Habla del tiempo si quieres, pero luego no te quejes

Hoy vamos a hablar de conexión en las relaciones personales.

Piensa en las personas que conoces. Los amigos de toda la vida. Los compañeros de trabajo. Las personas que han entrado en tu vida hace no tanto tiempo, Aquella persona que uno de tus amigos te presentó hace poco. Aquella persona que conociste en el gimnasio o en la parada del autobús.

¿Qué tipo de conversaciones sueles tener con ellas?

Pues depende, me dirás. Depende del contexto, de la frecuencia con la que nos vemos, de las cosas que tenemos en común, de los intereses personales de cada uno, etcétera, etcétera.

Seguro que sí. Pero si funcionas como la mayoría de nosotros, es posible que también tengas bastante cautela a la hora de sacar temas o hacer preguntas más íntimas o personales en tus conversaciones, porque crees que quizá eso haga que esas personas se sientan incómodas.

Esto parece algo bastante lógico, ¿no? A la gente no le gusta hablar de sus intimidades. Seguro que prefieren hablar de temas más llevaderos y mundanos para distraerse.

Pero quizá no sea así. Al menos, no tanto como creemos.

Si has leído mi blog, sabrás que Frank Spartan siempre ha tenido una teoría con respecto a las relaciones: La gran mayoría de personas no lo pasan tan mal como creemos a la hora de hablar de sus intimidades.

De hecho, creo que sucede todo lo contrario. Les gusta.

¿Y por qué pienso esto?

Muy sencillo: Porque es ese tipo de conversaciones el que lleva a crear lazos emocionales sólidos. Es ese tipo de conversaciones el que genera momentos especiales. Y es ese tipo de conversaciones el que nos hace sentir comprendidos, escuchados y conectados a otras personas.

Vamos, eso que, al fin y al cabo, es el objetivo último de las relaciones. Un anhelo profundamente arraigado en nuestra naturaleza humana que tendemos a esconder detrás de una cortina de humo que se yergue sobre paranoias sin fundamento.

Porque… a pesar de desear tan intensamente el sentirnos conectados a los demás, ¿qué es lo que solemos hacer en la práctica?

Exactamente lo contrario: Asumimos que la persona con la que estamos se va a sentir incómoda hablando de temas personales, y que eso va a debilitar o enrarecer nuestra relación con ella. Así que hablamos del tiempo, las vacunas, la política, las compras, el fútbol y las series de Netflix.

¿Y cuál suele ser el resultado?

Sí, exacto.

Que la relación se estanca en la superficialidad y la conexión con esa persona no consigue despegar. O al menos, no percibimos que lo haga.  A nuestros efectos, lo mismo da.

Esto, lejos de ser un fenómeno marginal, está por todas partes. Sucede no sólo en el caso de personas que acabamos de conocer, sino también, si no tenemos cuidado, con nuestros supuestamente «buenos amigos». Personas con las que antaño teníamos una conexión profunda que parecemos haber perdido por alguna extraña razón.

La pandemia no ha hecho sino agravar esta tendencia. Nos hemos vuelto más reservados, más introvertidos, más taciturnos. Menos proclives a compartir con los demás y más dependientes del entretenimiento sin alma que nos bombardea sin cesar desde todos los ángulos.  

Pero Frank, esto es simplemente una intuición tuya, ¿no? ¿Tienes alguna evidencia de eso que dices de que los temas personales no incomodan tanto a la gente como creemos?

Sí, tienes razón. Hasta hace poco era simplemente una intuición mía, fruto de mi propia experiencia personal. De haber comprobado yo mismo que mi capacidad de conectar con los demás crecía exponencialmente cuando las conversaciones giraban hacia temas más íntimos y personales. 

Pero ahora ya no es sólo una intuición.

Este estudio reciente de la Universidad de Pensilvania (I Didn’t Want to Offend You: The Cost of Avoiding Sensitive Questions) concluye que las personas tienden poderosamente a evitar las preguntas personales en las conversaciones porque estiman que su interlocutor se sentiría incómodo. Y también concluye que ese juicio es incorrecto, porque no es lo que suele suceder en realidad. No sólo esa incomodidad no suele producirse, sino que además, el intentar evitar los temas íntimos y personales en las conversaciones provoca el efecto contrario al deseado: El nivel de calidad de la relación se resiente.

Vaya, vaya. Sorpresa, sorpresa.

Evidentemente, no siempre es adecuado sacar ese tipo de temas en una conversación. A veces, no es el momento. A veces, no es el lugar. Y muy a menudo, has de tener un pelín de sutileza en tu forma de abordarlos para que la cosa funcione bien.

Pero eso no oscurece la gran conclusión de este análisis: Es probable que estemos muy equivocados con respecto a algunas cosas que damos alegremente por buenas en la forma en la que nos relacionamos con los demás. Y también es probable que eso esté impidiendo que algunas de nuestras relaciones sean todo lo buenas que podrían ser.

Las relaciones personales son una de las dimensiones que más relevancia acaba adquiriendo en nuestra felicidad, por una cuestión de fuerza de gravedad vital: A medida que envejecemos, la satisfacción derivada del trabajo, las actividades de ocio y los placeres materiales va reduciendo su relevancia en nuestras vidas. Algunos de nuestros familiares fallecen. Nuestros hijos se independizan. Nuestra salud física va limitando nuestras posibilidades.

En un contexto en el que algunos de los grandes pilares de nuestra felicidad se van debilitando inevitablemente, la calidad de nuestras relaciones se va convirtiendo en un elemento cada vez más importante en nuestra satisfacción. Un elemento al que nos conviene muy mucho prestar atención sin esperar demasiado, porque no tenemos tanto tiempo. Al menos, no tanto como nuestro comportamiento señala que creemos que tenemos. 

Ahora ya tienes la ciencia de tu lado, colega. No tienes excusa. Lánzate y prueba suerte. Puede que te salga bien. 

Y además, ¿qué narices puedes perder?

Pura vida,

Frank.

Citas sobre las que estoy reflexionando

“Life is inherently risky. There is only one big risk you should avoid at all costs, and that is the risk of doing nothing.”

Denis Waitley