¿Cómo puedes saber si algo es verdad?

La búsqueda de la verdad ha sido, a lo largo de la historia, uno de los valores más protegidos y respetados por el ser humano. Saber qué es cierto – y qué no lo es – se ha considerado por las diferentes civilizaciones como el pilar fundamental sobre el que construir todo lo demás.

Las razones de este gran interés histórico por la búsqueda de la verdad son múltiples. Podría mencionar muchas, pero voy a centrarme en las tres principales:

  • En primer lugar, nuestro deseo de supervivencia biológica. Si sabemos que algo va a tener consecuencias negativas para nuestra salud o a provocarnos limitaciones de funcionamiento, lo evitaremos para tener mayores probabilidades de prosperar. Por el contrario, si desconocemos la verdad, lo más probable es que acabemos sufriendo, con mayor o menor gravedad, las consecuencias de nuestra ignorancia. Los que saben lo tienen más fácil para sobrevivir, los que no saben lo tienen más difícil.
  • En segundo lugar, nuestro deseo de supervivencia psicológica y emocional. Tendemos a querer formar creencias sobre nosotros mismos y sobre el mundo que nos rodea que no sean fácilmente rebatibles por los demás como falsas, para evitar sufrir mellas en nuestra autoestima y salvaguardar nuestra identidad. Ese fenómeno nos hace alejarnos de lo que parece evidente que es falso y gravitar hacia otras alternativas que parecen más veraces.
  • En tercer lugar, nuestro deseo de progreso económico y social. Para que la sociedad evolucione de forma sostenible, es necesario apuntalar las nuevas iniciativas sobre cimientos sólidos. A través del método científico y su proceso natural de testeo de hipótesis y experimentación, vamos separando el grano de la paja y seleccionando aquellas leyes y principios sobre los que podemos apoyarnos para llegar al siguiente nivel de conocimiento.     

Dado que llevamos rodando con estos incentivos de comportamiento durante ya varios siglos, deberíamos entonces conocer la verdad sobre prácticamente todo lo que es relevante para la humanidad, ¿no es así? Debería haber un consenso general muy firme sobre lo que es cierto y lo que no, exceptuando lo que se encuentra más allá de los límites actuales de la ciencia.

Sin embargo, lo que sucede en la práctica es algo muy distinto. Disponemos de una gran cantidad de información, sí, pero al mismo tiempo nos resulta tremendamente difícil saber qué información es fiel a la realidad (= “cierta”) y qué información no lo es. De hecho, parecemos tener opiniones que son contrapuestas con las de muchas personas en la inmensa mayoría de las cosas, incluso las cosas más básicas.

¿Por qué pasa esto?

¿Es tan crucial impulsar y mejorar nuestro proceso de búsqueda de la verdad?

Y lo que es aún más importante… ¿qué demonios debemos hacer para conseguirlo?

Veámoslo.

Los diferentes tipos de verdad

La palabra “verdad” tiene interpretaciones muy variopintas. Dependiendo de con quién estemos hablando y el contexto de la conversación, el significado del término es diferente. Pero, reducido a su máxima esencia, podemos distinguir 3 tipos de verdades:

  1. Verdades objetivas
  2. Interpretaciones personales de hechos objetivos
  3. Creencias

Cada uno de estos tres grupos comprende una casuística de situaciones muy diferente de los otros. Y cada vez que te preguntes “si algo es verdad”, es fundamental que sepas muy bien en cuál de ellos te encuentras, o te acabarás metiendo en muchos líos.

1. Verdades objetivas

Las verdades objetivas son aquellos fenómenos que son ciertos, con independencia de que estés o no de acuerdo con que lo sean. Las conclusiones a las que volveríamos a llegar de forma natural como civilización a través del método científico si, de repente, todo lo que hoy sabemos sobre el mundo fuera destruido sin contemplaciones por Godzilla.

La fuerza de la gravedad opera de cierta manera, estés de acuerdo con ello o no. Los planetas del sistema solar siguen una órbita concreta alrededor del sol, estés de acuerdo con ello o no. El agua hierve a una temperatura determinada, estés de acuerdo con ello o no. La tierra no es plana, capullo, estés de acuerdo con ello o no. Y un arqueólogo que desentierre dentro de 200 años el cuerpo de un hombre que se autopercibe mujer llegará a la conclusión de que son los huesos de un hombre, estés de acuerdo con ello o no.  

2. Interpretaciones personales de hechos objetivos

¿Has estado alguna vez en una situación en la que dos personas observan el mismo hecho, pero cuando lo relatan, sus versiones no parecen coincidir?

Si no has presenciado el hecho directamente y sólo escuchas los relatos de ambas, ¿cómo podrías saber cuál de ellas está contando “la verdad”?

En psicología, este fenómeno se conoce como el efecto Rashomon, inspirado en la película de Akira Kurosawa, que se basa en la muerte de un samurái y la violación de su esposa. La historia se va presentando a través de los relatos de varios personajes de la trama, que no coinciden entre sí. La película finaliza sin que el espectador sepa cuál es la versión “auténtica” de lo sucedido, porque en realidad, ninguna versión lo es del todo. Y al mismo tiempo, todas las versiones lo son en parte.

El efecto Rashomon representa la subjetividad de un hecho concreto cuando pasa por el filtro de la mente humana. Nuestra definición de la verdad de una experiencia está influenciada por las limitaciones de la memoria, nuestras creencias e ideologías, nuestro estado de ánimo, nuestra cultura, el contexto en el que nos encontramos, nuestras vivencias previas, nuestros intereses personales y muchos otros factores. Por esta razón, dos personas pueden ofrecer, y a menudo lo hacen, dos versiones muy diferentes del mismo hecho objetivo, lo cual no es otra cosa que dos formas diferentes de percibir la realidad.

Seguro que le ves alguna que otra aplicación en el mundo de la política, la historia, incluso en tu vida cotidiana, ¿no es así?

3. Creencias

Las creencias son esquemas cognitivos o ideas acerca de cómo funciona el mundo. Cada persona va conformando su abanico de creencias sobre los diferentes aspectos de la vida a medida que va pasando el tiempo, en función de factores como la educación que recibe, las personas con las que se relaciona o las experiencias que tiene en su vida.  

Ejemplos de creencias son:

  • Es más importante conocer a las personas adecuadas que trabajar duro
  • El dinero no da la felicidad
  • Dios existe
  • Ir a la universidad es una pérdida de tiempo
  • El capitalismo funciona mejor que el comunismo
  • La causa del cambio climático es el ser humano
  • Vivimos en un patriarcado y no hay igualdad entre hombres y mujeres
  • Es mejor ser sincero que decirle a los demás lo que quieren oír
  • Alquilar es tirar el dinero

Las creencias componen una parte fundamental de la identidad de las personas. Influencian poderosamente nuestra escala de valores, nuestras decisiones y hábitos, así como con quién tendemos a relacionarnos. Son nuestro mapa de referencia para navegar el mundo. Para nosotros son nuestra “verdad”, en el auténtico sentido de la palabra. Se apuntalen en cimientos sólidos, fiables y contrastables con datos empíricos, o sean ideas largamente infundadas.

¿Por qué nuestra “verdad” no suele coincidir con la de los demás?

Empecemos por lo más obvio: El gran motivo por el que el concepto de “verdad” parece tan difuso y endeble en los tiempos que corren es que somos, como individuos y como sociedad, cada vez menos conscientes de que hay una gran diferencia entre nuestras creencias e interpretaciones subjetivas de los hechos, por un lado, y lo que hemos denominado verdades objetivas (“científicas”) por otro.

Muchos de nosotros ni siquiera consideramos que podemos estar equivocados. Tratamos nuestras creencias personales y nuestras interpretaciones subjetivas de la realidad como verdades absolutas. No caemos en la cuenta de que todas esas cosas de las que estamos tan seguros no tienen, ni de lejos, la solidez ni el nivel de veracidad que les otorgamos, sino que más bien están sostenidas por infinidad de hilos invisibles que son, largamente, fruto del azar: La tirada de dados que determina dónde hemos nacido, quiénes son nuestros padres, cuáles son nuestras circunstancias, a qué colegio hemos ido, con qué personas nos hemos juntado o incluso la forma concreta en la que ha llegado a nosotros la información.

Y, por supuesto, tampoco caemos en la cuenta de que los hilos invisibles que sostienen las creencias y las interpretaciones de la realidad de otras personas, también largamente fruto del azar, no tienen por qué ser, y a menudo no son, iguales a los nuestros. La tirada de dados de la providencia dio otros resultados. Y eso provoca que su visión de las cosas no coincida con la nuestra, incluso si el hecho que ambos experimentamos es, objetivamente, el mismo.

Sin embargo, a pesar de las dificultades de partida, en la práctica se desarrolla en nosotros un mecanismo más complejo: Al ser animales gregarios y sentir una intensa necesidad de pertenencia, durante el proceso de socialización adaptamos nuestras creencias e interpretaciones de la realidad a las de los miembros de nuestro entorno más cercano. Es un proceso largamente inconsciente, pero está condicionado por nuestro deseo de sentirnos aceptados.

La consecuencia de todo esto es que empezamos a funcionar con verdades de grupo. Verdades que son distintas de las verdades de otros grupos diferentes al nuestro. Verdades que se retroalimentan mediante cámaras de eco y otros fenómenos psicológicos como el sesgo de confirmación, que provoca que inconscientemente prestemos más atención a la información que avala nuestras creencias e interpretaciones previas, y obviemos la información que entra en conflicto con ellas.

La química de la rivalidad hace el resto. Se generan enfrentamientos entre los grupos y las formas de diálogo se deterioran. La importancia del contenido de fondo se diluye. Y lo que acaba importando no es tanto el acercarse cada vez más a la verdad, sino mantener la lealtad al propio grupo y la hostilidad hacia el grupo rival.  

Antes de que nos demos cuenta, la búsqueda de la verdad queda supeditada a los intereses de poder del grupo al que pertenecemos. Y como tal, se aliena y se contamina.

¿Te suena?

Seguro que sí.

¿Por qué es importante impulsar y mejorar nuestro proceso de búsqueda de la verdad?

Vale, Frank. Pero ¿de qué nos sirve acercarnos más a la verdad? Mientras podamos funcionar más o menos bien en nuestro día a día es suficiente, ¿no? Además, ¿no son todas las creencias y las interpretaciones subjetivas de la realidad igualmente válidas, si todos somos únicos y diferentes?

Bueno, dímelo tú, colega. ¿A qué aspiras en la vida?

Nunca vas a tener toda la información relevante, ni vas a eliminar totalmente la influencia de tus vivencias pasadas en tus creencias, ni vas a erradicar el impacto de los sesgos cognitivos, las emociones y el contexto en la manera en la que interpretas la realidad.

Es cierto. No va a ser perfecto. Pero eso no quiere decir que todo valga y que no puedas hacerlo mejor.

¿Cuál debe ser tu objetivo?

Maximizar las probabilidades de decidir bien para vivir una buena vida.

O lo que es lo mismo, minimizar las probabilidades de decidir mal.

Por eso, cuanto más te acerques a «la dimensión objetiva de la verdad”, o dicho de otra forma, cuanto mejor fundamentadas se encuentren tus creencias e interpretaciones de la realidad, más probabilidades tendrás de decidir bien y de obtener buenos resultados.

No todas las creencias son igualmente útiles, ni todas las interpretaciones de un hecho igualmente legítimas. Hay niveles de calidad, unos más altos y otros más bajos. Y subir peldaños en esa escalera tiene valor real.

Frank Spartan no tiene ningún problema en aceptar la existencia del efecto Rashomon («que cada uno tenga su verdad”) y comprender las causas por las que éste se produce. Pero eso no quiere decir que le dé la misma validez práctica a unas creencias y a unas interpretaciones de la realidad que a otras. Unas están menos sesgadas que otras. Unas se encuentran más fundamentadas en motivaciones vitales contrastadas y palancas de comportamiento universales que otras. Unas son más consistentes con la historia que otras.

Y unas tienen más probabilidad de conseguir buenos resultados que otras. Así de sencillo.

Ahora bien, ¿en qué áreas de tu vida debes perseguir esa búsqueda de la verdad para conseguir mejores resultados?

¿En todas?  

¿Debes buscar la verdad en todo lo que suceda, todo lo que observes, todo lo que leas, todo lo que escuches?

No.

Aquí es donde introducimos un concepto extraordinariamente importante: La diferencia entre inteligencia y sabiduría.

Aplicado al caso que nos ocupa, si definimos la inteligencia como la capacidad de leer e interpretar el mundo de la forma más veraz posible, podríamos decir que la sabiduría es la capacidad de discernir dónde merece la pena hacer ese esfuerzo de búsqueda de la verdad, y dónde no.

Las áreas en las que este esfuerzo puede merecer la pena son aquellas que afectan directamente a nuestras fuentes duraderas de felicidad, ampliamente contrastadas por la ciencia: La elección y desarrollo de nuestra carrera profesional, nuestras relaciones personales, nuestra salud física, mental y financiera, nuestra fuente de propósito, la educación de nuestros hijos.

En estos campos, acercarte todo lo que puedas a la dimensión objetiva de la verdad tiene mucho valor. En ellos debes operar, en el auténtico sentido de la palabra, como un científico. Consulta, contrasta, experimenta, descubre, perfecciona tu visión sobre las cosas, aunque ello amenace ligeramente tu identidad e introduzca diferencias de pensamiento con algunas personas de tu entorno de referencia.

¿Por qué?

Sencillamente, porque estas áreas vitales son demasiado importantes como para caminar con poca luz. Son áreas en las que no puedes permitirte tropezar y romperte las narices.

Ahora bien, la inmensa mayoría de todo lo demás es largamente prescindible, por mucho ruido que haga en tu entorno, en la televisión o en Twitter. Y debes tratarlo como tal sin que te tiemble el pulso.

Eso es vivir con sabiduría. Saber diferenciar cuándo debes buscar la verdad y cuándo no. Saber elegir cuándo conviene utilizar el poder de la inteligencia para apartar el humo, y cuándo conviene dejarlo tranquilo en su funda y convivir en paz con la ignorancia.

¿Cómo podemos acercarnos más a la verdad en las cosas que importan?

Vale, Frank. Ahora que tengo claro en qué áreas quiero acercarme todo lo posible a esa dimensión objetiva de la verdad, ¿cómo demonios lo hago?

Muy sencillo. Sólo tienes que prestar atención a dos cosas.

La primera, adoptar la perspectiva mental adecuada. En lenguaje llano, mandar al orgullo, ese duendecillo de dientes negros que te susurra al oído que siempre tienes razón, a freír espárragos.

Debes convencerte a ti mismo de que, por muy seguro que estés de algo, no estás en posesión de la verdad. Tu mayor enemigo en la búsqueda de la verdad eres tú mismo. Tus propias limitaciones. Y como tal, es perfectamente posible que tus convicciones no estén bien fundamentadas y se encuentren bastante lejos de la dimensión objetiva de la verdad.

Dudar de tus convicciones no es algo malo. Y ponerlas a prueba tampoco lo es. Recuerda, hemos descubierto todas las verdades objetivas que conforman nuestro conocimiento científico a través de dudar, contrastar y perfeccionar lo que antaño creíamos que era cierto. Y para eso ha sido necesario partir de una actitud de humildad. De una posición en la que decimos “no sé mucho, pero quiero saber más”. ¿Por qué no ibas a hacer tú lo mismo si quieres acercarte más a la verdad en las áreas importantes de tu vida?

La segunda, exponerte proactivamente a información que entra en conflicto con tus creencias e interpretaciones de la realidad. Salir de la cámara de eco. Escuchar otras visiones. Intentar entender por qué esas personas piensan como piensan. Empatizar y tratar de apreciar el mundo desde sus ojos.

Curiosamente, ese proceso de escucha activa suele transformar nuestra capacidad de entendimiento. Nos ayuda a identificar fallos de razonamiento y a rellenar espacios vacíos con piezas con las que antes no contábamos. Incluso puede provocar que ambas partes, antes enemigos de opinión, colaboren en la búsqueda de la verdad. Y es que todos los datos del mundo, por abrumadores que sean, no conseguirán cambiar la percepción de alguien que no se siente escuchado.  

Para terminar, aquí tienes algunas creencias e interpretaciones de la realidad que quizá te resulten contraintuitivas, pero que, tras su debido contraste, son imprescindibles en el cuadro de mando de la verdad de Frank Spartan:  

Cuanto más duro sea el proceso hacia algo que quieres conseguir, más satisfacción te producirá recorrer el camino y menos importancia le darás al resultado. Ante la duda, elige el camino duro frente al fácil.

En el viaje hacia la felicidad y la realización personal, el éxito profesional está profundamente sobrevalorado y las relaciones humanas profundamente infravaloradas.

Tu salud es más débil de lo que parece y debes cuidarla mucho más de lo que consideras razonable a primera vista.

El objetivo primario de las instituciones no es tu bienestar. Tu mejor estrategia es salvarte a ti mismo.

En todos los campos de la vida, un momento breve de incomodidad intensa es altamente preferible a una situación prolongada de incomodidad soportable.

Nadie tiene poder sobre ti si tu no se lo entregas voluntariamente antes.

Para ser capaz de querer a otra persona de verdad, has de ser primero capaz de estar bien sin ella.

Todo lo que no mejora, empeora.

Sentirte mejor depende de cosas que puedes hacer todos los días sin grandes esfuerzos.

La forma más efectiva de aprender es enseñar.

Es difícil recibir cosas buenas de los demás si no las das tú primero.

Tu vida es relevante en proporción a cuánto mejora el mundo a tu alrededor gracias a aquello en lo que decides invertir tu tiempo.  

¿Tiene todo esto algún fundamento? ¿Es así como funciona la realidad en la práctica? ¿O son creencias sin base?

El tiempo me lo dirá. Y también te lo dirá a ti. 

Pura vida,

Frank.

Si este artículo te ha parecido interesante, enróllate y comparte

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.

Descubre más desde Cuestion de Libertad

Suscríbete ahora para seguir leyendo y obtener acceso al archivo completo.

Seguir leyendo