¿Debemos conformarnos con lo que hay? (Parte I)

Muchos de nosotros nos encontramos constantemente con situaciones en las que apreciamos imperfecciones. Algunas de estas situaciones se producen alrededor de dimensiones vitales de gran relevancia para nuestra satisfacción: Nuestra ocupación, nuestra sensación de autonomía y libertad, nuestras relaciones, nuestros sueños y pasiones. Pueden ser cosas tan variopintas como fricciones en nuestro ecosistema laboral, frustraciones en nuestra relación de pareja, expectativas no satisfechas en nuestras interacciones con los amigos, dificultades para dedicar tiempo y atención a aficiones que nos interesan, pasiones enterradas que no acaban de salir a la luz… y un largo etcétera.

Esas situaciones que consideramos imperfectas, cuando hacen referencia a dimensiones vitales tan relevantes como las mencionadas, son algo a lo que debemos prestar mucha atención y sobre lo que debemos decidir cojonudamente bien. Meter la pata al decidir qué movimiento hacer en estos casos puede tener consecuencias graves y de larga duración sobre nuestra felicidad. Por eso la pregunta que da título a este post, la decisión de conformarse o no con la mano de cartas que tenemos en ese tipo de situaciones, es de tanta importancia.

El problema, amigo mío, es que esta pregunta es un poco puñetera de atacar, porque comprende una casuística muy amplia y no resulta sencillo trazar líneas de navegación que sirvan para todos los barcos y todos los capitanes. Aun así, vamos a meterle mano con sutileza, a través de una serie de posts que cubrirán los aspectos que Frank Spartan considera fundamentales para responder a esa condenada pregunta con suficiente perspectiva y profundidad.

Para facilitar la digestión de los argumentos y evitar empachos innecesarios, empezaremos con un post de consideraciones generales que dividiremos en dos partes: En la primera parte, ésta, abordaremos las prácticas habituales y los riesgos a tener en cuenta cuando nos enfrentemos a este tipo de situaciones y debamos decidir qué hacer. Y en la segunda parte abordaremos los componentes de cómo decidir bien sobre esta interesante disyuntiva de si debemos conformarnos con lo que hay, o por el contrario sacar el dedo corazón a escena y luchar para cambiar las cosas.

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La importancia de la actitud

Existe una variable que tiene un gran peso en nuestra sensación de satisfacción – o insatisfacción – con respecto a la situación sobre la que debemos tomar una decisión: La actitud que adoptamos al enfocarla.

La actitud no es algo con lo que la providencia juega a los dados y cuyo resultado nos es entregado con un lacito rojo al nacer. No viene de serie como el color de los ojos, nuestra hiperactividad o nuestra mala leche. Es una decisión personal.

Cuando nos exponemos a una situación concreta, seamos conscientes de ello o no, elegimos el modo en el que interpretamos las cosas. Las mismas cosas tienen diferentes significados para diferentes personas, dependiendo de la lente a través de la cual esas personas decidan contemplar esas mismas cosas.

Actitud, lo que se dice actitud, no me falta

Esto es un área en la que la psicología y otras ciencias de la salud mental han profundizado ya muchísimo, y también la raíz de muchas prácticas terapéuticas que pretenden corregir desequilibrios emocionales. Aquellas personas afortunadas que encuentran el camino para aprender a dominar sus emociones ante los acontecimientos externos tienen a su disposición un turbopropulsor que apunta directamente al paraíso de la satisfacción vital. Y aquellos que no lo encuentran, la inmensa mayoría, permanecen en tierra con cara de despistados. Algunos incluso descienden a los infiernos con regularidad porque sus emociones tienen la fuerza y las malas pulgas de El Increíble Hulk.

Una puntualización importante: El ámbito de este post no se extiende a situaciones que generan un estado de insatisfacción extrema. Una persona en un estado tan grave no suele plantearse la pregunta de si debe conformarse o no con las cartas que tiene, porque su problema es de otra índole e incluso puede requerir tratamiento profesional. El ámbito de este post se ciñe a situaciones más cotidianas, ligadas a una dimensión importante para nuestra satisfacción vital, en las que nos sentimos relativamente insatisfechos y donde esa disyuntiva, el conformarnos o no, surge en nuestra cabeza de forma natural.

Dicho esto, volvamos a nuestro argumento sobre la importancia de la actitud en la satisfacción que experimentamos al interactuar con el mundo. En esta línea, hay dos grandes pilares que ayudan a incrementar nuestro control sobre el impacto de los acontecimientos externos en nuestro estado emocional:

  1. La aceptación
  2. El pensamiento positivo

Examinémoslos uno a uno.

La aceptación

La sabiduría para aceptar las situaciones no es algo fácil de alcanzar. Tenemos una tendencia natural a querer cambiar lo que hay fuera de nosotros para que se adecúe a nuestros deseos, y el no poder hacerlo es una fuente inagotable de ansiedad y frustración que se va almacenando en nuestro interior y genera negatividad en nuestros pensamientos y reacciones. Seguro que has visto a alguien despotricar contra su jefe, darle un golpe a un objeto inanimado porque deja de funcionar o regurgitar improperios a los jugadores de un partido de fútbol desde la grada como si pudieran oírle perfectamente y estuvieran programados para hacerle caso.

Cuando nos encontramos en ese estado emocional de negatividad, resulta imposible responder con destreza a la pregunta de nuestro post. Porque creeremos que el mundo entero conspira contra nosotros y cualquier situación, actual o potencial, nos parecerá insatisfactoria. En ese contexto, la pregunta carece de sentido.

Sin embargo, cuando aprendemos a aceptar de verdad, sin intentar modificar lo que ya existe y sobre lo que no tenemos capacidad de influencia, liberamos una cantidad enorme de energía y empezamos a encontrar la paz interior. Y ése es un estado mucho más estable y productivo desde el que construir todo lo demás, como por ejemplo las alternativas de actuación que tenemos a nuestro alcance para mejorar la situación en la medida de lo posible.

El pensamiento positivo

Aplicar pensamiento positivo a las situaciones en las que nos vemos involucrados es un complemento fundamental a la práctica de la aceptación, porque espolea dicha aceptación hacia el camino correcto. Podemos haber aceptado una situación, pero nuestro estado emocional será muy diferente si elegimos ver su lado bueno y darle menos importancia a su lado menos bueno que si hacemos lo contrario.

Incluso situaciones altamente indeseables, como por ejemplo que te des cuenta demasiado tarde de que se haya acabado el papel higiénico en el baño del bar en el que estás esperando a tu nueva novia, son susceptibles de interpretación y de adopción de un enfoque diferente. Si no lo crees posible, piensa en tres otras cosas que podrían pasar y que harían de esa situación de ausencia de papel higiénico algo mucho peor en la práctica. Ejemplos podrían ser que te dé un espasmo muscular que te inmovilice mientras te encuentras en posición fetal, que haya una fuga de agua en las tuberías del baño y la puerta se bloquee, o que tus intestinos se cierren en banda, te impidan evacuar y acabes explotando como un globo aerostático, poniendo las paredes perdidas de restos humanos.

Después de pensar en esos escenarios, es probable que la ausencia de papel higiénico no te parezca una hecatombe de tanto calibre y hasta te rías de la situación, lo que te ayudará a pensar con mayor claridad sobre cómo salir de ese atolladero. Y esto se puede aplicar a cualquier otra cosa, por trágica que pueda parecer en primera instancia.

Ahí lo tienes: Aceptación y pensamiento positivo. O dicho de otro modo, un poco de perspectiva y actitud, marinero. Recuerda lo que hemos comentado anteriormente: La actitud no viene de serie; es una decisión personal que tomamos al enfrentarnos a cada situación, y como tal un hábito que podemos forjar con la práctica para incrementar nuestra sensación de satisfacción – o reducir nuestra sensación de insatisfacción.

Vale, Frank. Pero si la actitud adecuada nos permite reducir o incluso evitar nuestra sensación de insatisfacción, ¿qué sentido tiene remover cielo y tierra para cambiar las cosas? ¿No podemos simplemente conformarnos y aprender a ser felices con lo que tenemos mediante la aceptación y el pensamiento positivo?

Ésa, amigo mío, es una gran pregunta.

El lado oscuro de la aceptación y el pensamiento positivo

Ya hemos visto que desarrollar nuestra capacidad de aceptación y aplicación del pensamiento positivo puede resultar de gran ayuda para reducir, incluso eliminar, nuestra sensación de insatisfacción con respecto a una situación determinada. Pero hay un lado oscuro en ellos que debemos vigilar: El coste escondido de conformarnos con lo que hay y renunciar a la posibilidad de mejorar las cosas, particularmente cuando lo hacemos por las razones equivocadas.

Éste es un riesgo muy real. Y es que, a veces, lo que llamamos aceptación y actitud positiva no es más que una forma de esconder nuestras inseguridades y taras emocionales. Nos decimos a nosotros mismos que estamos aceptando una situación que nos genera insatisfacción para autojustificarnos y legitimizar nuestra decisión de inacción. Nuestra decisión de conformarnos.

Sin embargo, lo que en realidad ocurre, el verdadero hilo conductor de nuestra forma de actuar, son desequilibrios emocionales como el miedo, la vagancia o la sensación de impotencia, provocados por factores que debilitan nuestra fe en nosotros mismos, como las creencias limitantes. El creer que no sabemos, que no podemos, que no somos lo suficientemente buenos. Pensamientos que a menudo no tienen base real y que nos apartan de la posibilidad de convertirnos en la mejor versión de nosotros mismos.

Si la causa real de nuestra decisión de conformarnos son esos desequilibrios emocionales, es muy probable que nunca encontremos una sensación de satisfacción vital sana y equilibrada, por muy cracks que seamos en el manejo de la aceptación y el pensamiento positivo. Porque esa decisión emerge de una raíz enferma. Y esa enfermedad se acabará manifestando tarde o temprano en nuestro estado emocional. No es algo de lo que puedes escapar tan fácilmente.

La posición de Frank Spartan al respecto es simple: Nada de trampas, marinero. Para que todo este rollo de la aceptación y el pensamiento positivo tenga utilidad real en las dimensiones clave de nuestra vida, tiene que partir de una buena raíz; una raíz fuerte que nos permita decidir bien sobre cuál es la opción correcta en cada situación que nos genera insatisfacción: Conformarnos o luchar para cambiar las cosas.

¿Por dónde empezamos?

Una raíz sana y fuerte para decidir bien sólo puede surgir de dos semillas: Una comprensión adecuada de la realidad y saber escuchar a nuestra voz interior. En otras palabras, tenemos que tomarnos el tiempo para entender bien la situación a la que estamos expuestos y lo que nuestro yo profundo anhela de verdad hacer, en base a nuestros valores y nuestra filosofía de vida. Solamente así podremos decidir bien, sea la decisión aceptar la situación tal y como es, o sea luchar para intentar mejorar las cosas. Cuando decidimos así, la decisión estará bien tomada, con independencia de que obtengamos el resultado deseado o no.

En nuestra cultura estamos obsesionados con los resultados. Queremos acertar, y queremos hacerlo lo más rápido posible. Sin embargo, y por muchas presiones que encontremos a nuestro alrededor, obtener el resultado deseado en estos aspectos no debe ser el foco de nuestra atención y energía. El resultado es algo que no podemos controlar, porque siempre estaremos expuestos al riesgo de que las cosas no salgan como deseamos.

Lo verdaderamente importante, lo único que podemos hasta cierto punto controlar, es que la raíz de nuestra toma de decisiones en las áreas importantes de la vida sea lo más sana y fuerte posible para que podamos decidir bien. Y decidir bien es la mejor forma de maximizar las probabilidades de obtener, eventualmente, el resultado deseado.

Ahí es donde debes centrarte: En construir la estructura adecuada para decidir bien. Si haces eso, los resultados vendrán.

En la segunda parte de este post profundizaremos en cómo demonios conseguimos hacer todas estas majaderías.

Pura vida,

Frank.

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