Eres egoísta… y eso tiene mucho sentido

Hubo un tiempo, y no precisamente corto, en el que yo veía el mundo desde la perspectiva de “lo que debería ser”. Cuando el funcionamiento de algo o el comportamiento de alguien no se ajustaba a lo que yo consideraba correcto, los veía como una anomalía. Algo que no iba bien. La percepción de mis propias concepciones e ideas era el prisma a través del cual yo dotaba al mundo de significado.

Esta forma de actuar no es inusual. De hecho, la inmensa mayoría de nosotros juzgamos a los demás en base a lo que nosotros mismos consideramos importante. Y creemos que ellos nos juzgan a nosotros en función de esas mismas cosas. Proyectamos al mundo el color de nuestras propias gafas, por muy evidentes que sean las señales del exterior de que eso no es así.

Por ejemplo, si valoramos mucho la lealtad, vamos a juzgar a la otra persona en función de si ésta muestra lealtad con nosotros, o no. Y vamos a creer que esa persona va a valorar mucho el que nosotros le mostremos lealtad a ella. Pero la realidad puede ser muy distinta. Puede que esa persona funcione con otras prioridades y nos juzgue en función de otros parámetros que no tienen nada que ver con la lealtad. Y lo mismo puede pasar con el atributo de ser detallista, o ser servicial, o esforzarse en hacer las cosas bien, o ser romántico, o ser puntual.

Y es que el mundo no tiene por qué funcionar en base al color de nuestras gafas. El mundo funciona… como funciona. Nos guste, o no.

Sí, es frustrante. Sí, genera conflictos. Sí, conlleva desengaños. Pero es lo que es.

A medida que mi alter-ego Frank Spartan fue creciendo en mi interior, empecé a ver las cosas de otra manera. Empecé a observar el mundo de forma más aséptica e imparcial, sin el sofocante yugo del deseo de “lo que debería ser”.  Empecé a interesarme por entender las verdaderas causas de que las cosas sean como son y a apreciar los incentivos invisibles que provocan que las personas se comporten de ciertas maneras y no de otras.

Este cambio de perspectiva no es un proceso fácil. Es como experimentar un parto doloroso y volver a nacer, porque implica una alteración muy significativa en tu personalidad y tu dinámica de reacción a los acontecimientos externos.

Hay una expresión en el mundo anglosajón que lo define de forma muy gráfica y certera: “Red-pilled”.

La expresión “red-pilled” hace referencia a la escena de la película Matrix, cuando Morfeo le ofrece a Neo dos opciones: La pastilla roja (“red pill”), que lleva a despertar en una realidad incómoda donde se encuentra la verdad, o la pastilla azul (“blue pill”), que lleva a continuar dormido plácidamente en el cómodo lecho de la ignorancia. Por eso se dice que aquellos que eligen la verdad, a pesar de las dificultades, están “red-pilled”.

Ver las cosas como realmente son sin pasarlas por el prisma de cómo nos gustaría que fueran es una experiencia difícil, pero tiene muchas ventajas. La más evidente es que nos resulta mucho más fácil anticipar lo que va a suceder y modular nuestra conducta para conseguir nuestros objetivos, sean cuales sean.

Veamos un ejemplo que a muchos de nosotros nos cuesta asumir y con el que nos damos de bruces día sí, día también: El egoísmo.

Y es que la gente es egoísta. Nos guste, o no.

Por qué somos egoístas

El egoísmo del ser humano ha sido estudiado por grandes filósofos, desde Aristóteles hasta Nietzsche, pasando por Kant, Smith, Hobbes y muchos otros. El consenso general se encuentra en que el ser humano está incentivado a buscar su propio beneficio por un impulso innato de autoconservación o supervivencia que va incluido en su cerebro tras muchos siglos de evolución.

Primero yo, después los demás.

Sí, quizá no debería ser así. Pero es lo que hay, colega. Facts don´t care about your feelings.

Ahora bien, el egoísmo tiene distintas categorías. Alguien puede actuar en beneficio propio intentando no perjudicar a los demás, o incluso intentando que los demás salgan beneficiados también. Pero también puede actuar en beneficio propio sin importarle en absoluto si perjudica a otros. Y también, rizando el rizo, puede intentar beneficiarse y simultáneamente intentar perjudicar a otros.

También existen personas que se podrían denominar “altruistas”. Personas que buscan primordialmente el beneficio de los demás sin que ello redunde en ningún beneficio propio, o incluso si salen ellas mismas perjudicadas. Pero este tipo de personas es muy poco frecuente. El fenotipo más habitual de ser humano es el fenotipo “egoísta”: La persona que prioriza su propio beneficio, en sus diferentes categorías.

Ésta es la razón por la que el capitalismo suele funcionar mejor que el comunismo. La filosofía del sistema capitalista se adecúa mejor a la naturaleza humana que la filosofía del sistema comunista, porque el ser humano tiende a priorizar su propio beneficio. Por tanto, la forma más adecuada de organizar una sociedad es introducir los incentivos y mecanismos correctos para que la búsqueda natural del beneficio propio redunde también en beneficios para los demás.

Sí, no debería ser así. Sí, todos deberíamos ser altruistas por naturaleza. Pero no lo somos. Y por eso el comunismo no funciona en la práctica. Pretender modificar la naturaleza básica del ser humano en función de una visión subjetiva de “lo que debería ser” no suele salir bien. Pelearse con la verdad es jodido.

Lo que me lleva al siguiente razonamiento: Lo más probable es que el factor principal que guía la conducta de cualquier persona a tu alrededor sea el beneficio propio. Lo más probable es que cualquier acción que aprecies no sea desinteresada, sino transaccional: Las personas se comportan de cierta manera porque esperan recibir a cambio algo que les interesa.

Si profundizas en este fenómeno, comprobarás que sucede en el 99% de los casos, incluyendo tu propio comportamiento. Lo único que cambia es qué beneficio personal concreto interesa obtener en cada caso.

Si, el 99%. No exagero.

¿No me crees?

Veamos qué sucede en las diferentes situaciones que te sueles encontrar en la vida.

Trabajo

Tus compañeros de trabajo tienen objetivos y motivaciones propias que son más prioritarios para ellos que tu bienestar. Para algunos puede ser el sueldo, para otros la promoción, para otros el ambiente de trabajo, para otros los horarios o la flexibilidad. Sí, puede que algunos o muchos de ellos te aprecien, pero no te confundas: Ese aprecio no significa que, en una situación de conflicto de intereses, antepongan tu beneficio al suyo propio. Es más que probable que no sea así, especialmente si lo que tienen que sacrificar para beneficiarte es importante para ellos.

De la misma forma, tu bienestar no es el objetivo principal de tu empleador. El objetivo principal de tu empleador es otro. Puede ser la preservación de su puesto, la supervivencia y rentabilidad de la empresa, la satisfacción de los accionistas, la satisfacción de ver cumplido su propósito vital… lo que sea. Pero no es tu bienestar. Tu bienestar es un instrumento para conseguir su objetivo más prioritario.

No estoy diciendo que tu empleador o tus compañeros de trabajo sean malvados, ni que tu bienestar les importe un comino. Lo que digo es que lo que es infinitamente más probable es que no seas su principal prioridad. Ellos no son tu familia. Están ahí para ti bajo ciertas condiciones que se anclan en motivaciones egoístas. Si no se dieran esas condiciones, o sus principales objetivos entraran en conflicto con los tuyos, no estarían.

¿Y no puede haber lealtad, intercambio de favores, colaboración, complicidad genuina? Por supuesto que sí. Pero los objetivos prioritarios de cada uno para construir ese clima tan deseable son egoístas, no altruistas.

Esto no lleva aparejado ningún juicio de valor. No digo que sea bueno, ni malo. Simplemente, digo lo que es. Ésa es la realidad. Y cuanto antes aceptes esa realidad, antes podrás entender por qué las personas y las instituciones actúan como actúan en el ecosistema laboral y cuál es la forma más efectiva de conseguir tus objetivos profesionales.

¿Quizás debas ayudar a las personas adecuadas a conseguir sus principales objetivos y ser una corriente a favor de sus motivaciones egoístas, en lugar de asumir que deben priorizar la satisfacción de tus propios intereses, simplemente “porque tú lo vales”?

Quizás.

Relaciones de amistad

Crees que tus amigos harían cualquier cosa por ti, ¿verdad?

Te equivocas.

Si has hecho las cosas bien y has tenido un poco de suerte con el tipo de personas que tienes a tu alrededor, puede que estés bastante arriba en su lista de prioridades, pero no estás arriba del todo. Harían cualquier cosa… hasta cierto punto y hasta sufrir cierto nivel de consecuencias adversas para sí mismos. Más allá de eso, no. En la inmensísima mayoría de los casos, al menos.

Sea como fuere, no es necesario que nos vayamos a situaciones extremas. Basta con observar las relaciones de amistad en su entorno más cotidiano. ¿Qué perseguimos al llamar a alguien? ¿Al quedar con alguien para tomar algo? ¿Al hacer planes de ocio? ¿Al comunicarnos por whatsapp?

Las posibilidades son variopintas. Pero prácticamente todas, en prácticamente todos los momentos, son egoístas: Entretenernos, divertirnos, sentirnos escuchados, sentirnos conectados, sentir que nos prestan atención, sentirnos valorados.

¿Y qué pasa cuando llamamos a un amigo porque se siente mal y queremos ayudarle?

Ah… ya. Eso es altruismo puro, ¿no es así?

Rara vez lo es. Lo habitual es que ejecutes ese comportamiento desde una perspectiva transaccional, aunque no seas del todo consciente de ello. Lo mismo que cuando haces cualquier «buena obra” esperas obtener algo a cambio, como mínimo el sentirte bien contigo mismo.

Es posible que veas este comportamiento, supuestamente altruista hacia el otro, como una “inversión” en la relación de amistad, que te legitima para esperar un comportamiento similar de esa persona hacia ti si tú necesitaras su ayuda en el futuro. Y en el caso de esas obras de voluntariado tan cool, también es posible que las publicites en las redes sociales, para que todo el mundo vea lo buena persona que eres. A veces es difícil ser altruista sin contárselo a los demás, ¿no es verdad?

Si observas cuidadosamente la esencia de lo que haces con respecto a tus amigos, incluso en esas situaciones “puramente altruistas”, verás que la motivación primaria que te guía es, en la inmensa mayoría de los casos, egoísta. Y lo mismo sucede en lo que hacen tus amigos con respecto a ti. Ambos buscáis el propio beneficio como propósito fundamental de la relación de amistad.

Cuanto antes entiendas y aceptes esto, mejor entenderás y aceptarás a tus amigos, y mejor podrás gestionar tus relaciones personales para conseguir tus objetivos.

Relación de pareja

La percepción general que impera en las relaciones de pareja es un gran ejemplo de la distorsión de realidad que sufrimos sobre las motivaciones primarias de nuestro comportamiento.

Las relaciones de pareja, si no hay hijos de por medio, suelen ser transaccionales al 100%. Estoy con alguien si y sólo si obtengo algo a cambio que considero importante en un grado que considero suficiente. Esto puede romper la versión idílica de la pareja de las películas de Disney, donde todo se hace por amor desinteresado e incondicional, pero la vida real no es Disney. Las personas, en la vida real, funcionan con condiciones y motivaciones egoístas.

Vamos a generalizar un poco entre hombres y mujeres, ¿te parece?

Sí, ya sé, “yo conozco a alguien que no es así”, “no se puede generalizar”, bla, bla, bla.

Monsergas. Si quieres explicar el mundo, tienes que generalizar. Habrá excepciones a la regla, pero tiene que haber un reconocimiento de que existen probabilidades materialmente más elevadas de que se produzcan ciertos fenómenos frente a otros. Si no, como diría mi padre, ves menos que un gato de escayola.

Generalizar, si tus datos son fiables, te permite interpretar con mayor atino cómo funciona el mundo, por mucho que haya excepciones a tus generalizaciones. Nadie que diga “depende” muy a menudo tiene un criterio sólido sobre la realidad.

Sigamos.

Dejando las aspiraciones de formar una familia a un lado, tanto los hombres como las mujeres que están en una relación con cierto nivel de compromiso suelen buscar sentirse queridos y apoyados por su pareja, pero hay otras cosas fundamentales, en cada caso diferentes, que también suelen buscar.

Por ejemplo, una de las motivaciones primarias de las mujeres en una relación es la de buscar sentirse seguras y apreciadas. Y una de las motivaciones primarias de los hombres en una relación es la de buscar sentirse respetados y en paz. Esto no son tendencias culturales, son deseos primarios anclados en la biología de ambos sexos tras muchos siglos de evolución. Por eso a la mujer promedio le estalla la cabeza cuando su pareja se pasa horas jugando a videojuegos en vez de progresar en su carrera profesional y su estatus social, o cuando percibe que su pareja no aprecia su labor y su esfuerzo. Y por eso al hombre promedio le estalla la cabeza cuando su pareja hace algo que le deja mal delante de sus relaciones personales y/o profesionales, o cuando crea dramas constantes de la nada.

¿Hay relaciones que son excepciones a estos principios, en las que estas cosas no son tan importantes? Sí. Pero apuesto la barba, y no la pierdo, a que éstas han sido, y siguen siendo, las motivaciones primarias en la inmensa mayoría de relaciones de pareja heterosexuales desde el principio de los tiempos.

Por eso, es extremadamente probable que si un miembro de la pareja, o ambos, no recibe estas cosas en suficiente grado, abandone la relación y busque suerte con otras potenciales parejas. Y aún más en el contexto cultural actual, donde el creciente debilitamiento de la tradición provoca que las personas actúen en base a sus emociones del momento y no tanto en base a supuestos imperativos morales.

En otras palabras, si quieres tener una relación que funcione en la práctica, más te vale darle a tu pareja lo que busca al estar contigo. Lo que cada uno haya hecho por el otro en el pasado no importa. Lo que importa es lo que cada uno siente que recibe del otro en el presente y las expectativas de lo que recibirá en el futuro.

Nadie funciona incondicionalmente en una relación de pareja. Todos funcionamos de forma egoísta.

Esto puede parecer frío, pero es la cruda realidad. ¿Qué, principito o princesilla? ¿La pastilla roja o la pastilla azul?

Si entiendes y aceptas cómo funcionan las relaciones de pareja en la práctica, podrás hacerlo mejor. Si eres hombre heterosexual, sabrás que tu pareja quiere, probablemente, sentirse segura y apreciada contigo. Si eres mujer heterosexual, sabrás que tu pareja quiere, probablemente, sentirse respetado y en paz contigo. Y que para que las cosas funcionen tendrás que darle al otro, sin bajar la guardia durante demasiado tiempo, eso que de forma egoísta quiere obtener de su relación contigo.

Tu pareja no te quiere por ti mismo, ni hace cosas por ti por puro altruismo. Te quiere y hace cosas por ti esperando algo a cambio. Cuanto antes lo veas, mejor para ti.

La familia

Bueno, aquí llegamos a la excepción a la regla. Ya sabes que siempre tiene que haber alguna.

Las relaciones de familia directa, entendidas como padres, hermanos e hijos, pueden escapar, y a menudo lo hacen, de la motivación primaria egoísta que suele guiar nuestras acciones.

En la familia directa opera una motivación instintiva, biológica, que crea un lazo de unión de una potencia y calidad superiores a las que tenemos con otras personas. Y ese lazo provoca que no tengamos demasiado problema en relajar la búsqueda del beneficio propio y lo supeditemos al bienestar de los miembros de la familia directa, incluso si salimos mal parados. No es un lazo completamente invulnerable, pero las dinámicas que aquí operan juegan en otra liga. Especialmente la de los padres hacia los hijos (y dentro de ella, especialmente la de las madres hacia los hijos).

Ahí lo tienes, colega. Sólo tu madre y tu perro te quieren de forma absolutamente incondicional y están dispuestos a poner, de forma genuina y natural, tu bienestar por delante del suyo. Para todos las demás habitantes de este mundo, incluidas tus relaciones más cercanas, estás en un segundo plano y tienes que trabajártelo día a día si quieres mantenerte en él sin deslizarte más abajo.

No sufras, podría ser peor.

Conclusiones

La conclusión de todo este galimatías es muy evidente: Si quieres ser “red-pilled” y elegir ver la realidad tal y como es, no debes esperar que las personas se comporten en base a tu opinión de cómo deberían comportarse. Por el contrario, debes esperar que se comporten buscando su propio beneficio, dentro de las limitaciones de la situación concreta en la que se encuentren.

Por mucho que te resistas a incluir este principio en tu sistema de creencias, el mundo a tu alrededor continuará funcionando así. Día tras día, situación tras situación. Tu mejor jugada es aceptar la realidad, y centrarte en observar y entender qué tipo de beneficios concretos busca obtener, egoístamente, cada persona con la que interactúas. Por la sencilla razón de que esa información es fundamental para discernir entre esas personas.

No todos los beneficios tienen la misma calidad. No es lo mismo un empleador cuya motivación fundamental sea hacerse rico, que uno cuya motivación fundamental sea mejorar el mundo. No es lo mismo un amigo cuya motivación fundamental sea entretenerse y llenar tiempos muertos, que uno cuya motivación fundamental sea sentirse conectado a los demás. No es lo mismo una pareja cuya motivación fundamental sea experimentar cariño y compañerismo a largo plazo, que una cuya motivación fundamental sea no sentirse sola en el corto plazo.

Asume que la inmensa mayoría de personas con las que te vas a cruzar en tu vida son egoístas, pero aprende a diferenciar entre sus motivaciones para discernir a quién debes acercarte más y a quién menos. De quién puedes esperar más y de quién menos. Por quién debes hacer más y por quién menos.

Una vez hayas identificado a qué personas merece más la pena dedicar tu energía, lo mejor que puedes hacer para conseguir tus objetivos es ayudarlas a conseguir su propio beneficio. Primero, porque ellas mismas van a priorizar su búsqueda, en cualquier caso, en virtud de su naturaleza egoísta. Y segundo, porque gracias a la dinámica transaccional de las relaciones, ello acabará redundando, de una forma u otra, en tu propio beneficio personal.

También, por supuesto, puedes intentar relacionarte con los demás de forma no transaccional y sin condiciones. Dar, hacer y decir lo que crees que debes sin esperar absolutamente nada a cambio de la otra persona. Pero eso, amigo mío, es para nota. Es complejo filtrar las relaciones sin observar si se cumplen ciertas expectativas de contraprestación a tus comportamientos. Y aunque sea teóricamente lo más sabio, en la práctica es muy difícil renunciar a tus deseos más primarios. Tremendamente difícil. Créeme, lo he intentado.

Todos somos egoístas. Tú también lo eres. Y eso no es ni bueno ni malo, simplemente es. Lo que haces al respecto es lo que de verdad importa.

Pura vida,

Frank.

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2 comentarios en “Eres egoísta… y eso tiene mucho sentido”

  1. Muy buen post, realmente ayuda a abrir los ojos. La vía «Red-pilled» puede llevar a cierto desencanto en la visión sobre las relaciones personales, pero la matización sobre las motivaciones individuales es importante, y además, reconfortante. Gracias como siempre Frank

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