Pensar rápido, pensar despacio, de Daniel Kahneman

 

Puntuación: 10/10

 

Resumen

Nota de Frank Spartan

Un libro extremadamente interesante sobre la forma en la que tomamos decisiones y las cosas que conviene vigilar a la hora de vernos inclinados a decidir de cierta manera. Kahneman explica su teoría de las expectativas, que ha sido clave en las investigaciones más recientes sobre la psicología del comportamiento y que arroja una gran luz sobre los efectos conductores de nuestra toma de decisiones. Hay una parte en concreto que me parece particularmente interesante, en la que Kahneman ahonda en los conceptos de «el yo que experimenta» y «el yo que recuerda», que Frank Spartan ha utilizado como inspiración en muchos de sus posts, particularmente los relacionados con calibrar qué tipo de decisiones contribuyen más a nuestra satisfacción vital a largo plazo.   

Conceptos básicos

Nuestro comportamiento viene determinado por dos sistemas diferentes. El Sistema 1 es impulsivo, automático e intuitivo. El Sistema 2 es racional, reflexivo y calculador. Dependiendo de cómo se relacionan entre ellos, pensamos, juzgamos y actuamos de ciertas maneras.

El Sistema 1 es la parte de nuestro cerebro que opera de forma intuitiva y a menudo sin nuestro control consciente. Oímos un ruido y prestamos atención inmediatamente. Es un legado de nuestro pasado evolutivo y hay muchas ventajas en tenerlo, sobre todo en relación a nuestras habilidades de supervivencia

El Sistema 2 la parte de nuestro cerebro que es responsable de nuestra toma de decisiones, nuestro razonamiento y nuestro sistema de creencias. Se refiere a actividades conscientes de la mente como el autocontrol, las elecciones y un enfoque de atención más deliberado.

La vagancia de la mente

La vagancia de la mente puede llevarnos a errores y afectar nuestra inteligencia. Por ejemplo, intenta solucionar este problema: Una pelota y un bate cuestan $1.10. El bate cuesta un dólar más que la pelota. ¿Cuánto cuesta la pelota?

Lo más probable es que hayas pensado que $0.10, lo que es un resultado del funcionamiento intuitivo del Sistema 1. Pero no es la respuesta correcta.

Este ejercicio expone nuestra innata vagancia mental. Cuando utilizamos el cerebro, tendemos a usar la menor cantidad de energía posible para cada tarea. Como enfocar ese ejercicio con el Sistema 2 requiere más energía, nos contentamos con usar el Sistema 1, porque creemos que es suficiente.

Este hábito es desafortunado, porque las investigaciones reflejan que el uso frecuente de habilidades propias del Sistema 2, como la atención y el autocontrol, lleva a mayores niveles de inteligencia.

Heurísticas: Cómo la mente utiliza atajos para tomar decisiones rápidas

A menudo nos encontramos en situaciones en las que debemos hacer un juicio rápido. Para ayudarnos a hacer esto, nuestras mentes han desarrollado pequeños atajos que nos ayudan a evaluar rápidamente nuestro entorno. Estos atajos se denominan heurísticas.

El problema es que tendemos a utilizarlas en exceso. Enfoquémonos en las dos principales: La heurística de sustitución y la heurística de disponibilidad.

La heurística de sustitución tiene lugar cuando respondemos una pregunta más sencilla de la que se nos plantea. Por ejemplo, cuando nos planteamos la pregunta de si alguien será bueno al desempeñar cierta tarea, automáticamente sustituimos la pregunta por ¿se parece a alguien que conozco que haría la tarea bien? Y eso provoca que, en lugar de centrarnos en las habilidades de esa persona, nos hacemos la pregunta, mucho más sencilla, de si esa persona encaja con nuestra imagen mental de alguien que haría una buena tarea. Y ésa no es la mejor forma de decidir.

La heurística de disponibilidad tiene lugar cuando sobrevaloramos la probabilidad de algo simplemente porque lo oímos a menudo o lo encontramos fácil de recordar. Por ejemplo, un estudio refleja que el 80% de los encuestados piensa que hay más muertes por accidente que por infartos. Esto es debido a que oímos más frecuentemente sobre accidentes en los medios de comunicación y porque nos provocan mayor impresión, lo que hace que los recordemos más vivamente. Sin embargo, las muertes por infarto superan con mucho a las muertes por accidente.

El pasado imperfecto: No rememoramos los acontecimientos a través de la experiencia real

Nuestras mentes no recuerdan las experiencias de forma directa. Tenemos dos aparatos diferenciados, cada uno de los cuales recuerda de forma sustancialmente diferente.

En primer lugar, está el “yo que experimenta”, el cual toma nota en base a los sentimientos del momento presente. Se pregunta ¿cómo me siento ahora?

En segundo lugar, está el “yo que recuerda”, el cual toma nota en base a todo lo que pasó después del acontecimiento. Se pregunta ¿Cómo fue esto en su totalidad?

El “yo que experimenta” nos da una imagen más exacta de lo que ocurrió, porque nuestros sentimientos durante una experiencia siempre son más fiables. Pero es el “yo que recuerda” el que domina nuestra memoria, a pesar de que es menos exacto porque toma nota después de que el acontecimiento haya tenido lugar.

Hay dos razones por las que el “yo que recuerda” domina al “yo que experimenta” en la formación de recuerdos que permanecen en la memoria. La primera es que ignoramos la duración total de un acontecimiento y favorecemos un recuerdo particular de él. Y la segunda es que tendemos a sobrevalorar lo que ocurre al final del acontecimiento.

Por qué solemos tomar decisiones en base a factores emocionales y no tanto a reflexiones racionales

Si la teoría de la utilidad racional no es la que guía nuestras decisiones, ¿qué lo hace?

Una alternativa a esa teoría es la teoría de las expectativas, desarrollada por el propio Kahneman.

Imagina dos escenarios:

  • Te dan $1,000 y te dicen que debes elegir entre recibir $500 seguros o jugar con una probabilidad del 50% de ganar otros $1000.
  • Te dan $2,000 y te dicen que debes elegir entre una pérdida segura de $500 or jugar con una probabilidad del 50% de perder $1,000.

Si funcionáramos en base a elecciones puramente racionales, tomaríamos el mismo camino en ambos escenarios, porque el análisis matemático nos lleva al mismo sitio. Pero eso no es lo que sucede en la práctica. En el primer escenario, la mayoría de la gente elige recibir el dinero seguro, pero en el segundo escenario la mayoría elige jugar.

La teoría de las expectativas nos ayuda a explicar el por qué, destacando las dos razones por las que no solemos actuar racionalmente.

La primera razón es que valoramos las cosas en base a puntos de referencia. Empezar por $1000 o $2000 tiene una gran influencia en nuestra decisión sobre si queremos jugar o no, porque el punto de partida afecta cuánto valoramos nuestra posición. Al empezar por $1000, acabar en $1500 se percibe como un éxito en el primer escenario, lo que hace que no queramos jugar y elijamos la ganancia segura. Por otro lado, al empezar por $2000, acabar en 1500 se ve como una pérdida que nos negamos a aceptar y probamos suerte jugando para intentar evitarla. Claramente irracional, pero es lo que sucede en la práctica.

En segundo lugar, estamos influenciados por el principio de sensibilidad decreciente: El valor que percibimos a veces es diferente de su valor real. Por ejemplo, ir de $1000 a $900 no sienta tan mal que ir de $200 a $100, a pesar de que el valor monetario de la pérdida es exactamente el mismo en ambos casos. En nuestro ejemplo, la pérdida de valor percibida al ir de $1500 a $1000 es mayor que el de ir de $2000 a $1500.