El Círculo de la Muerte de la Energía Vital

Hace muchos años leí Your money or your life, el estupendo libro de Vicki Robin y Joe Dominguez. Es un libro revolucionario, que aportó en su momento una perspectiva muy novedosa sobre las finanzas personales y sus implicaciones en nuestro modo de vida.

Una de las muchas cosas que ese libro me descubrió fue el concepto de energía vital.

El concepto de energía vital parte del principio, cuya esencia fue ya identificada por Henry David Thoreau en su obra Walden, de que el precio de una cosa es equivalente al tiempo que debes invertir para adquirirla. En otras palabras, el dinero es un elemento que regula el intercambio de tiempo: Si quiero comprar una barra de pan, tengo que trabajar un tiempo para ganar el dinero necesario para comprarla. Y el panadero tiene que trabajar un tiempo para fabricar esa barra de pan y poder vendérmela. El dinero que me paga mi empleador recompensa mi tiempo de trabajo y el dinero que yo le pago al panadero recompensa su tiempo de trabajo.

De esta manera, vamos por la vida intercambiando nuestro tiempo por el de otros por medio de un elemento homogéneo que nos permite realizar ese intercambio con facilidad: el dinero. Cuantas más cosas queremos conseguir a través de ese proceso de intercambio, mayor cantidad de nuestro tiempo – a través del trabajo remunerado – necesitamos emplear. Y si lo llevamos al extremo y queremos conseguir un montón de cosas, entonces tenemos que utilizar casi todo nuestro tiempo disponible para poder realizar esos intercambios que nos permiten conseguirlas.

El panorama que refleja la sociedad occidental actual es que la inmensa mayoría de la gente ha entregado prácticamente todo su tiempo disponible para afanarse en ese proceso de intercambio. Y como consecuencia, después de trabajar – y de hacer frente a las otras obligaciones del día – no les queda tiempo libre para casi nada.

Lo mismo al día siguiente, y al siguiente, y al siguiente.

El Círculo de la Muerte de la Energía Vital

Esta forma de actuar nos mete poco a poco en una dinámica muy jodida. Tanto que Frank Spartan ha pensado en bautizarla con un nombre que suene especialmente dramático: El Círculo de la Muerte de la Energía Vital.

Ese Círculo de la Muerte funciona a través de una secuencia parecida a ésta:

El Círculo de la Muerte de la Energía Vital

En este círculo se encuentra la gran tragedia de nuestro modo de vida actual. Ese “Quiero algo” del Paso 1 abarca tantas cosas que nos hemos visto obligados a emplear la inmensa mayoría de nuestro tiempo pasado e hipotecar la inmensa mayoría de nuestro tiempo futuro para conseguirlas.

Quizá, si hemos sido afortunados, hayamos conseguido todas esas cosas que tanto deseábamos. Pero nuestro tiempo ha desaparecido. Ya no es nuestro. Se lo hemos entregado a otros. Y al entregar nuestro tiempo también entregamos todo lo que podríamos hacer y todo lo que podríamos ser si contáramos con ese tiempo.

Dicho así suena fatal, ¿verdad? De hecho, es posible que te parezca que exagero. Pero… ¿es realmente así? ¿Cuánto tiempo libre te queda después de las obligaciones? Y si nos metemos en el asunto en profundidad, ¿cuánto tiempo empleas en distracciones y caprichos que consideras absolutamente necesarios para aliviar la desazón que sientes por tener que dedicar tu tiempo a esas obligaciones que han ido llenando tu vida poco a poco?

¿Has pensado alguna vez que el tiempo libre del que dispones, tu energía vital, está total y absolutamente relacionado con tu decisión de dar ese Paso 1 una y otra vez? ¿Con ese deseo querer algo y esa decisión de comprarlo?

Vale, Frank. Imaginemos que estoy más o menos de acuerdo con esto. E imaginemos también que me interesaría recuperar mi tiempo para emplear una buena parte de él en cosas más alineadas con mi voz interior. En cosas que me proporcionaran auténtica satisfacción y alegría de vivir. Pero… ¿Es posible romper esta rueda sádica y mortal en la que estoy metido? ¿Es posible liberarse de este círculo vicioso y recuperar nuestro tiempo?

La forma de salir de la rueda

Hay una forma de salir de esa rueda. Y no es otra que revertiendo el proceso. De la misma manera que hemos entregado nuestro tiempo al trabajo remunerado para poder conseguir ciertas cosas, podemos dejar de hacerlo, hacerlo menos frecuentemente, o hacerlo para obtener otro tipo de cosas que requieran emplear una menor cantidad de nuestro tiempo.

Dicho de otra forma, una vez terminada la secuencia del Círculo de la Muerte de la Energía Vital, podríamos elegir renunciar a volver al Paso 1 en una serie de áreas.

¿Cuáles serían las consecuencias directas de hacer esto? Fundamentalmente dos:

  1. Aprenderíamos a disfrutar un poco más de lo que ya tenemos a través de todos los intercambios de tiempo por dinero que hemos realizado en el pasado.
  2. Ahorraríamos algo más y, al hacer eso, crearíamos tiempo. O lo que es lo mismo, energía vital.

Cuando ahorramos una parte del dinero que hemos ganado en vez de gastárnoslo todo realizando intercambios, lo que creamos es tiempo. Tiempo que no existía antes de hacer realidad ese ahorro.

¿Por qué? Muy sencillo: Ahora, si queremos volver al Paso 1 y realizar un intercambio para conseguir algo, podemos utilizar ese ahorro que hemos generado. No tenemos por qué dedicar más tiempo a nuestro trabajo para ganar ese dinero que queremos gastar, porque ya lo tenemos. Ya lo ahorramos. Y de esa forma, podemos asignar esa energía vital que hemos creado a otra cosa que nos apetezca más que esa actividad con la solíamos generar dinero… o seguir asignándola a lo misma actividad porque nos da la gana, pero sin estar obligados a hacerlo.

Esto, llevado al extremo, significaría que una vez que llegamos a un montante de ahorro suficiente, no tendríamos por qué dedicar más tiempo a trabajar por dinero, lo que implicaría haber alcanzado la definición tradicional de Libertad Financiera y disponer de una cantidad de energía vital que solamente se encuentra limitada por nuestra salud física y mental.

Sin embargo, a pesar del poder de este principio, la mayoría de nosotros necesitamos seguir trabajando porque tenemos una serie de gastos fijos recurrentes sobre los que pensamos que no tenemos demasiado control sin hacer cambios significativos en nuestras vidas. La hipoteca, el alquiler, las facturas, el colegio, etcétera. Y eso implica que necesitamos un flujo de dinero también recurrente que nos permita hacer frente a esos gastos, provenga de un empleo de oficinista o de un hobby de tráfico de armas nucleares.

También hay otros gastos que, sin ser fijos, son gastos sobre los que tenemos escaso control. Aquí entran los imprevistos, como las averías y los problemas de salud, o compras puntuales de bienes que se consideran necesarios por la razón que sea. Esta categoría de gastos, aunque no sea fija y recurrente, funciona de forma similar a la categoría de gastos fijos porque no tenemos más remedio que hacerles frente, queramos o no.

Sin embargo, hay otros gastos que son más discrecionales. Son gastos en los que voluntariamente incurrimos porque queremos, aunque en nuestra cabeza los hayamos etiquetado como necesidades. Es en esta categoría de gastos donde el principio de energía vital tiene mayor significado.

La energía vital en los gastos discrecionales

En nuestro día a día, tomamos una serie de decisiones de gasto que no afectan tanto a nuestras necesidades básicas, sino que cobran sentido en el contexto del estilo de vida que hemos decidido que queremos tener. Las actividades de ocio, las pautas de consumo, la cantidad y calidad de ropa que compramos, los restaurantes a los que vamos, el tipo de vacaciones que elegimos, etcétera, etcétera.

Se puede argumentar que, aunque veamos muchos de estos conceptos como necesidades, no son tal. O al menos, no son necesidades que vienen de serie en la naturaleza humana, como el alimentarse, vestirse, cobijarse, relacionarse con los demás o dedicarse a algo con significado y propósito. Son cosas que hemos decidido hacer fundamentalmente por tres posibles razones:

  1. Son más cómodas
  2. El grupo al que queremos pertenecer las hace también
  3. Siempre las hemos hecho así y no nos hemos planteado demasiado si tiene sentido hacerlas de otra forma
¿Qué estamos persiguiendo realmente?

Y así, cuando hacemos un ejercicio sincero de introspección es posible que comprobemos, para nuestra sorpresa, que muchas de estas cosas no son tan necesarias. Son hábitos que hemos incorporado a nuestra vida y que consumen una gran cantidad de energía vital porque una gran parte del dinero que ganamos con nuestro trabajo, y por tanto del tiempo que destinamos a trabajar, se emplea conseguir cosas que satisfacen esas cuestionables necesidades.

Pero… ¿es ése el mejor uso de nuestra energía vital?

La energía vital en los gastos fijos

Es posible que, aunque sea a regañadientes, estés más o menos de acuerdo con el razonamiento anterior. Sin embargo, Frank Spartan te va a dar un poco más de caña.

Hay una serie de gastos recurrentes en tu vida sobre los que consideras que no tienes demasiado control. Por esa razón, en tu cabeza son fijos. Pero sólo lo son en tu cabeza.

En algún momento del camino, decidiste que querías incrementar tu nivel de vida e incorporar una serie de bienes y hábitos de consumo que no tenías antes. Las razones concretas no vienen al caso. Lo que importa es que lo hiciste porque pensabas que estarías mejor que antes de hacerlo. Ejemplos de este tipo de decisiones son la casa que compraste, el barrio en el que vives, los grupos sociales con los que te relacionas, el coche que elegiste y el colegio y las actividades extraescolares a los que decidiste que fueran tus hijos.

En el momento en el que decides entrar por cada una de esas puertas, automáticamente aceptas, seas consciente de ello o no, los gastos futuros asociados a ellas. Los impuestos, los gastos de comunidad de propietarios, el coste de limpieza y de amueblar la casa que decides comprar – incluido el coste de oportunidad de no invertir el dinero que has gastado y gastarás en ella –  el coste y la facilidad de acceder a productos y servicios en el barrio en el que decides vivir; el coste de los hábitos y actividades de ocio del grupo con el que te relacionas; la gasolina, reparaciones y coste de aparcamiento que consume el coche que decidiste comprar; y el coste de la educación, el de las actividades asociadas a ella y el de participar en los hábitos de los padres del colegio al que decides que vayan tus hijos. Sorpresas desagradables que vamos descubriendo con el tiempo.

Hay sorpresas que es mejor no tener

A menudo decidimos cruzar esas puertas en base a una visión imprecisa de cómo nos gustaría vivir, que se basa más en el imitar y en el querer ser aceptados por los demás que en escuchar lo que verdaderamente nos pide nuestra voz interior. Y esa visión imprecisa hace que infravaloremos la importancia de los costes futuros asociados a tomar ese tipo de decisiones. Pero esos costes acaban apareciendo de forma inexorable, porque son consustanciales a esa puerta que hemos decidido cruzar. Por eso, lo que antes era inexistente e innecesario, ahora es real, necesario y recurrente. Una actividad a la que no nos queda más remedio que asignar toda o una gran parte de la energía vital de la que disponemos en cada momento. O, dicho de otra forma, no nos queda más remedio que hipotecar nuestro tiempo para poder permanecer en esa situación que hemos elegido.

La pregunta es… si no estuviéramos ya metidos en esa situación, ¿lo haríamos de nuevo? ¿Estamos seguros de que estamos asignando nuestra energía vital a las cosas que nos hacen realmente felices? ¿De que estamos intercambiando nuestro tiempo por objetivos que merecen la pena?

Las consecuencias de malgastar nuestra energía vital

Nuestro problema es sencillo: Hemos desarrollado la creencia de que el deshacer este tipo de hábitos, el quitar la etiqueta mental de “necesidad” a muchas actividades que han sido pieza angular de nuestro día a día durante cierto tiempo y el volver a cruzar esas puertas en sentido contrario son opciones que no se encuentran a nuestro alcance. No nos planteamos cambiar nuestro modo de vida. A menudo, por orgullo. Por no admitir que nos hemos equivocado o por no quedar mal a los ojos de los demás. Y por eso, aceptamos comulgar con esas decisiones que hemos tomado y sus costes añadidos, financieros y no financieros, durante el resto de nuestra vida.

La consecuencia directa de aceptar comulgar con esto es que nos envolvemos de forma permanente en restricciones financieras y renunciamos a la libertad – a la energía vital – de explorar otros caminos que quizá podrían hacernos más felices.

Hay casos en los que no importa demasiado disponer de poca energía vital, porque el trabajo remunerado que hacemos cuadra perfectamente con nuestra voz interior y nos llena de satisfacción. Pero creo que es difícil argumentar que éste es el caso de la mayoría de nosotros. La mayoría de nosotros no dedicamos nuestro tiempo a una ocupación que nos llena de satisfacción por sí misma. Y en estos casos, cuando no encontramos la forma de detener el Círculo de la Muerte de la Energía Vital, no nos queda otro remedio que seguir trabajando en la misma ocupación, o en otra que nos proporcione una retribución económica similar o superior, porque tenemos que hacer frente a esos gastos recurrentes que antes no existían, pero que ahora nuestra mente considera ineludibles.

Y es en ese momento cuando la llave gira dentro la cerradura y la puerta se cierra. Nos quedamos atrapados en la jaula que nosotros mismos hemos creado. Una jaula con barrotes invisibles, pero muy reales. Y nuestro abanico de opciones vitales se contrae de un plumazo y pasa a reducirse a aquello que podemos hacer desde dentro de esa jaula. Poco a poco, inexorablemente, vamos renunciando a descubrir la belleza que se encuentra en el mundo exterior, hasta que llega un momento en que acabamos dependiendo de la jaula en la que nos encontramos y considerando el mundo exterior como un lugar peligroso y cruel del que hay que protegerse.

Estos muros embrujan. Primero los odias. Luego te acostumbras. Y al final dependes de ellos.

–          Red, Cadena Perpetua

Hay un mundo extraordinario fuera de esa jaula. Lleno de alegría y dolor, de logros y fracasos, de sorpresas y decepciones, de riesgos y recompensas, de crecimiento y descubrimiento. Un mundo lleno de posibilidades para sentirnos vivos de verdad.

Si renunciamos a experimentar todo eso, que sea por una razón mejor que no aprender a ser felices con un poco menos de comodidad.

Pura vida,

Frank.

2 comentarios en “El Círculo de la Muerte de la Energía Vital”

    1. Hola Borja,
      Sí, he visto varias entrevistas del señor Mújica. De hecho en algún newsletter a suscriptores adjunté un vídeo suyo no hace mucho tiempo. Efectivamente, su mensaje y su filosofía van mucho en esta línea.
      Gracias por comentar y por el vídeo.
      Frank.

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