La conciencia: El elemento más importante para comprender el mundo

Frank Spartan suele torturarse a sí mismo leyendo a los clásicos de vez en cuando.

Digo “torturarse” porque los cachondos de los sabios de hace siglos no se prodigaban precisamente por hacer su prosa amena y liviana para el común de los mortales. No, eran más bien auténticos expertos en escribir como si tuvieran un objeto de grandes dimensiones incrustado bien dentro del esfínter.

Aún así, los leo. Y la razón no es otra que la imperecedera validez de muchas de sus ideas con independencia de las circunstancias concretas en las que el individuo, o la sociedad en la que vive, se encuentren.  Las respuestas a la mayoría de nuestros problemas y tribulaciones, que tan únicos y personales consideramos que son, están ahí.

El problema es que hoy en día solemos prestar más atención a lo que piensan y dicen políticos moralmente cuestionables, pseudoartistas de Reggaetón y líderes oportunistas de movimientos sociales que tratan de imponer sus ideas por la fuerza a través de la intimidación y cancelación de sus detractores, que a lo que decían Marco Aurelio, Buda, Kant y Nietzsche.

Y claro, así nos va. No entendemos un carajo de todo lo que sucede a nuestro alrededor.

Una de las cosas que los filósofos clásicos, tanto occidentales como orientales, repetían una y otra vez con diferentes enfoques a lo largo de las muchas épocas de la historia es la importancia de percibir la realidad tal y como es.  La importancia de saber juzgar con destreza el mundo que nos rodea como paso previo a llevar a cabo una acción, porque eso es lo que nos llevará a elegir con más atino qué acción es la correcta entre todas las posibles.

Esta habilidad de entendimiento es lo que, por ejemplo, llevó al emperador romano Marco Aurelio a concluir que era mejor intentar convencer amigablemente a Avidius Cassius, uno de sus más fieles generales y amigos, cuando decidió sublevarse contra él en Siria, en vez de provocar un enfrentamiento militar e intentar cortarle en pedacitos para asegurarse la sumisión de otros súbditos con ideas aventureras. O lo que le llevó a decidir vender la mayoría de las posesiones del Imperio para hacer frente a la peste antonina, que mató entre 10 y 18 millones de personas en aquella época, en vez de priorizar su beneficio personal y usar una situación de crisis para enriquecerse, como hacen muchos poderosos.

Ver la realidad tal y como es. Suena cojonudo. ¿Cómo no se nos había ocurrido antes?

Sin embargo, en la práctica esto no es tan sencillo, ¿no es verdad? No todos vemos la misma realidad, aunque los hechos que se nos presenten sean idénticos.

Para que esos bits de información del exterior lleguen a nuestro cerebro, han de pasar primero por el filtro de nuestro prisma de percepción sensorial. Y ese prisma es único. Por eso una persona puede interpretar el mismo hecho de forma muy diferente a otra. Esto es algo que sucede constantemente, en todo momento y en todas partes.

Así que no, eso de andar por ahí con una túnica en paños menores, percibir la realidad tal y como es y tomar las decisiones correctas no es tan fácil como parece. La evidencia a nuestro alrededor nos demuestra sin ningún género de duda que aún no estamos remotamente cerca de ese punto. Existe una gran diversidad en el abanico de percepción de la realidad que tenemos y la conducta que de ella se deriva, tanto al nivel individual como al nivel colectivo.

La pregunta es… ¿por qué? ¿Por qué demonios apreciamos la realidad de formas tan diferentes?

Veámoslo.

El concepto de conciencia

Conciencia y percepción de la realidad van indisolublemente unidos. Para entender aquello que causa el segundo, la percepción, antes hemos de centrarnos en el primero, la conciencia.

Y si vamos a hablar de la conciencia, Frank Spartan es incapaz de no mencionar a Ken Wilber.

Ken Wilber es, probablemente, una de las mentes más brillantes de la historia. Filósofo y místico, Wilber dedicó su vida a construir un modelo integral de percepción de la realidad que incorporaba lo que él consideró cierto y válido de todos los campos de estudio.

Y cuando digo todos los campos de estudio, me refiero a todos. Biología, teoría de sistemas, teorías Jungianas, budismo, capitalismo, hinduismo, neurología, psicología transpersonal, y un sinfín de cosas más. Una especie de “teoría de todo” que nos permite navegar por la vida con una brújula que siempre está en perfecto funcionamiento.

Wilber creía que todas las filosofías y modelos de pensamiento principales de la historia tienen algo de verdad. Y con esa hipótesis de partida, se dedicó a extraer esa verdad parcial de cada una de ellas e integrarlo armónicamente con las verdades parciales de las demás. Su objetivo era construir un modelo integral y coherente que cualquier ser humano, en cualquier circunstancia, pudiera aplicar para desarrollar su capacidad de comprensión del Universo y de sí mismo.

Vamos, algo que no hace cualquier pelagatos en una tarde.

Sus libros son complejos. Escribió su primer libro, El Espectro de la Conciencia, una obra que le convirtió de la noche a la mañana en celebridad en los ámbitos de investigación más prestigiosos, con 23 años. A esa edad mi inquietud principal era cuántas cervezas se podrían beber en una sola tarde sin perder el conocimiento.

Frank Spartan ha leído varias obras de Wilber, incluidos sus destacados Una Breve Historia de Todo y Teoría Integral de Vida. En ellos se puede apreciar la profundidad de su trabajo en el campo de la conciencia, donde ha llegado más allá que ningún otro autor y desarrollado ideas cuyas implicaciones estamos solamente empezando a comprender.

Reduciendo la teoría integral de conciencia de Wilber a su núcleo más básico, podemos definir la conciencia como un mapa con diferentes estados de desarrollo. Y en ese mapa hay dos dimensiones fundamentales que determinan la forma en la que percibimos el mundo.

La primera dimensión es lo que se llama “Despertar” (Waking up). Esta idea constituye un concepto fundamental en todas las religiones tradicionales, tanto occidentales como orientales, y va ligada a la idea de “iluminación”, la experiencia de conexión de uno mismo con un ser o una energía superior y que las personas intentan conseguir a través de la fe religiosa, la meditación, las drogas, las películas de Sylvester Stallone y muchos otros métodos.    

Y eso es genial y orgásmico en el plano espiritual (eso dicen los que claman haberlo experimentado, al menos), pero a la hora de desenvolvernos en el día a día del mundo real se queda, más a menudo que lo contrario, un pelín cojo.

Y aquí es cuando llega al rescate la segunda dimensión de Wilber.

La segunda dimensión es lo que se llama “Crecer” (Growing up). Este concepto hace referencia a la óptica desde la que apreciamos e interpretamos la realidad y que determina, más que ninguna otra cosa, nuestro comportamiento.

Ahora presta atención, porque es a esto (o a una versión mucho más simplificada de esta parte del modelo de Wilber) a lo que se referían los filósofos clásicos cuando hablaban de la importancia de percibir la realidad tal y como es.

La esencia del modelo de Wilber implica que no hay nada totalmente correcto o totalmente incorrecto. Todo tiene su parte de verdad, dependiendo de cómo se mire. Y por eso hemos de contemplar la conciencia como una secuencia de evolución. Como un mapa con varias etapas. No como algo binario que funciona o no funciona, que es correcto o incorrecto, que es deseable o indeseable.

En ese mapa de la conciencia, podemos encontrar varios estados de desarrollo:

  • Egocéntrico: Básicamente, lo primero soy yo. Y después yo. Y después yo. Aquí se encuentran las personas que no piensan más que en sí mismas. Seguro que conoces a alguna. O quizá tengas la gran suerte de conocer a muchas.
  • Etnocéntrico: Aquí ya hemos evolucionado un poco y nos importan también otras personas además de nosotros mismos. Pero en este club no entra cualquiera. Sólo entran las personas cercanas o afines a nosotros. Personas de la misma raza, o que se encuentran en nuestro mismo círculo, o que tienen la misma ideología política o religiosa, o que son fans del mismo equipo de fútbol, o que pertenecen al mismo género, o que viven en el mismo barrio, o que tienen un estatus social parecido.

Es decir, no nos importa todo el mundo por igual, sino que somos selectivos en base a una serie de criterios y discriminamos a los demás con nuestra conducta, de una forma u otra, en base a esos criterios.

Puede que esto te suene como que no va contigo, pero no es improbable que te encuentres en este estado de conciencia. De hecho, Wilber estima que el 70% de la población mundial se encuentra en esta etapa de desarrollo. Y es que la evolución humana a través de las diferentes etapas es muy lenta. Piensa que la esclavitud era algo tolerado hace escasamente 200 años (el Acta de Abolición de la Esclavitud en EEUU es de 1833).

Pero tú no estás aquí, claro que no. Tu conducta diaria refleja que no haces ningún tipo de diferenciación entre las personas, ¿verdad? Si es así, bien por ti. Pero haz un poco de introspección antes de concluir alegremente cuál es tu sitio, porque este tema no es tan obvio como puede parecer.

  • Mundicéntrico: En esta etapa alcanzamos un plano superior de desarrollo de conciencia, en el que la identidad del individuo se expande hasta alcanzar el respeto y la preocupación por todas las personas, con independencia de su raza, color, sexo y religión, y en general por todos los seres vivientes. El creciente auge del voluntariado, la lucha contra el cambio climático y la defensa de los derechos civiles son ejemplos de manifestación de este tipo de conciencia.
  • Cosmocéntrico: En este estado de desarrollo tu conciencia se expande aún más, incorporando al Universo en su totalidad. Básicamente, si te encuentras con un extraterrestre con seis ojos y tentáculos en la cabeza que viene de otro planeta, estarías encantado de darle un abrazo, apretarle la nalga e invitarle a cenar en tu casa.

Creo que ya intuyes que aquí es complicado llegar. Pero que no sea por falta de ambición.

Según Wilber, nuestra tarea es ir avanzando a través de ese mapa hacia estados más desarrollados de conciencia, porque eso nos permitirá percibir el mundo de forma más exacta, más integral, más completa. Sin embargo, la transición a un nuevo estado no implica abandonar el interior, sino trascenderlo e integrarlo en un marco más amplio.

En otras palabras, si llegamos al estado mundicéntrico, es muy probable que ocasionalmente sigamos sintiendo el impulso de cometer una acción egoísta, pero ahora podemos apreciarlo desde otra perspectiva que nos permite entenderlo mejor.

Y ese entendimiento es clave para elegir cómo debemos actuar con mayor destreza. Porque, aunque hayas alcanzado momentos frecuentes de iluminación y unidad con el Altísimo, el Universo o cualquiera que sea tu idea de la divinidad, si te comportas como un capullo con tus semejantes y los discriminas en función de raza, sexo o ideología, tu nivel de percepción de la realidad sigue siendo bastante pobre en la práctica, por muy iluminado que estés.

Bien, Frank. Precioso todo. ¿Pero cómo narices conseguimos progresar hacia estadios superiores de conciencia?

Ésa, amigos míos, es una buena pregunta. Vamos a verlo.

Los elementos impulsores del desarrollo de la conciencia

Bueno, ya sabes de qué va este juego sádico de cómo entender mejor la realidad. Básicamente has de ir escalando posiciones en el sibilino mapa de la conciencia, acercándote poco a poco a estados más desarrollados que te permitan interpretar el mundo e interactuar con él de forma más aguda y más sabia.

Hasta dónde consigues escalar y cuánto tardas en hacerlo es lo de menos. Esto no es una competición. Si te impulsa el espíritu competitivo, te mantendrás anclado al estado egocéntrico y no serás capaz de trascenderlo por mucho empeño que pongas. Así que relax, colega.

Cada uno somos un mundo, estamos en circunstancias diferentes y tenemos ritmos diferentes. Piensa en progreso, no en perfección. Lo que importa es que sientas que vas en la dirección correcta. Y para entrar en los raíles que te llevan en esa dirección hay varias estrategias a las que puedes recurrir.

1. Integrar la sombra

La primera estrategia tiene que ver con la sombra.

La sombra son todos esos mecanismos emocionales, largamente invisibles a tu estado habitual de conciencia, que hacen que te comportes y reacciones de cierta manera.

Tu sombra, especialmente si siempre has evitado cruzar la mirada con ella por temor a lo que podías ver, lo cual es extraordinariamente frecuente, puede tener proporciones megalómanas y dirigir la mayor parte de tu conducta sin que apenas te des cuenta. Lo irónico del asunto es que no sabes cómo de grande y de poderosa es hasta que te decides a mirarla a los ojos.

Mirar a tu sombra a los ojos es algo que acojona. Acojona porque de una forma muy sutil solemos intuir que muchas de las causas que atribuíamos a nuestras reacciones, muchas de las culpas que asignábamos a otras personas y las razones fundamentales de muchas de nuestras decisiones no son tan objetivas, racionales y conscientes como creíamos, sino que son producto de conflictos internos – nuestros y de nadie más – que no hemos sabido resolver.

¿Y cómo podemos aprender a integrar la sombra?

La respuesta a esa pregunta no es sencilla, pero sí simple: Empieza observando cómo reaccionas a lo que te sucede y pregúntate por qué, con mente abierta. Nada más. Ese mero proceso de observar y cuestionar te llevará a descubrir muchas cosas. Y según las vayas descubriendo, te será más fácil hacerte consciente de ellas y aceptarlas.

2. Explorar otros entornos diferentes al habitual

La segunda estrategia tiene que ver con el entorno.

El entorno en el que nos movemos influencia enormemente nuestra forma de ver el mundo. Las personas que frecuentamos, la información que consumimos, las formas de actuar con las que estamos en contacto y el tipo de conversaciones que tenemos condicionan nuestras creencias, modulan nuestros deseos y esculpen nuestros comportamientos.

Si queremos incentivar la transición a estados más elevados de conciencia, es importante que nos expongamos voluntariamente a otros entornos. Otras personas, otras dinámicas, otros lugares, otros hábitos, otras ideologías, otras actividades.

No necesitamos cambiar nuestra vida radicalmente, sino solamente exponernos, en la medida de nuestras posibilidades, a cosas nuevas.

Recuerda, lo que importa es el progreso, no la perfección.

Lo que importa es la dirección, no la velocidad.

A medida que nos vamos exponiendo a una mayor variedad de experiencias vitales, es probable que nuestras convicciones maduren. Es probable que nos volvamos más flexibles, más tolerantes, más empáticos, más compasivos. Y eso es un signo inequívoco de que estamos en el buen camino.

3. Desarrollar inteligencias alternativas

La tercera estrategia tiene que ver con la expansión de la inteligencia.

Nuestro sistema educativo tradicional, del que Frank Spartan es un gran amante, valora y clasifica utilizando principalmente la inteligencia cognitiva. En ella se ancla el diseño de herramientas ampliamente utilizadas para medir el concepto generalmente aceptado de inteligencia, como por ejemplo el coeficiente intelectual.

Sin embargo, hay muchas otras dimensiones de la inteligencia que tienen gran potencial de impulso en el desarrollo de la conciencia y que a menudo se pasan por alto.

Howard Gardner, en su famosa Teoría de las Inteligencias Múltiples, sostiene que hay personas con habilidades cognitivas muy desarrolladas y otras muy poco desarrolladas, con lo que hemos de concluir que no solamente existe una inteligencia, sino muchas inteligencias independientes.

De hecho, Gardner distingue 8 tipos de inteligencia:

  • Lógico-matemática (la cognitiva de toda la vida)
  • Lingüística (nuestra capacidad de expresarnos)
  • Espacial (nuestra capacidad de apreciar los objetos desde diferentes perspectivas)
  • Musical (nuestra capacidad de interpretar y componer música en sus diferentes formas)
  • Cinestésica (nuestra capacidad motriz y de utilización del cuerpo)
  • Intrapersonal (nuestra capacidad de comprender y controlar nuestro ámbito interno e integrar nuestra sombra)
  • Interpersonal (nuestra capacidad de percibir cosas en los demás y empatizar)
  • Naturalista (nuestra capacidad de percibir aspectos del entorno y categorizarlos adecuadamente)

A medida que expandimos nuestro abanico de inteligencias, vamos adquiriendo una comprensión más completa del mundo. Empezamos a conectar y relacionar aspectos que antes no parecían tener ninguna relación. Y ese proceso aligera nuestro equipaje y nos permite avanzar con paso más firme hacia estados más avanzados de conciencia.

Así que ya sabes. Cuando estés en duda sobre cómo endurecer los bíceps de la conciencia, ponte a expandir un poco tu inteligencia favorita. Y no te lo puedo decir con seguridad, pero me huele que inteligencias alternativas como la capacidad de trasiego de cerveza, ver series en Netflix sin pestañear o estar tumbado en el sofá haciendo la croqueta hasta que pierdas la movilidad en las piernas no entran en el menú de opciones.

4. Expresar tu propósito con acciones concretas

La cuarta y última estrategia tiene que ver con dar cabida a cierto tipo de acciones en nuestro día a día.

Cuando las actividades que llenan nuestra agenda se componen de una serie de obligaciones que no deseamos realmente y prácticas de entretenimiento rutinarias, resulta muy difícil expandir la conciencia.

Esto puede parecer una perogrullada, pero es el modus operandi de la inmensa mayoría de personas. No es de extrañar que Wilber estime que alrededor del 70% de la población mundial se encuentre aún en el estado etnocéntrico. Nuestro tiempo no se manifiesta en actividades que estimulen el desarrollo de forma natural.

Para impulsar nuestro progreso, es necesario que una parte de nuestro tiempo se dedique a actividades estimulantes. Actividades que conecten con lo que de verdad queremos, con nuestros deseos profundos, con nuestro propósito, bien sea a través de nuestra actividad profesional o nuestro tiempo libre.

Es ése el tipo de actividades que nos insuflará motivación para explorar, descubrir y crecer. Que desarrollará aspectos de nuestra personalidad que estaban dormidos. Que creará una dinámica de superación constante que se autoalimenta en el tiempo.

Y eso es el caldo de cultivo perfecto para expandir nuestra conciencia.

Conclusión

Nuestra capacidad de percibir la realidad y tomar decisiones viene determinada por nuestro estado de desarrollo de conciencia. Todas las ideas de las que hemos hablado en este artículo te ayudarán a entender mejor dónde te encuentras y qué puedes hacer para mejorar, si es eso lo que quieres.

Ésta es una decisión compleja, porque por definición tu estado de conciencia te dice que tu percepción del mundo es correcta y que por tanto no tiene sentido cambiar nada. Y lo irónico del asunto es que estás en lo cierto, pero sólo desde dentro del estado de conciencia en el que te encuentras.

Masturbación mental de pura cepa. Así es el mundo de la conciencia. Sorry.

Lo único que Frank Spartan puede decirte es que pruebes alguna de estas estrategias y compruebes lo que sucede. Puede que concluyas que quizá no estabas tan en lo cierto en tus convicciones como pensabas y que eso te estimule a aprender un poco más para interpretar el mundo con mayor acierto y tomar mejores decisiones. Y eso tiene un gran impacto en tu potencial para aprovechar al máximo las posibilidades de la vida.

Cuando empiezas a avanzar por el mapa de la conciencia, las reglas del juego cambian. La realidad se transforma.

Empiezas a apreciar que estás decidiendo no tomar ciertos riesgos no por el peligro de los riesgos en sí, sino porque te da miedo fracasar a los ojos de tus padres, amigos o compañeros de trabajo.

Empiezas a apreciar que criticas ciertos comportamientos ajenos porque amenazan tu concepto de identidad y tu fuente de autoestima.

Empiezas a apreciar que te irritan ciertos comentarios porque ponen el dedo en la llaga de algo que te empeñas en esconder y negar.

Empiezas a apreciar que eres tú el que llenas tu agenda de obligaciones para no tener que decidir qué quieres hacer con tu vida.

Empiezas a apreciar que muchas de las críticas que haces a los demás son en realidad proyecciones al exterior de heridas internas que te resistes a aceptar.

Empiezas a apreciar que la definición de éxito que siempre habías perseguido no tiene demasiado sentido y que no serás realmente feliz si no la cambias antes de que sea tarde.

Y muchas otras cosas más.

El desarrollo de la conciencia es un viaje que te proporcionará innumerables satisfacciones. Pero no es un viaje sencillo, ni cómodo, ni exento de dolor. Al igual que cualquier evolución que se precie tampoco lo es.

Sólo necesitas empezar. Dar pequeños pasos en la dirección correcta. Y lo demás vendrá sólo.

O casi.

Pura vida,

Frank.

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