La mujer con pareja estable, una especie en extinción

En su post anterior, Frank Spartan analizó la cruda realidad para los hombres de hoy en el mercado de las relaciones de pareja. La conclusión más evidente del análisis fue que al hombre promedio le convendría subir el listón en una serie de ámbitos de su desarrollo personal, si es que aspira a construir y mantener una relación de pareja fructífera en un tablero de relaciones entre hombres y mujeres cada vez más exigente y complicado, y que además no muestra signo alguno de reversión de tendencia.

Pero la historia no acaba ahí. Hay otra cara de esa moneda.

¿Es esto también cierto para las mujeres? ¿Tienen ellas también cosas que hacer, si quieren mejorar sus probabilidades de acceder a una relación de pareja que merezca la pena y permanecer satisfechas en ella? ¿O es que el problema – y la solución – son otros?

Analicemos el juego de las relaciones desde la perspectiva de la mentalidad y dinámicas de comportamiento de las mujeres en el contexto occidental actual, y veamos a qué conclusiones llegamos.

¿Qué quieren las mujeres?

Bueno, hay preguntas complejas, muy complejas, mega complejas, ultra complejas, y después está ésta.

Vamos a elucubrar un poco con algunos datos, ¿te parece?

En septiembre de 2019, Morgan Stanley publicó un informe muy interesante, titulado “The rise of the SHE economy” (= “El crecimiento de la economía de la mujer”), en el que analizaba las tendencias de penetración de las mujeres en los diferentes sectores del mercado laboral y sus pautas de consumo, así como sus implicaciones desde el punto de vista económico y social en EEUU. 

Una de las tendencias más evidentes que se analizaban en dicho informe era el progresivo aumento del número de mujeres solteras y sin hijos. En este ámbito, Morgan Stanley proyectaba que alrededor del 45% de las mujeres de edades comprendidas entre 25 y 44 años (los años laborales más productivos o “prime working years”) estarían solteras y sin hijos en 2030, la cifra más alta de la historia del censo estadounidense.

El informe se centraba exclusivamente en una de las causas de este fenómeno: la mayor priorización de la carrera profesional por parte de las mujeres, que los autores argumentaban provocaba el retraso (o cancelación) de las decisiones de tener una pareja estable y formar una familia.

Hasta aquí Morgan Stanley. Desde aquí Frank Spartan.

Las conclusiones de este informe son interesantes, pero vamos a presentar una teoría más ambiciosa: El hecho de que haya más mujeres solteras y sin hijos que antes, y el que parezca evidente que vaya a haber más aún el día de mañana que ahora, tiene una relación de causalidad multifactorial.

En otras palabras, las causas de que esto esté sucediendo son varias.

Veamos algunas de ellas.

“Dating up”

Una pauta de comportamiento que el colectivo femenino ha venido mostrando durante el principio de los tiempos y que, según las últimas investigaciones, sigue vigente, es tender a preferir relacionarse con hombres de mayor estatus o nivel socioeconómico que ellas. Es lo que se conoce como “dating up”, o relacionarse “hacia arriba”.

Hay variedad de opiniones sobre las causas de que esto se produzca. El argumento con mayor peso de sentido común es probablemente éste: Los patrones biológico-evolutivos incentivan a la mujer a preferir esa alternativa como medio de satisfacción de una necesidad innata de seguridad. El mismo argumento que probablemente explica el por qué la inmensa mayoría de las mujeres prefieren hombres de más estatura que ellas y hombres con mayor edad y experiencia vital que ellas, no solamente en la cultura occidental sino de forma generalizada.

Si aceptáramos que esto es así, el hecho de que las mujeres estén priorizando cada vez más su carrera profesional tiene una consecuencia evidente: Al elevar su posición en el espectro socioeconómico, el tamaño del universo de hombres que pueden satisfacer su inclinación natural de “relacionarse hacia arriba” se contrae cada vez más. En otras palabras, las posibilidades de encontrar un compañero “aceptable” se reducen.

Es cierto que este fenómeno no tendría por qué representar necesariamente un problema. Bastaría con que la mayoría de las mujeres se adaptara y fuera más flexible sobre el nivel socioeconómico de sus parejas. Pero como veremos más adelante, el “conformarse” con un perfil de pareja subóptimo no es un patrón de comportamiento característico de las mujeres en nuestra cultura actual.   

La influencia de las emociones

Otro aspecto que influencia significativamente la estabilidad de las relaciones de pareja en la cultura actual es la influencia de las emociones cuando las mujeres juzgan situaciones y toman decisiones.

“Las mujeres son más emocionales que los hombres” es una idea que lleva flotando en la cultura durante mucho tiempo. Sin embargo, la evidencia empírica sobre este asunto no es tan simple y sus conclusiones no son tan evidentes. De hecho, lo que la mayoría de los estudios demuestran es que hombres y mujeres experimentan emociones (tanto agradables como desagradables) de forma muy similar. Donde parece haber una diferencia de cierta relevancia es en lo que se denomina “mecanismos de regulación de las emociones”.

Diversos estudios como éste concluyen que lo que parece suceder es que los hombres utilizan mecanismos químicos y psicológicos, largamente innatos, que regulan sus emociones de forma más automática. Por otro lado, las mujeres utilizan mecanismos químicos y psicológicos más complejos para canalizar sus emociones y expresarlas de diferentes formas. 

¿En qué se suele traducir este fenómeno en la práctica?  En que los hombres, como norma general, son más capaces de, a pesar de sentir la emoción de forma similar, controlar mejor sus ramificaciones a la hora de juzgar una situación y tomar decisiones (en otras palabras, son más capaces de priorizar la lógica y la utilidad práctica de un comportamiento concreto a la hora de enfocar una situación concreta, atinen en la solución o no). Las mujeres, sin embargo, como norma general, amplifican el análisis del significado de la emoción adentrándose por sinuosos caminos en los que las luces de la lógica y la utilidad práctica no brillan con tanta intensidad. Por eso la desconexión entre hombre y mujer a la hora de abordar simultáneamente un conflicto es tan habitual: Cada uno tiende a centrar su atención en aspectos diferentes.

Esto último no está en ningún estudio, pero Frank Spartan no necesita una investigación empírica de profundidad sideral para saber que la hierba es verde. Es un fenómeno que un observador imparcial puede apreciar sin ninguna dificultad en el comportamiento habitual de ambos sexos ante situaciones de alteración emocional.

¿Cuáles son las implicaciones de este asunto en la cultura actual, en concreto en la dimensión de las relaciones de pareja?

Bueno, unamos los puntos.

En un contexto de debilitamiento progresivo de los valores tradicionales, unido a la idolatría del empoderamiento femenino y a la creciente ausencia de la figura de unos hijos que favorecen la subordinación del placer y felicidad individual a otros objetivos más importantes, ¿qué tendería cada vez más a suceder si la mujer promedio atravesara una fase de emociones “no demasiado satisfactorias” en su relación de pareja, como suele ser habitual tarde o temprano?

Exacto.  Lo que tendería cada vez más a suceder es que la mujer abandonara la relación, porque tiene cada vez menos incentivos de peso para permanecer en ella. 

Lo que hoy en día dicta la estabilidad de las relaciones ya no es tanto, como antaño, los valores, la visión de futuro y el proyecto de familia de ambos miembros de la pareja, sino las emociones transitorias de – mayoritariamente – uno de los dos miembros. El miembro que tiene cada vez menos tolerancia a emociones incómodas y comportamientos indeseables, y que a la vez percibe multitud de posibilidades de relación con otras parejas sin demasiada dificultad, como veremos más adelante.

El sacrificio personal para salvaguardar las virtudes de una vida en familia está perdiendo la batalla frente al individualismo hedonista y la creciente irrenunciabilidad al deseo, cada vez más generalizado, de sentirse bien prácticamente todo el tiempo.

No hago juicios de valor. No digo que sea bueno ni malo. Simplemente es.

Corrientes culturales dominantes

La cultura tiene una gran influencia en cómo adoptamos creencias, cómo elegimos prioridades y cómo nos comportamos en general. En las mujeres no es una excepción.

¿Qué corrientes culturales en nuestra sociedad actual podríamos decir que influyen en el comportamiento de las mujeres, especialmente en el contexto de sus relaciones de pareja? Hay muchas y muy variadas, pero algunas destacan entre las demás. Por ejemplo:

1. La ideología feminista

La ideología feminista es un fenómeno muy curioso. En la superficie parece un movimiento enfocado en luchar por la igualdad de derechos entre hombres y mujeres. Pero cuando examinas los mensajes que promulgan, las iniciativas que impulsan y los comportamientos que incentivan, ves una realidad muy distinta.

Para no extenderme demasiado, voy a unir las piezas del puzzle de forma muy rápida y te voy a presentar el puerto hacia el que el barco feminista actual se dirige: Una sociedad en la que las mujeres se bastan y se sobran, ellas mismas, para ser felices. Los hombres son malos por naturaleza, y por tanto, cuanto más lejos estén y menos relevancia tengan en la sociedad, mejor que mejor. Lo que las mujeres necesitan es más carrera profesional, más independencia, más placer personal, más potestad para hacer lo que les salga de las narices sin preocuparse por las consecuencias y menos roles tradicionales, incluida la maternidad, porque los roles tradicionales son opresores de la libertad de las mujeres.

Sí, lo que estoy diciendo es que la ideología feminista desincentiva la unión estable con el sexo opuesto y la maternidad. No es probablemente su objetivo primario y directo, pero sí es la consecuencia indirecta de su filosofía. Si sólo observas los puntos que han pintado delante de ti es posible que no lo veas con claridad, pero si los unes y das unos pasos atrás para observar con un poco de perspectiva, ésa es la figura que aparece ante tus ojos.

No me cabe duda de que hay una gran mayoría de feministas, de enfoque más moderado, que no están muy a favor de este desenlace. Pero el barco del cambio social no lo pilota el enfoque moderado, sino el enfoque radical. Las figuras políticas que tienen el micrófono en sus manos, las que influencian a los medios de comunicación, las que impulsan leyes y fomentan políticas institucionales son del perfil que son. Por mucho que las feministas moderadas ganen en número, sus voces no se alzan lo suficiente como para frenar las acciones y deseos de las feministas radicales y promover un enfoque social más equilibrado. Y este caldo de cultivo va impregnando la mentalidad de todo el colectivo de mujeres y moldeando sutilmente sus creencias, prioridades y comportamientos.

¿Crees que exagero? Estás en tu derecho. Pronto veremos la ruta que sigue ese barco y sabremos si es finalmente así. Por ahora, te dejo con un ejemplo que ilustra el proceso de programación mental de la ciudadanía que, desde las instituciones y los medios de comunicación, se hace con este asunto:

Una de las publicaciones digitales más relevantes de EEUU, Psychology Today, con 40 millones de visitas al mes, publicó dos artículos sobre el mismo tema en diferentes momentos de tiempo. Uno centrado en las mujeres y otro centrado en los hombres. A ver si aprecias las diferencias de enfoque entre uno y otro;

El primer artículo se titula “El crecimiento de las mujeres solteras empoderadas” “Lo que las mujeres quieren de los hombres”.

El segundo artículo se titula “El crecimiento de los hombres solteros que se sienten solos” “Los hombres deben trabajar sus carencias para alcanzar expectativas de relación más sanas”.

En resumen, ser una mujer soltera es signo de orgullo y empoderamiento, ser un hombre soltero es signo de fracaso y de sufrir carencias personales.

Esto es un ejemplo aislado, pero este tipo de mensajes se producen a gran escala, desde todos los ángulos, 24 horas al día. Hay, sin ningún género de duda, una agenda propagandística para moldear la mentalidad de la sociedad hacia ese lado.

Une los puntos. ¿Qué ves?

Yo también lo veo.

2. Las redes sociales

La aparición de redes sociales como Instagram y las plataformas de citas online han influenciado significativamente la autopercepción de las mujeres sobre su nivel de atractivo como parejas del sexo opuesto, e indirectamente su enfoque y comportamiento a la hora de relacionarse.

El análisis de datos en las plataformas de citas como Tinder revela que a la mayoría de las mujeres no les resulta atractiva la mayoría de los hombres, mientras que los hombres son menos selectivos en lo que al atractivo físico de las mujeres se refiere.  La combinación de estos dos modelos de preferencias implica que las mujeres, en general, reciben un nivel de interés y atención muy superior al que reciben los hombres en general.

Probablemente esto siempre ha sido así. Pero las redes sociales han multiplicado su efecto por muchos enteros. Y esa ola creciente de atención, cumplidos y ofertas de seducción que reciben las mujeres ha influido significativamente en la percepción de atractivo que tienen de sí mismas y de sus posibilidades de encontrar (o cambiar de) pareja si lo desearan.

¿Y qué suele ocurrir cuando percibes que tienes mucho poder y muchas opciones en un área determinada?

Efectivamente. Que incrementas aún más tus exigencias y condiciones con respecto a las características y comportamientos de tu pareja (como decíamos, las mujeres no aceptan tan fácilmente el tener que “contentarse” con una pareja que consideran subóptima en algunos aspectos) y al mismo tiempo descuidas la autocrítica sobre los propios.

Esta forma de enfocar las cosas conlleva, inevitablemente, mayor vulnerabilidad en las relaciones de pareja, porque la posibilidad de que aparezca otra persona que, a ojos de la mujer, sea más adecuada que su pareja actual es una amenaza muy real a la que muchas relaciones de hoy están expuestas. Un fenómeno psicológico que se conoce como “hipergamia”, y cuya activación se ve poderosamente favorecida por la cultura actual.

3. El deterioro del “pairbonding”

La consecuencia directa de los fenómenos anteriores es que la duración media de las relaciones de pareja se está reduciendo con el tiempo. Sin embargo, eso no quiere decir que las mujeres tengan menos parejas. Comparado con épocas pasadas, el número promedio de parejas que las mujeres han tenido en diferentes franjas de edad (entendido como “personas con las que han tenido relaciones sexuales”) es ahora mayor. Y la cultura del empoderamiento femenino, lejos de desincentivar ese comportamiento, lo venera como señal de fuerza e independencia.

Básicamente, hoy en día hay mayor apertura mental hacia la promiscuidad y mayor tendencia a exhibir comportamientos consistentes con esa mentalidad que antes.

De nuevo, no digo que esto sea ni bueno ni malo. Simplemente es. Pero lo interesante de esta reciente proliferación en el número de relaciones sexuales de las mujeres es que puede tener una consecuencia indirecta perniciosa sobre la estabilidad de sus relaciones de pareja: La creciente dificultad de conectar de forma íntima con sus parejas futuras, lo que se conoce como “pairbonding”.

Las investigaciones a este respecto no son demasiado amplias y sus conclusiones han recibido muchas críticas por motivos políticos. Simplificándolo mucho, lo que dichas investigaciones revelaban es que existe una correlación con significancia estadística entre el número de parejas previas que una mujer ha tenido y las probabilidades de divorcio (un resumen aquí). La interpretación de dicha correlación es menos sólida, pero muchas voces apuntan a que una mayor frecuencia de relaciones previas afecta negativamente a la capacidad de la mujer para establecer una conexión íntima profunda en una relación posterior, lo que a su vez estimula la probabilidad de separación.

¿Y al hombre no le afecta el número previo de parejas o relaciones sexuales que ha tenido?

Es muy posible que también lo haga. Pero, por alguna razón, las investigaciones a este respecto se han centrado en las mujeres, quizá con la intención de arrojar un poco más luz sobre las razones por las que sean ellas las que suelen abandonar, con mayor frecuencia, los matrimonios hoy en día.

Si la mayor actividad sexual actual de las mujeres influye en su capacidad de “pairbonding” o no, es algo muy difícil de saber con certeza. Pero lo que no es infrecuente es que las mujeres recuerden ciertas relaciones pasadas con especial intensidad. Y las comparaciones con sus parejas actuales son inevitables… y en muchas ocasiones, odiosas.

No digo nada. Sigamos.

¿Cómo están reaccionando los hombres?

Como hemos visto, hay varios factores que influencian que las mujeres sean cada vez menos propensas a mantener una relación estable con una pareja. Pero… ¿qué están haciendo los hombres? ¿Cómo se están adaptando a las nuevas reglas en el proceloso mundo de las relaciones?

Los hombres tienen un impulso biológico sexual muy poderoso. Ese impulso ha estado ahí desde el principio de los tiempos y sigue muy vigente hoy en día. Así que, al menos por ahora, las crecientes exigencias de nuestras compañeras no están provocando un éxodo masivo del mundo de las relaciones por parte de los hombres, ni mucho menos. En el plano sexual, los hombres siguen haciendo lo que las mujeres les dejan hacer. En ese sentido, su interés no ha cambiado mucho, al menos en lo que a relaciones casuales o esporádicas se refiere.

Donde sí están cambiando las cosas es en el plano de las relaciones más serias, o las relaciones con vocación de compromiso a largo plazo.

¿Por qué?

Fundamentalmente, por la dinámica legal en los procesos de divorcio o separación.

A lo largo y ancho del mundo Occidental, hay una corriente legal de creciente sobreprotección y sobrecompensación económica de las mujeres (en detrimento de sus parejas) en caso de divorcio o separación, especialmente cuando hay niños de por medio. Hay países donde el tratamiento raya el absurdo, como EEUU, y otros países donde es menos radical. Pero, en general, la realidad de sobreprotección impera, aderezada con incentivos perversos para reclamar la custodia de los hijos (y el correspondiente esquilme económico de la pareja) mediante argumentos de acusación de comportamientos indeseables en sus parejas sin necesidad de presentar ningún tipo de prueba.

Esto tenía cierto sentido cuando la mujer se encontraba, mayoritariamente, en una situación de dependencia económica. Hoy en día es más cuestionable. Pero, sea como sea, la realidad es que los hombres perciben, cada vez más, que se encuentran absolutamente desarmados ante la filosofía que impera en los juzgados y tienen todas las de perder si su pareja decide, por la razón que sea, aprovecharse de lo que el sistema legal ofrece a las mujeres hoy en día.

Sí, ya sé. Mi pareja nunca haría eso, y tal y tal.

Es un bonito argumento. Un argumento que somos los primeros que queremos creer. Pero hoy en día, prácticamente todos conocemos casos de personas cercanas en los que algunos comportamientos en situaciones de divorcio fueron muy distintos a los que habríamos apostado que sucederían. Y es que las personas no sabemos en absoluto predecir cómo actuaremos en situaciones de elevada alteración emocional, como la evidencia demuestra una y otra vez.

Aquí tienes una estadística interesante: En EEUU, un hombre tiene 8 veces más probabilidad de suicidarse que una mujer tras un proceso de divorcio.

¿Por qué? Bueno, lo primero es que son las mujeres las que se suelen ir. Lo segundo es que son las mujeres las que se suelen quedar con la custodia exclusiva de los hijos en EEUU. Y lo tercero es que, en muchas ocasiones, los hombres se quedan prácticamente arruinados tras la separación como consecuencia de las obligaciones de contribución económica que les impone el juez.

En otras palabras, el proceso de separación que el sistema legal actual de Occidente favorece es desproporcionadamente traumático para el hombre.

Bueno, Frank, pero esto tiene relevancia solamente si te separas, ¿no? ¿Cuál es la probabilidad de que una relación de pareja prospere a largo plazo, teniendo en cuenta los factores y tendencias culturales que hemos visto anteriormente? En otras palabras, ¿qué probabilidad dirías que hay de evitar la poco apetecible dinámica legal de un proceso de separación?

Las estadísticas de divorcio varían en función de la fuente que contemples, pero creo que podemos decir, sin riesgo de equivocarnos, que la probabilidad de que una pareja se mantenga unida durante un largo periodo de tiempo en Occidente no es, en el contexto actual, abrumadora ni mucho menos. Lo cual implica, por definición, que el riesgo de que la apisonadora legal le acabe pasando al hombre por encima es relativamente elevado.

En estas condiciones, ¿es casarse y tener hijos una buena apuesta para un hombre?

Cada vez más hombres piensan que no lo es.

Como ves, curiosamente ambas partes, hombres y mujeres, están llegando al mismo destino por caminos diferentes.

Conclusiones

Como hemos visto, hay múltiples factores que impactan negativamente en la estabilidad de las relaciones de pareja en la realidad actual. La mentalidad de las mujeres está cambiando en muchos ámbitos y sus comportamientos resultantes están contribuyendo a una dinámica de relaciones de pareja diferente, de menor duración y mayor inestabilidad, y a tasas de natalidad decrecientes como consecuencia de la priorización de otras aspiraciones como la carrera profesional o el disfrute de la libertad e independencia. Y a su vez los hombres están rehuyendo cada vez más los compromisos a largo plazo en vista de su creciente percepción de que el sistema favorece un trato injusto para ellos en los procesos de separación.

La pregunta es… ¿va a redundar esta tendencia de menor estabilidad en las relaciones en mayores niveles de satisfacción vital para ambos sexos, en el conjunto de su vida?

Ésa es una pregunta increíblemente compleja que Frank Spartan no sabe contestar. Estamos en territorio largamente inexplorado, en el que comprometerse a largo plazo y formar una familia ya no parece ser la opción más popular del menú. Pero permíteme que haga un par de reflexiones al respecto.

En el mundo de hoy resulta muy fácil caer en la tentación de creer que te mereces cosas. Me merezco disfrutar, me merezco ser libre, me merezco esto, me merezco aquello. Dame derechos, pero no obligaciones. Dame libertad, pero no responsabilidad. Todos los mensajes que oímos en nuestra cultura actual van por esa línea. Y no sólo eso, sino que además el mundo de ahora nos brinda la posibilidad de hacerlo realidad sin demasiado esfuerzo, y compartirlo con los demás para sentirnos valorados y admirados.

Eso suena muy bien, pero deja que te haga una pregunta: ¿Para qué demonios estamos aquí? ¿Para solamente alimentar a nuestro Yo? ¿Es eso todo lo que vamos a hacer con el tiempo que tenemos? ¿Es ése el propósito de nuestra existencia? ¿Es eso lo que vamos a dejar atrás cuando nos vayamos de aquí? ¿Un reguero de placer que desaparecerá con el viento cuando nuestras propias neuronas no nos permitan ya recordarlo?

¿Eso? ¿Y ya está?

Es posible que esa forma de vida sea más que suficiente cuando tienes 20 años. O incluso 30. Pero más adelante las cosas cambian. Más adelante surgen las grandes preguntas. Y la independencia, el placer y las fotos de Instagram no suelen ser respuestas válidas. Seas hombre o mujer, vas a querer sentir que tienes un propósito. Vas a necesitar dedicar tu energía a algo, libremente elegido, que vaya más allá de ti mismo.

Durante muchos siglos, la pareja estable, la familia y los hijos han sido una respuesta que ha servido a la inmensa mayoría de personas, hombres y mujeres, cuando esa dichosa pregunta aparece. Y si esa respuesta ya no es una opción válida en nuestra cultura, vas a tener que buscar otra que sirva para dar sentido a tu vida. Algo que sea trascendente y de lo que te sientas orgulloso.

Y francamente, no creo que muchas personas sepan hacerlo. No es tan sencillo.

Si la estabilidad de la pareja y la institución familiar se siguen deteriorando, tal y como parece que sucederá a corto y medio plazo, es muy posible que muchas personas experimenten grandes dificultades para acabar sus vidas con la sensación de que han hecho algo que realmente merece la pena. Algo que deje huella. Algo cuyo impacto perdure cuando ellos ya no estén. Y la ausencia de esa sensación probablemente eclipsará, con energía apabullante, cualquier reminiscencia de las experiencias de satisfacción profesional, libertad y placer de las que esas personas hayan disfrutado en épocas pasadas.

La estabilidad de la pareja y la familia son bastiones imperecederos frente al vacío existencial. Hay muchas otras formas de conseguir dotar de significado a una vida, pero ninguna tan al alcance de la mano de la inmensa mayoría de personas, porque todos estamos biológicamente predispuestos a ello.

Por si el nombre de este blog no te da suficientes pistas, Frank Spartan valora mucho la libertad. Dejé atrás un camino en el que el éxito profesional y social estaba prácticamente garantizado para poder vivir una vida más auténtica, fiel a mis valores y sin tantas influencias externas. Ahora dedico mi tiempo a actividades profesionales con vocación de mejorar el mundo y ayudar a los demás. Doy clase en la universidad. Comparto momentos especiales con mi familia y amigos con regularidad y tengo muchas oportunidades para reflexionar y reconectar conmigo mismo.

¿Y sabes qué te digo?

Que, a pesar de lo fantástico que es todo eso, el haber tenido pareja estable durante mucho tiempo y ser padre es lo mejor que he hecho en mi vida. Aunque aquella persona que fue mi pareja y yo ya no estemos juntos. Y no creo que nada de lo que vaya a hacer en el futuro se acerque siquiera, como fuente de sensación de haber vivido una vida que merece la pena, a esa experiencia. Si volviera a nacer, volvería a hacer lo mismo sin ningún atisbo de duda.  

Con el propósito y el sentido de la vida no se juega. Y nuestra cultura está, literalmente, jugando con fuego.  

¿Y si quisiéramos recuperar esa forma de vivir? ¿Quién debería mover ficha para redirigir la corriente hacia la estabilidad y el compromiso? ¿Quién tiene mayor capacidad para enderezar el barco? ¿Los hombres, o las mujeres?

Los hombres, como ya vimos en el post anterior, pueden – y deben, porque ello redunda en su propio beneficio personal en otras áreas – hacer muchas cosas para elevar su atractivo para el sexo opuesto como parejas estables. Pero son ellas las verdaderas guardianas de la puerta. Son ellas las que en la cultura actual llevan el timón que determina el destino final de este viaje. Y ese barco se dirige inexorablemente hacia otras aguas, con ambas partes ya remando en la misma dirección por motivos diferentes.

Aguas que puede que descubramos que no son tan apacibles y satisfactorias cuando lleguemos a ellas como creíamos desde aquí.

O quizá Frank Spartan se equivoque. Quizá acabemos en un mundo en el que la mayoría de nosotros consigamos encontrar otras formas de dar sentido a nuestra vida. Quizá retocemos encantados con nuestra libertad, nuestras relaciones sin pretensiones y un sinfín de alternativas de entretenimiento y placer al alcance de la mano que entierren y enmudezcan nuestra creciente sensación de vacío existencial.

No, ése no es precisamente el tipo de felicidad al que los filósofos griegos y sus sucesores contemporáneos nos recomendaban aspirar. Pero qué narices sabrán ellos. Seguro que nosotros sabemos elegir mucho mejor lo que nos conviene.

¿O no?

Pura vida,

Frank.

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1 comentario en “La mujer con pareja estable, una especie en extinción”

  1. Sí, nosotras llevamos el timón, a la vez que intentamos ajustar las velas, mirar los mapas, otear el horizonte y de vez en cuando, y si tus ojos no están demasiado cansados, mirar hacia el cielo para guiarte por las estrellas…..
    Ojalá tuviéramos un apuesto Simbad en nuestras vidas, al que confiar el timón y el corazón, ojalá….Porque a pesar de lo que diga la propaganda empoderante barata, la mujer más que el hombre busca una relación estable, y sueña con su príncipe azul. Y la que diga lo contrario, miente. En cada beso, en cada caricia, o zarpazo, tenemos la capacidad de imaginarnos un cuento con final feliz, mientras que por parte del hombre no haya ni un solo pensamiento que vaya más allá del hemisferio sur.
    Ojalá pudiéramos elegir la estabilidad de una relación con la mismas reglas para ambas partes, ojalá no sintiéramos el peso de tener que elegir entre ser buena madre o profesional, pareja o amante, porque el hombre no tiene que elegir y puede ser a la vez un hombre de éxito, padre de familia, ejemplar marido (de cara a la galería) y atractivo cowboy.
    Ojalá fuera tan fácil.

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