Inteligencia Emocional, de Daniel Goleman

 

Puntuación: 9/10

 

Resumen

Nota de Frank Spartan

Un gran libro que cubre con acierto los conceptos más importantes de la fortaleza emocional, un conjunto de habilidades clave para desarrollar una relación sana con nosotros mismos y con los demás. Al reflexionar sobre los factores que han guiado mi camino por la vida, no me cabe duda de que ha sido este conjunto de competencias emocionales lo que ha marcado la diferencia. Profundizar en el autoconocimiento y desarrollar habilidades como autocontrol, una visión positiva de las cosas, automotivación, empatía, resiliencia a las opiniones de los demás, empatía y algunas otras es mayor garantía de éxito que nacer con una poderosa capacidad intelectual. Y por eso hemos de aprender sobre cómo desarrollarlas.

Le daría puntuación de 10/10, pero me genera tanta necesidad de reflexionar que le doy un 9/10 por hacerme descuidar otras tareas. 

Conceptos básicos

Debido al hecho de que la mente racional invierte algo más de tiempo que la mente emocional en registrar y responder a una determinada situación, el primer impulso ante cualquier situación emocional procede del corazón, no de la cabeza. Pero existe también un segundo tipo de reacción emocional, más lenta que la anterior, que se origina en nuestros pensamientos y tiene lugar una vez realizamos una valoración. Éste es el camino de las emociones más complejas, como puede ser el temor ante un examen.

La mente racional no suele decidir qué emociones “debemos” tener, sino que nuestros sentimientos nos asaltan. Lo único que la mente racional puede controlar es el curso que siguen estas reacciones.

Los CEOs son contratados por su capacidad intelectual y su experiencia comercial y despedidos por su falta de inteligencia emocional.

Todas las emociones son impulsos que nos llevan a actuar, programas de reacción automática con los que nos ha dotado la evolución.

Anatómicamente hablando, el sistema emocional puede actuar independientemente del neocórtex. Existen ciertas emociones y recuerdos emocionales que tienen lugar sin la menor participación cognitiva consciente.

La inteligencia académica no ofrece la menor preparación para la multitud de dificultades – o de oportunidades – a las que debemos enfrentarnos a lo largo de nuestra vida. No obstante, aunque un elevado coeficiente intelectual (CI) no constituya la menor garantía de prosperidad, prestigio ni felicidad, nuestras escuelas y nuestra cultura, en general, siguen insistiendo en el desarrollo de las habilidades académicas en detrimento de la inteligencia emocional.

Existe una clara evidencia de que las personas emocionalmente desarrolladas, es decir, las personas que gobiernan adecuadamente sus sentimientos, y asimismo saben interpretar y relacionarse efectivamente con los sentimientos de los demás, disfrutan de una situación ventajosa en todos los dominios de la vida, desde las relaciones íntimas hasta la comprensión de las reglas tácitas que gobiernan el éxito en el seno de una organización.

Existen cinco competencias principales en la inteligencia emocional

  • El conocimiento de las propias emociones
  • La capacidad de controlar las emociones
  • La capacidad de motivarse uno mismo
  • El reconocimiento de las emociones ajenas
  • El control de las relaciones

Conocerse a uno mismo

La toma de conciencia de las propias emociones constituye la habilidad emocional fundamental, el cimiento sobre el que se edifican otras habilidades de este tipo, como el autocontrol emocional.

La comprensión que acompaña a la conciencia de uno mismo tiene un poderoso efecto sobre los sentimientos negativos intensos y nos brinda la posibilidad de liberarnos de ellos y de conseguir un mayor grado de libertad.

Existen varios estilos diferentes de personas en cuanto a la forma de gestionar sus emociones:

  1. La persona consciente de sí misma
  2. La persona atrapada en sus emociones, no muy consciente de sus sentimientos
  3. La persona que acepta sus emociones con resignación, “soy así y ya está”

Los sentimientos desempeñan un papel fundamental para navegar la corriente incesante de decisiones personales que la vida nos obliga a tomar. Los sentimientos muy intensos pueden crear estragos en el razonamiento, pero la falta de conciencia de los sentimientos puede ser absolutamente desastrosa, especialmente en las decisiones que pueden afectar materialmente a nuestro futuro. Ésas son decisiones que no pueden tomarse exclusivamente con la razón sino que requieren también del concurso de la sabiduría emocional acumulada por la experiencia pasada.

Estados pasionales

No se trata de que, para ser felices, debamos evitar los sentimientos angustiosos, sino tan sólo que no nos pasen inadvertidos y terminen desplazando a estados de ánimo más positivos.

El enfado parece ser el estado de ánimo más persistente y difícil de controlar. Es la más seductora de las emociones negativas porque el monólogo interno que lo alienta proporciona argumentos convincentes para justificar el hecho de poder descargarlo sobre alguien. A diferencia de lo que ocurre con la melancolía, el enfado resulta energetizante e incluso euforizante.

El detonante universal del enfado es la sensación de hallarse amenazado, física o emocionalmente. La escalada del enfado es una secuencia de provocaciones, cada una de las cuales suscita una reacción de excitación que tiende a disiparse muy lentamente. Cualquier pensamiento que tenga lugar durante ese proceso provocará una irritación mucho más intensa que la que tendría lugar al comienzo de la secuencia.

En el caso de una discusión, la persona agraviada debería alejarse y frenar la escalada de pensamientos hostiles tratando de distraerse. Las distracciones son un recurso muy eficaz para modificar nuestro estado de ánimo y evitar que los pensamientos negativos se sigan acumulando.

Los psicólogos han comprobado experimentalmente que airear el enfado (explotar) de poco o nada sirve para mitigarlo, porque los arranques de ira incrementan la excitación emocional del cerebro prolongando la escalada del enfado.

La aptitud maestra

Lo que parece diferenciar a los que se encuentran en la cúspide de su carrera de aquellos otros que, teniendo una capacidad similar, no alcanzan esa cota, es la práctica ardua y rutinaria seguida a lo largo de los años. Y esa perseverancia depende fundamentalmente de factores emocionales como el entusiasmo y la tenacidad frente a los contratiempos.

Las emociones dificultan o favorecen nuestra capacidad de pensar, de planificar, de acometer el adiestramiento necesario para alcanzar un objetivo, y de esa forma establecen los límites de nuestras capacidades mentales innatas y determinan los logros que podemos alcanzar en nuestra vida.

Resistir al impulso es el fundamento del autocontrol emocional, puesto que toda emoción, por su misma naturaleza, es un impulso para actuar.

La esperanza y las altas expectativas no sólo ofrecen consuelo a la aflicción, sino que desempeñan un papel muy importante en el rendimiento escolar y el soportar un trabajo más pesado. Es la creencia de que uno tiene la voluntad y dispone de la forma de llevar a cabo sus objetivos, cualesquiera que sean. Este tipo de personas comparte rasgos como la capacidad de automotivarse, de ser flexibles para encontrar formas de progresar y de saber descomponer una tarea compleja en otras más sencillas y manejables.

El optimismo y la esperanza pueden aprenderse. Detrás de ellos existe lo que se denomina autoeficacia, la creencia de que uno tiene el control de los acontecimientos de su vida y puede hacer frente a los problemas en la medida en que se presenten.

La empatía

La conciencia de uno mismo es la facultad sobre la que se erige la empatía, puesto que cuanto más abiertos nos hallemos a nuestras propias emociones, mayor será nuestra destreza en la comprensión de los sentimientos de los demás.

La clave que nos permite acceder a las emociones de los demás es nuestra capacidad de captar mensajes no verbales, porque no es frecuente que las personas formulen verbalmente sus emociones.

Las relaciones de pareja

Las mujeres tienden a llegar al matrimonio con un mayor dominio de sus emociones, mientras que los hombres lo hacen con una escasa comprensión de lo que esto significa para la estabilidad de la relación.

Las críticas destructivas contra el carácter del otro son una incipiente señal de alarma que indica que la relación se halla en peligro.

Los hombres y las mujeres necesitan remedios emocionales diferentes. Los hombres deben permanecer atentos para no zanjar una discusión antes de tiempo con una solución pragmática, porque a menudo lo que quieren las mujeres es receptividad a que el hombre escuche sus sentimientos, aunque no coincida con ellas. En lo que respecta a las mujeres, dado que uno de los principales problemas para el hombre es que la mujer es a veces demasiado vehemente al expresarse, deberían hacer un esfuerzo para no atacar el carácter del hombre. Las agresiones personales suelen provocar reacciones defensivas y atrincheramiento, lo cual aumenta la sensación de frustración.

Cualquier muestra de empatía constituye una excelente válvula de escape de la tensión.