La práctica de la atención plena, de Jon Kabat-Zinn

 

Puntuación: 9/10

 

Resumen

Nota de Frank Spartan

Este libro fue mi puerta de entrada al mundo de la meditación, una práctica que ha transformado mi vida radicalmente a mejor. Kabat-Zinn tiene un estilo muy accesible y no solamente cubre los beneficios de la atención plena, sino que además consigue desmitificar el proceso para todos los públicos.  Es un libro un poco largo y a veces se repite, pero eso sirve para interiorizar las ideas clave. 

Otro libro muy recomendable que penetra en el mismo concepto, aunque desde un punto de vista más técnico y espiritual, es «El poder del Ahora», de Eckhart Tolle.

Sin lugar a dudas, si el genio de la lámpara se me apareciera y me concediera un deseo para mis hijos, ese deseo sería que sepan prestar atención al momento presente. 

Conceptos básicos

La meditación no tiene nada que ver con pulsar un interruptor que nos catapulte a otro lugar, que nos despoje de determinados pensamientos y nos ayude a cultivar otros, o de poner la mente en blanco. La meditación es un gesto interno que permite que nuestro corazón y nuestra mente cobren conciencia del espectro completo del momento presente tal cual es.

Me parece muy interesante que, de vez en cuando, nos preguntemos lo que es más importante en este mismo instante, y escuchemos atentamente la respuesta. Como dijo Thoreau en Walden, «Ese día sólo amanece para quienes están despiertos».

Si queremos que el mundo sea más amable y compasivo, no deberíamos ponernos un ideal imposible, sino aprender a ser más amables y compasivos con nosotros mismos, aunque sólo fuese por unos instantes, tal como somos. Sólo entonces el mundo comenzará a asumir un aspecto completamente diferente.

Debajo de nuestra soledad y aislamiento subyace el anhelo profundo de salir del anonimato, de pertenecer, de ser vistos y reconocidos. Tenemos hambre de conexión con algo que nos trascienda, de que se nos valore por lo que somos, y no tanto, como suele suceder con frecuencia, por lo que hacemos.

Todos los ingenios que ideamos para «ahorrar tiempo» acaban acelerándonos, distrayéndonos y alejándonos, en suma, del cuerpo. Acabamos atrincherándonos en nuestra cabeza, desconectándonos de las sensaciones y pasando de puntillas por las cosas. Pero nuestra conexión fundamental con la vida tiene lugar a través de la interioridad.

Existen dos formas de enlentecer la sensación interna del paso del tiempo. Una de ellas es atiborrar nuestra vida de experiencias novedosas e interesantes. La otra es hacer más especiales los momentos de la vida cotidiana tomando buena nota de ellos. Cuando uno está presente, se da cuenta de que cada momento es único y novedoso, y en consecuencia, trascendente.

El auténtico viaje de descubrimiento no consiste tanto en buscar nuevos paisajes como en contemplar los viejos con ojos nuevos (Marcel Proust).

Si realmente queremos un futuro diferente, ya sea a escala nacional, internacional, social, geopolítica o simplemente mejorar nuestra situación vital, sólo hay un tiempo en el que podemos influir en el futuro. Y ese tiempo es ahora. De eso trata la atención plena, porque la atención plena es la capacidad de vivir continuamente en el presente.

Suelo sugerir a mis alumnos que, la próxima vez que se duchen, se pregunten realmente si están allí.  No es extraño descubrir que uno no está realmente en la ducha, sino en una reunión de trabajo, hasta el punto de decir que estamos celebrando la reunión dentro de la ducha, desconectados de la experiencia del agua sobre la piel y de todo lo que ocurre en ese momento.

El uso intensivo de la observación del cuerpo es especialmente recomendable en aquellos casos en los que el sujeto se enfrenta a algún tipo de enfermedad o dolor crónico.

Simplemente nos sentamos y cobramos conciencia de las sensaciones procedentes del cuerpo, tomando nota de si son agradables, desagradables o neutras, sin reaccionar emocionalmente deseando que sean distintas.

Solemos identificarnos con muchos de nuestros pensamientos y sentimientos, tomando incondicionalmente su contenido como si fuera la verdad absoluta, sin darnos cuenta de que son eventos discretos que tienen lugar en el campo amplio de la conciencia, ocurrencias pequeñas y fugaces que, en el mejor de los casos, son inexactas y poco fiables.

La aceptación no tiene nada que ver con la resignación. La aceptación de las cosas tal y como son requiere una fortaleza y una motivación extraordinarias, especialmente en el caso en el que no nos gusten, y una disposición a trabajar para cambiar lo que podamos cambiar.

Hacer una pausa de vez en cuando nos ayuda a advertir y reconocer la locura en la que estamos inmersos. En un mundo en el que la locura es tomada erróneamente como salud y la salud como locura y aburrimiento.

El único modo de mantener la cordura en un mundo tan acelerado como el nuestro consiste en familiarizarnos con la calma. No estoy hablando de un tiempo de ocio, sino de un tiempo dedicado a no hacer. A descansar profundamente, fuera del tiempo.

Es el pensamiento el que convierte las situaciones en problemas.

Quizá haya llegado el momento de recuperar nuestra sensibilidad y restablecer el contacto con nuestros sentidos. Lo que está en juego es nuestro corazón, nuestra humanidad, nuestra especie y nuestro mundo.