nos incita a vivir la vida de otros.  Nos condena a perseguir los objetivos del rebaño, de la misma forma que el rebaño, y con las métricas de éxito del rebaño.

¿Cómo resistir el canto de sirena del consenso social?

La vía más efectiva de resistir al canto de sirena del consenso social es depurar tus relaciones, reduciendo las interacciones con aquellas personas cuya visión del mundo y forma de actuar no conectan con tus aspiraciones personales, y aumentando las interacciones con las personas que sí.

Habitualmente, en nuestro día a día solemos frecuentar a un círculo de personas concreto por familiaridad y cercanía (la familia, los amigos de toda la vida) o imperativos circunstanciales (los compañeros de trabajo, los padres del colegio de tus hijos, etcétera, etcétera). Y lo más probable es que en ese grupo no haya personas que te inspiren a evolucionar en tu forma de pensar y actuar. Muchos de tus amigos lo son por meros caprichos del azar. Lo mismo que tus padres. Y las probabilidades de que esas personas te inspiren a pensar y actuar de forma más sabia son escasas.

No digo que no sean buenas personas, personas que aprecies muchísimo o personas con las que te encante compartir momentos. Digo que es poco probable que sean personas sabias. Debes saber diferenciar entre una cosa y la otra.

Si esas personas sabias no están ya en tu círculo, vas a tener que buscarlas de forma proactiva, allá donde se encuentren, y encontrar una manera de interactuar con ellas de vez en cuando. Serán personas que te mostrarán nuevos caminos, que te dirán la verdad aunque no te guste oírla, y con las que podrás contrastar ideas y formas de ver las cosas que sonarían alienígenas, locas o ridículas a tu grupo de relaciones de siempre.

Esas personas son tu “grupo de crecimiento”.

Se podría decir que el pensamiento crítico y la claridad mental a la que aspirar deberían estar completamente libres del canto de sirena del consenso social. Pero eso es muy complicado de conseguir y probablemente ni siquiera deseable, porque puede afectar negativamente a tu sociabilidad y provocar que acabes siendo un capullo integral en tus relaciones con los demás. Así que tu mejor apuesta para aumentar tu claridad de pensamiento en este ámbito es mantener cierta tolerancia a las influencias externas, pero mejorando la calidad de dichas influencias depurando tu círculo de relaciones.       

El canto de sirena de las emociones

Las emociones nos empujan por caminos que parecen obvios y naturales en el momento, pero que a menudo son desenmascarados por la perspectiva del tiempo como lo que suelen ser: Espejismos.

El canto de sirena de las emociones es uno de los más poderosos y embriagadores que existen. Pocas cosas parecen tan naturales que elegir el comportamiento que nos dicta la emoción pasajera que navega en ese momento por nuestros vasos sanguíneos.

¿Por qué?

Simplemente, porque nuestra mente nos hace creer que somos nuestras emociones. Que somos lo que sentimos. Pero no es así. Nuestras emociones son, en una gran parte, reacciones químicas largamente automáticas. Lo que define quiénes somos, mucho más que la emoción, es cómo elegimos reaccionar a esa emoción.

Sí, elegimos la reacción. Todas y cada una de las veces. Cuando reaccionamos automáticamente, estamos eligiendo no detenernos un momento para pensar antes de reaccionar.  

No podemos controlar – ni tampoco nos conviene intentarlo – las emociones que surgen en nuestro interior. Pero sí somos responsables de ellas, queramos o no. Somos responsables del grado de control que les permitimos ejercer sobre nosotros. Y cuanto antes seamos conscientes de esa responsabilidad, mayor será nuestra capacidad para pensar con claridad.

¿Cómo resistir el canto de sirena de las emociones?

La estrategia principal para resistir al canto de sirena de las emociones es simple, pero no fácil: Dejar que discurra un tiempo antes de elegir cómo actuar.

El tiempo ayuda a que nuestra capacidad de juicio se desempañe del vaho de las emociones intensas. Cuanto más intensa es la emoción, más necesario es esperar un poco antes de actuar.

«El remedio más poderoso contra la ira es esperar»

– Séneca

¿Y si nos enfrentáramos a una situación con posibles consecuencias importantes para nuestra carrera profesional, nuestras relaciones de amistad o pareja, nuestra salud física y mental, o cualquier otra dimensión vital de elevada trascendencia? ¿Qué debemos hacer para gestionar adecuadamente el canto de sirena de las emociones y minimizar su influencia en nuestra claridad de pensamiento?

En ese caso debes hilar un poco más fino, porque puede que esperar no sea suficiente. Además de esperar antes de actuar, debes salir de ti mismo y observar tus pensamientos desde el exterior, para poder evaluar si el mero paso del tiempo ha permitido que pienses con claridad, o si el vaho de la emoción está todavía distorsionando tu perspectiva.

¿Y esto cómo demonios se hace?

Hay varias formas de hacerlo, pero dos de ellas en particular son muy fáciles de poner en práctica.

La primera, escribir tu perspectiva en un papel. Qué piensas sobre la situación y cuál es tu elección de reacción a la misma. Y al de un tiempo, leer lo que escribiste.

Quizá cuando leas lo que escribiste haya cosas que te suenen mal. O quizá no. Sea como sea, es un ejercicio que ayuda a pensar con mayor claridad en situaciones de alta carga emocional, porque es como si un observador externo ficticio juzgara tu decisión. No es un observador totalmente imparcial, pero sí mucho más que tú mismo cuando intentas poner orden en la coctelera de pensamientos y emociones dentro de tu propia cabeza.

La segunda, contrastar tu perspectiva con alguien. Pero no con cualquier persona. Tiene que ser alguien que estés muy seguro de que tiene buen criterio, que prefiere decirte lo que de verdad piensa a lo que tú prefieres oír, y que al mismo tiempo siente cierto aprecio por ti.

Verás que no hay muchas personas a tu alrededor que tengan este perfil. Ése es precisamente el tipo de persona que debes incluir en lo que antes hemos llamado “grupo de crecimiento”. Ya ves que construir este grupo de forma proactiva tiene mucho más valor del que puede parecer a primera vista.

Las emociones siempre deben pasar por un filtro de juicio. Hay emociones que significan algo y emociones que no significan gran cosa. Hay emociones a las que conviene responder con una acción y emociones a las que conviene dejar pasar. Si te subes al lomo de la emoción y la espoleas alegremente sin pasarla primero por ese filtro, no estarás pensando con claridad.

Y por supuesto no lo sabrás.

Cómo juzgar si una decisión es buena

Bueno, ya somos un poco más conscientes de los 3 cantos de sirena más peligrosos que nos rodean y la forma más efectiva de lidiar con ellos. Ahora deberíamos ser capaces de discernir un poco mejor qué es lo que tiene sentido querer (= ser más sabios) y podemos empezar a tomar decisiones para conseguirlo.  

Pero… ¿cómo podemos saber si una decisión es buena o mala? ¿Cómo podemos saber con seguridad si nuestro marco mental de toma de decisiones está bien construido, o si por el contrario los cimientos son de barro?

La respuesta más habitual a esa pregunta es ésta: Por los resultados que obtenemos.

Tiene sentido, ¿no es verdad? Si conseguimos buenos resultados, eso significa que hemos decidido bien. Y si los resultados son malos, eso significa que hemos decidido mal.  

Esta creencia es tan incierta como popular.

Puedes decidir mal y obtener buenos resultados. Y puedes decidir bien y obtener malos. Para mejorar tu capacidad de toma de decisiones, debes desvincularte del resultado y centrarte en el proceso de decisión: Qué tuviste en cuenta, qué no tuviste en cuenta, cómo de fiable era la información de la que disponías, qué información no tenías que parecía importante, qué cosas priorizaste sobre otras y por qué, por qué tomaste la decisión en ese preciso momento y no en otro, cómo te sentías a la hora de tomar la decisión y qué sistema utilizaste para determinar lo que debías hacer.

¿Cuál es el problema? Que la mente es muy sibilina. Y si juzgas todo esto a posteriori utilizando la memoria, lo más probable es que tu mente construya una historia que protege tu ego. Mezclará hechos con suposiciones, inventará excusas, recordará lo que le conviene y olvidará lo que no le conviene.

Y así no conseguirás afilar tu claridad mental a la hora de tomar decisiones.

Sólo hay una forma de hacer esto bien: Documentar cómo tomaste la decisión en el momento de tomarla. De esa forma podrás evaluar con mucho mayor rigor, a posteriori, la calidad de ese proceso de decisión. Podrás ver si hubo puntos ciegos, si se infravaloraron riesgos o se ignoraron factores relevantes, con independencia de que el resultado de la decisión haya sido bueno o malo. Y eso te servirá para mejorar tu proceso de toma de decisiones en el futuro.

Ya sabes qué debes hacer para desarrollar tu claridad de pensamiento. Ponte en marcha, colega. No andamos sobrados de sabiduría en los tiempos que corren.

«Si eres tan listo, ¿por qué no eres feliz?»

– Naval Ravikant

Pura vida,

Frank.

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2 comentarios en “Por qué no piensas tan bien como crees”

  1. Alicia Granero Rodriguez

    Holaaa,Frank…Brutal…Me ha gustado mucho mucho…Resulta útil como reflexión y brinda la oportunidad de aplicarlo en la vida diaria… GRACIAS

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