¿Somos realmente libres?

El post de hoy tiene un cariz diferente. Vamos a dejar la historia de Frank Spartan a un lado por unos momentos y ahondar en otro tema.

Voy a explicarte de qué va todo esto de la libertad y para qué sirve. Y lo voy a hacer de una forma que espero sea didáctica para ti y que te lleve a hacerte algunas preguntas.

Una pauta mental muy curiosa es que casi todos nosotros nos sentimos libres. No nos da la sensación de que nadie nos esté obligando a hacer nada.

  • Nos levantamos y desayunamos lo que nos apetece.
  • Vamos a trabajar y hacemos las cosas a nuestro ritmo.
  • Salimos a comer y elegimos el menú.
  • Vamos al gimnasio y decidimos qué ejercicios hacer y con quién hablar.
  • Llegamos a casa por la noche y elegimos qué serie de Netflix queremos ver.
  • Cuando llega el fin de semana decidimos con quién quedar y qué plan hacer.
  • Cuando llega la temporada de vacaciones elegimos dónde queremos ir y qué haremos cuando lleguemos allí.

Esto, así dicho, suena genial. ¿No es verdad? Está más claro que el agua que somos libres como un pájaro.

Bueno, veamos si eso es así.

¿Qué has hecho con tu libertad?

La primera pelota que te lanzo es ésta:

Imagina que tuvieras poder infinito. Como el genio de Aladino, pero en plan bien: Con algo menos de barriga, un corte de pelo más moderno y sin tener que dormir en una puñetera lámpara de latón.

¿Ya lo tienes? Bien.

Ahora quiero que dibujes la vida ideal que te darías a ti mismo con esos poderes. No seas tímido y deja que tu imaginación vuele alto. Sólo te pido una cosa: No te dejes llevar por la tentación de elegir placeres materiales y grandes lujos. Si estás leyendo esto quiero creer que intuyes que esas cosas por sí solas no suelen llevar demasiado lejos.

¿Ya? Muy bien.

Ahora quiero que compares esa vida ideal con la vida que vives ahora. Y si eres todavía joven, que la compares con la dirección que llevas y hacia dónde te diriges si siguieras por ese camino.

Es posible que aprecies que existe una distancia bastante elevada entre ambas vidas. Si eso es así, ahí va la segunda pelota que te lanzo:

¿Por qué?

¿Si estás tan seguro de que eres libre, por qué no estás más cerca de tu vida ideal?

Ah, ya lo tengo: Estás eligiendo libremente no vivir tu vida ideal.

Mmm…pero eso no tiene mucho sentido, ¿no? ¿Por qué harías algo así?

Ahora llegamos al momento en el que niegas con la cabeza y dices: Que no, Frank, no seas cachondo. Que no soy yo. Son las circunstancias. Hay cosas que no puedo hacer. Llego hasta donde llego y con eso me basta. Soy feliz así.

Pero, en ese momento, la tercera pelota sale despedida de mi mano hacia ti:

Hay alguna cosa que haces muy bien. Tienes algún talento especial. Quizá no lo hayas desarrollado del todo o lo utilices demasiado en tu día a día, pero seguro que intuyes que lo tienes. Y que también intuyes que, si encontraras un camino para poner ese talento en práctica, podrías alcanzar cotas de felicidad y satisfacción mucho más altas que en las que te encuentras ahora.

Piensa en ello si quieres, pero sigue prestando atención porque te estoy lanzando ya la cuarta pelota:

Existen relaciones con personas que frecuentas a menudo que no te satisfacen. Puede que sea la relación con tu pareja, tus padres, tus hijos, tus amigos o tus compañeros de trabajo. Quizá esas personas no te dan lo que necesitas. Quizá no te comprenden bien. Quizá no te hacen crecer ni te estimulan a desplegar la mejor versión de ti mismo cuando interactúas con ellas. Quizá son relaciones que tuvieron sentido en el pasado, pero que ya no lo tienen en el presente. Y sabes que, si pudieras transformar esas relaciones e incluso sustituir algunas de ellas por otras nuevas, podrías alcanzar cotas de felicidad muy superiores.

¿Sigues pensando? Bien. Pero no te duermas, porque ahí va la quinta pelota:

Hay cosas en tu paleta de habilidades y en la actitud con la que enfocas la vida que no te gustan demasiado. Puedes llamarlas limitaciones si quieres. Cosas que preferirías que no existieran. Quizá te gustaría ser más asertivo. Quizá te gustaría tener mejores habilidades sociales. Quizá eres pesimista. Quizá eres inseguro. Quizá no sabes venderte bien. Y muy posiblemente, has elegido aceptar todas esas limitaciones porque no crees que puedas hacer nada al respecto, o, aunque creas que sí puedes, no dispones de tiempo ni energía para intentarlo. Pero sabes que, si te desarrollaras un poco en esos campos y eliminaras algunas de esas limitaciones, alcanzarías también cotas de felicidad muy superiores.

Ahora, amigo mío, hay dos posibilidades: O bien me has devuelto limpiamente todas las pelotas que te he lanzado, en cuyo caso eres un artista de la libertad que se merece que Frank Spartan se descubra su casco espartano, o bien hay alguna o varias de esas pelotas que te han dado de lleno en las narices y te han mandado al suelo.

Si estás en el segundo grupo y has tocado suelo, no te preocupes: La inmensa mayoría de nosotros vivimos así. Hemos incorporado a nuestra vida una serie de creencias limitantes, pautas de pensamiento y hábitos que nos impiden vivir con libertad en las áreas que de verdad importan. Las que de verdad marcan la diferencia entre una vida normal y una vida bien vivida. Entre un «no me ha ido del todo mal» y un «estoy orgulloso de cómo he vivido», cuando llegamos al final del camino.

¿Cómo puedo hacerlo mejor?

Lo que quizá te sorprenda es que todas esas pelotas, que ahora aprecias como independientes y con dinámicas separadas, están en la práctica muy correlacionadas. Existe un camino que te permitirá coger todas esas pelotas una a una y hacer malabarismos con ellas con una sonrisa de oreja a oreja.

En ese camino hay muchos tesoros escondidos, pero hay tres que resultan fundamentales para aumentar tu destreza en el ejercicio de la libertad:

  1. Reducir el poder que la necesidad de generar dinero para vivir tiene sobre tus pensamientos y tu conducta. Ése es el factor que más inseguridades introduce en nuestras vidas y tienes que librarte de él como de un mal virus;
  2. Aprender a valorar la opinión de los demás en su justa medida (lo que implica saber identificar aquellos pocos casos en los que esa medida no debe ser cercana a cero y pasar olímpicamente del resto con la elegancia de un lord inglés) y actuar en consecuencia; y
  3. Deshacerte de la creencia de que quién eres y qué quieres es algo que viene de serie y es inmutable en el tiempo, lo que implica abrazar la filosofía de mantenerte en movimiento a través del desarrollo personal y de lanzarte a probar nuevas experiencias continuamente.

Ahí lo tienes. Esos tres principios son la base de todo. El nivel de ejercicio de libertad que conseguirás si los conquistas está a años luz del nivel medio en el que las personas que se creen libres se encuentran en la práctica.

Lo interesante es que la forma correcta de perseguir el primer principio te llevará de forma natural a conseguir, indirectamente, los otros dos. Por eso te decía que las pelotas que te he lanzado antes están correlacionadas, aunque a simple vista parezcan seguir trayectorias independientes.

Desgranaremos todo esto en el blog, porque hay mucha madera que cortar.

Hasta entonces…

Pura vida,

Frank.

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