Comunicación NoViolenta, de Marshall Rosenberg

 

Puntuación: 10/10

 

Resumen

Nota de Frank Spartan

Un libro extraordinariamente útil para mejorar nuestra comunicación con los demás y tener más posibilidades de conseguir lo que realmente queremos. Rosenberg habla de muchas ideas que todos conocemos pero lo hace con un estilo muy accesible y sencillo, enmarcado en una filosofía de comunicación muy efectiva y centrada en la forma más constructiva de satisfacer nuestras necesidades.

Frank Spartan ha extraído lecciones prácticas de muchos libros para mi día a día, pero de pocos he extraído tantas como de éste.

Conceptos básicos

Aunque tal vez no consideremos que nuestra manera de hablar es violenta, las palabras a menudo nos conducen al daño y al dolor.

La Comunicación NoViolenta (CNV) es mucho más que un proceso o un lenguaje. Es un recordatorio constante, a un nivel profundo, de que mantengamos la atención centrada en un lugar en el que es más probable que encontremos lo que buscamos.

La CNV tiene cuatro componentes

  • Observar lo que está sucediendo
  • Entender cómo nos sentimos al respecto
  • Entender qué necesidades nuestras están relacionadas con esos sentimientos
  • Pedirle a la otra persona lo que queremos de ella

Si procedemos de esta manera, la compasión se manifiesta de manera natural y ambas partes se enriquecen mutuamente.

La comunicación que bloquea la compasión

Los juicios moralistas: Echar la culpa, insultar, rebajar, poner etiquetas, criticar. La comunicación que aliena de la vida nos atrapa en un mundo de ideas preconcebidas sobre lo que está bien y lo que está mal. Nuestra atención se encuentra en determinar los niveles de error, en lugar de en lo que tanto nosotros como los demás necesitamos y no estamos dando.

En la raíz de mucha violencia, hay una forma de pensar que atribuye la causa del conflicto a la actitud equivocada de nuestro adversario.
Las comparaciones son una forma de juicio que bloquea la compasión.

La negación de la responsabilidad: Hay un tipo de lenguaje que nos aleja de la conciencia de que somos responsables de nuestros pensamientos, comportamientos y sentimientos. Los “debería” o los “tengo que” son ejemplos de este lenguaje.

Comunicar nuestros deseos como exigencias es otra forma de expresarse que bloquea la compasión.

Observar sin evaluar

Cuando mezclamos la observación y la evaluación, disminuye la probabilidad de que a otros les llegue el mensaje que intentamos transmitir. En lugar de ello, se quedarán con la crítica y se resistirán a cualquier cosa que les estemos diciendo.

Krishnamurti dijo que observar sin evaluar es la forma más elevada de inteligencia humana.

Decir “eres demasiado generoso”, tiene un efecto muy distinto en el interlocutor que decir “cuando te veo dar todo el dinero que tienes para comer a otros, pienso que eres demasiado generoso”.

Identificar y expresar sentimientos

Una confusión muy común, propiciada por nuestro lenguaje, es el uso de la palabra siento cuando en realidad no se está expresando un sentimiento. “Me siento incomprendido” es un pensamiento, no un sentimiento. “Me siento enfadado porque pienso que no me comprendes” es una forma más clara de expresarse.

Cuando desarrollamos un vocabulario de sentimientos que nos permite describir de manera clara nuestras emociones, nos resulta más fácil conectar con los demás. Mostrar nuestra vulnerabilidad a través de un buen lenguaje sobre los sentimientos nos ayuda enormemente a resolver conflictos.

Asumir la responsabilidad de nuestros sentimientos

La CNV nos hace más conscientes de que aquello que dicen y hacen los demás puede ser el estímulo de nuestros sentimientos, pero nunca la causa. Nuestros sentimientos resultan de cómo elegimos tomarnos lo que dicen y hacen los demás, así como de nuestras necesidades y expectativas particulares.

Cuando alguien nos transmite un mensaje negativo, tenemos cuatro opciones:

  • Culparnos
  • Culpar al otro
  • Percibir nuestros sentimientos y necesidades
  • Percibir los sentimientos y necesidades de la otra persona

Cuanto más capaces seamos de conectar nuestros sentimientos con nuestras necesidades, más fácil será que los demás respondan de manera compasiva. Si enfocamos la situación con una expresión del estilo “Me siento X porque necesito Y”, es mucho más probable que la respuesta del otro nos satisfaga que si adoptamos una de las dos primeras posturas.

Desafortunadamente, no nos han enseñado a pensar en términos de necesidades. Estamos acostumbrados a pensar qué hacen mal los demás cuando nuestras necesidades no se ven satisfechas.

En la fase de la liberación emocional, respondemos a las necesidades de los otros por compasión, nunca por miedo, culpa o vergüenza. Por tanto, nuestras acciones nos satisfacen a nosotros mismos y a quienes reciben nuestros esfuerzos. Aceptamos la plena responsabilidad de nuestras acciones, pero no nos hacemos responsables de los sentimientos de los demás.

Pedir aquello que enriquecería la vida

¿Cómo formulamos nuestras decisiones para que los demás estén más dispuestos a responder de manera compasiva a nuestras necesidades?

En primer lugar, usemos un lenguaje de acción afirmativo. Expresemos lo que sí pedimos en lugar de lo que no pedimos. Cuando las peticiones son negativas, lo más probable es que generen resistencia. “Me gustaría que no vinieras a casa tan tarde” tiene menos probabilidades de surtir el efecto deseado que “me gustaría que esta noche cenáramos juntos y viéramos una película”.

En segundo lugar, seamos conscientes de lo que estamos pidiendo. Un lenguaje vago crea complicaciones de interpretación. Hemos de conectar con lo que de verdad necesitamos y expresarlo de forma muy clara y concreta.

En tercer lugar, es preciso distinguir entre peticiones y exigencias. Cuando los demás perciben exigencia, ven dos opciones: someterse o rebelarse. Si nuestro interlocutor nos echa la culpa cuando no accedemos, nos está exigiendo hacer algo. Si por el contrario muestra empatía con nuestras necesidades, lo que está haciendo es una petición.

Cuando hacemos una petición, es útil estar atentos con el tipo de pensamientos que automáticamente convertirían esa petición en exigencia, tipo “él debería”, “ella tendría que”. Cuando encuadramos nuestras necesidades con esos pensamientos, estamos condenados a juzgar a otros si no acceden a nuestras peticiones.

Recibir al otro con empatía

Escuchar con los oídos es una cosa. Escuchar con el entendimiento es otra. En lugar de ofrecer empatía tendemos a explicar nuestra propia posición o sentimiento. La empatía, por otro lado, requiere que dediquemos atención plena al mensaje de la otra persona.

Algunos comportamientos comunes nos impiden estar lo suficientemente presentes como para conectar empáticamente con los demás: Aconsejar, competir, educar, consolar, contar una historia parecida, minimizar, compadecer, interrogar, explicar, corregir. Todas estas son actividades intelectuales y la comprensión intelectual bloquea la empatía. El ingrediente clave de la empatía es la presencia.

Signos que indican que hemos conectado empáticamente con alguien son la liberación de tensión y los silencios.

Cuanto más empaticemos con la otra parte, más seguros nos sentiremos. Esa seguridad es clave para decidirnos a mostrar nuestra vulnerabilidad y conseguir mayor conexión.

Conectar con nosotros mismos de manera compasiva

El uso más importante de la CNV probablemente sea el desarrollo de la autocompasión.

En nuestro lenguaje hay una palabra de enorme poder para generar vergüenza y culpa: La palabra “debería”. Cada vez que usamos esa palabra con nosotros mismos nos resistimos a aprender, porque el uso de la palabra denota que no tenemos elección.

Cuando percibimos cualquier tipo de exigencia, los seres humanos tendemos a oponer resistencia porque nuestra autonomía se ve amenazada.

La CNV es una experiencia de arrepentimiento, pero un arrepentimiento que nos ayuda a aprender lo que hemos hecho sin culparnos y odiarnos. Al concentrar nuestra conciencia en lo que necesitamos, nos sentimos estimulados de manera natural hacia las posibilidades creativas que tenemos de satisfacer esa necesidad.

Un aspecto importante de la autocompasión es la capacidad de sostener con empatía ambas partes de nosotros mismos: la que lamenta una acción pasada y la que llevó a cabo dicha acción. El proceso de duelo y perdón a nosotros mismos nos libera y nos orienta hacia el aprendizaje y el crecimiento.
Es importante deshacerse de los “tengo que” y sustituirlos por los “elijo” para poder conectar con la energía que hay detrás de nuestras acciones.

Cuando exploramos las razones por las que hacemos las cosas, es posible que alguna de las siguientes motivaciones se revele:

  • Por dinero
  • Por aprobación
  • Para evitar el castigo, la vergüenza o la culpa
  • Para satisfacer nuestro sentido del deber

De todas las maneras de actuar que tenemos cuando estamos desconectados de nuestras necesidades, la última es la más peligrosa desde el punto de vista social y la más desafortunada desde el punto de vista personal, porque niega nuestra capacidad de elegir.

Por radical que pueda parecer, resulta posible hacer las cosas con una actitud de juego, entregándonos a cada instante al regocijo de enriquecer la vida y siendo compasivos con nosotros mismos.