La hipótesis de la felicidad, de Jonathan Haidt

 

Puntuación: 9/10

 

Resumen

Nota de Frank Spartan

Si recomendara 10 libros sobre la felicidad, éste estaría sin duda entre ellos. Un libro muy completo, que liga con maestría algunas filosofías antiguas con el mundo moderno y extrae conclusiones muy interesantes. Incorpora también conceptos de psicología, espiritualidad, y otros campos que componen un análisis muy amplio de los muchos hilos que componen la tela de la felicidad, y se posiciona en cuáles son los aspectos clave que debemos tener en cuenta. Martin Seligman, uno de los autores más reconocidos en el estudio de la felicidad, señala a Haidt como la puerta de entrada a un mundo que tantos intentan conquistar pero que muy pocos dominan.

El libro está estructurado en 10 temas, pero no he seguido esa estructura para este resumen. Simplemente he seleccionado las partes que me parecen más relevantes.

Aviso – es un libro que requiere tiempo. Si tienes prisa para sentirte feliz, la cerveza te hará mejor servicio.  

Nuestra percepción del mundo

Cualquiera que haya leído algún libro de autoayuda estará familiarizado con la frase “Nada es bueno o malo de por sí, sino que depende de cómo lo interpretemos”.

Pero… ¿es posible cambiar nuestra forma de pensar? Y si lo es, ¿qué podemos hacer para conseguir cambiarla?

El principal obstáculo es que nuestro cerebro más “primario”, más “reptiliano, tiende a evaluar todo lo que vemos, habitualmente de forma bastante negativa. Dado que la supervivencia de nuestros ancestros dependía de su capacidad para reconocer el peligro, hemos evolucionado para responder más rápidamente a estímulos negativos que a estímulos positivos. Nuestro cerebro reptiliano reacciona en exceso con preocupación y miedo a cualquier cosa que pueda dañarnos, como por ejemplo esa presentación que tenemos que dar en el trabajo.

Pero nuestra estructura genética es también parcialmente responsable de la disposición que tenemos hacia una perspectiva optimista o pesimista. Por ejemplo, un estudio reveló que los niños que experimentaban mayor actividad en el hemisferio derecho del cerebro eran menos felices que aquellos que tenían más actividad en el hemisferio izquierdo, lo que continuó siendo el caso en su vida adulta. Y otros estudios han concluido que entre el 50% y el 80% del nivel medio de felicidad de una persona se encuentra determinado por su estructura genética.

Así que parece que nuestro cerebro reptiliano no puede ser controlado tan fácilmente por nuestro cerebro racional. Sin embargo, el cerebro racional puede utilizar algunas técnicas para entrenar al cerebro reptiliano y conseguir mayor nivel de felicidad.

Por ejemplo, meditar a diario puede reducir significativamente el pesimismo y los pensamientos negativos, transformando nuestra perspectiva del mundo en una más optimista. Otro método muy efectivo es la terapia cognitiva conductual, que implica la sustitución de pautas de pensamiento negativas con pautas más constructivas.

Las circunstancias externas

Sin embargo, si asumimos que nuestra forma de pensar determina nuestra percepción de las cosas como buenas o malas, podríamos concluir que el mundo externo no tiene ningún efecto sobre nuestra felicidad. Sin embargo, esto sólo es cierto en parte.

Dado que la gente tiene una fuerte tendencia a adaptarse a las nuevas condiciones, los acontecimientos externos tienen poca influencia duradera en nuestra felicidad. Eso es porque desde una perspectiva evolutiva, centrarse en y adaptarse a las nuevas circunstancias siempre ha sido más importante que ser feliz por las circunstancias anteriores.

Sin embargo, existen algunas circunstancias externas que son tan cruciales para nuestra felicidad que simplemente no podemos adaptarnos a ellas. Por ejemplo, los seres humanos somos animales sociales. Y las relaciones sociales sanas son extremadamente importantes para nuestro bienestar. Sin conexiones sociales, podemos acabar muy infelices.

El factor externo más relevante para nuestra felicidad es el número y la intensidad de nuestras relaciones. Pero no es el único. También es importante que hagamos aquellas cosas para las que tenemos habilidad, porque nos sentimos significativamente más felices cuando nuestras actividades encajan con nuestras fortalezas.

El amor

El amor es otro de los elementos clave. Necesario e irremplazable. No el amor pasional, sino el amor de compañerismo. El amor pasional, el sentimiento de estar enamorado, suele desaparecer al de seis meses de relación. Tras ese punto, la relación puede seguir siendo satisfactoria si existe amor de compañerismo. Un tipo de amor que se parece mucho al amor que nos profesaban nuestros padres y que crece con el tiempo.  

La evidencia de la temporalidad del amor pasional se encuentra en el cerebro, el cual tiene una reacción a la pasión que es muy similar a la que experimenta cuando se encuentra bajo los efectos de las drogas. Cuando el amor pasional en una relación desaparece, mucha gente considera que la relación ha fracasado. Esto puede ser un error. Es conveniente darse un tiempo para que el amor de compañerismo tenga la oportunidad de desarrollarse.

El altruismo y la virtud deben practicarse, no enseñarse

A través de la historia, el concepto de la virtud a menudo se refería a ciertos atributos de carácter, como moralidad, altruismo y nobleza. Estos atributos se veían como necesarios para llevar una vida feliz en épocas como la Edad Media o la antigua Roma. Sin embargo, el concepto occidental actual de moralidad es generalmente erróneo o poco efectivo. Por ejemplo, al contrario que en muchas otras culturas los niños de las culturas occidentales aprenden a pensar sobre moralidad, en vez de practicar conductas morales a través de, por ejemplo, servicios sociales obligatorios.

El problema de este enfoque es que el simple pensar sobre moralidad no consigue influenciar nuestro cerebro reptiliano. Para ser una persona virtuosa es necesario domar a ese cerebro. Una forma de hacerlo es practicar el altruismo.

Habitualmente pensamos que el altruismo implica algún tipo de servicio a la comunidad. Pero ser altruista es también bueno para el individuo. La razón es que el comportamiento altruista da significado a nuestra vida y nos conecta con otras personas, cosas que son beneficiosas para nuestra felicidad.

Por ejemplo, un estudio reveló que las personas mayores que ofrecían su ayuda a otras vivieron una vida más larga y feliz que las personas mayores que simplemente recibieron ayuda.

Tenemos una necesidad humana básica hacia lo divino

En comparación con otras sociedades u otras épocas, la religión juega un papel muy pequeño en el mundo occidental moderno. Pero seamos religiosos o no, nuestras mentes tienen una “escala de divinidad” de acuerdo a la que percibimos las cosas como “más o menos espirituales”.

Cada cultura humana a lo largo de la historia ha tenido alguna forma de religión, a menudo basada en la categorización de personas, actos y objetos en función de su espiritualidad. Habitualmente, aquellas acciones que se asemejaban a las de los animales se consideraban impuras, mientras que las acciones más elevadas (rezar o rituales) se consideraban espirituales o divinas.

De hecho, incluso las mentes de los ateos funcionan de acuerdo a una escala muy similar. Por ejemplo, los ateos suelen pensar en el lugar donde dieron su primer beso como un recuerdo especial. Este tipo de experiencias “divinas”, sean religiosas o no, se producen cuando presenciamos algo que nuestras estructuras mentales no pueden acomodar, como las estrellas del cielo o una proeza moral de algún tipo.

Cuando eso sucede, nos sentimos más felices porque percibimos conexión a algo más grande que nosotros mismos. De hecho, nos puede conectar también a los demás, especialmente cuando experimentamos ese tipo de experiencias en grupo, como rezando o cantando.

Esto puede explicar por qué las personas en una sociedad occidental como la actual a menudo sientan que sus vidas carecen de algo esencial. En el mundo occidental no hay espacio para experiencias divinas. Es una sociedad en la que todo se evalúa en base a su valor funcional, donde este tipo de cosas se dejan de lado y donde muy pocas personas experimentan este tipo de experiencias.

Conclusiones

La psicología moderna, a través de años y años de estudio, ha destilado los elementos clave para una vida feliz. Resumiéndolos al máximo, son los siguientes:

  • Primero, podemos ser más felices estableciendo la forma adecuada de relación entre nosotros mismos y los demás. Como somos en parte animales sociales y en parte individuos, a menudo nuestros deseos entran en conflicto: ¿Debo ayudar a los demás, o debo ayudarme a mí mismo? Una conclusión obvia es que debemos rodearnos de personas que genuinamente nos importan, ya que ayudar a esas personas será equivalente a ayudarnos a nosotros mismos. Conseguimos los beneficios del altruismo y al mismo tiempo no sentimos que estamos haciendo un enorme sacrificio. Comprometerse con proyectos y personas y vivir ese compromiso con intensidad es una de las claves de la felicidad.
  • Segundo, para que estemos satisfechos con nuestro trabajo, ese trabajo debe estar alineado con nuestras creencias sobre lo que es bueno y merece la pena hacer. Cada individuo tiene sus propios valores y creencias, y para encontrar significado en nuestro trabajo es necesario que éste sea consistente con ellos.  Un estudio reveló que los ayudantes de hospital que pensaban que eran una parte esencial del equipo que ayudaba a los pacientes (porque preparaban las áreas en las que los médicos debían trabajar) eran mucho más felices que los ayudantes que consideraban que su trabajo era repetitivo e irrelevante.
  • Finalmente, establecer una relación con algo más grande que nosotros mismos es clave para vivir una vida con significado. Si no es a través de la religión tradicional, otras vías como la meditación ofrecen una posibilidad de conexión con entidades que nos trascienden, como la naturaleza, la humanidad o el universo. Experimentar esa conexión de primera mano produce un gran impulso a nuestra capacidad de sentirnos felices.