¿Debemos conformarnos con nuestro trabajo? (Parte II)

En la primera parte de este post, nos enfocamos en analizar nuestra situación laboral con el objetivo de extraer información sobre el nivel real de satisfacción que obtenemos a través de nuestro trabajo. Y nos centramos en tres piezas fundamentales:

  • Identificar lo que significa nuestro trabajo para nosotros, cuáles son las necesidades más importantes que pretendemos satisfacer haciéndolo y qué puntuación damos a nuestro trabajo en cuanto a su capacidad de satisfacer esas necesidades.
  • Tener en cuenta que, aunque nuestra mentalidad y prioridades sean las que sean en este momento, existen tipos de felicidad de diferente calidad. Que nuestras necesidades pueden cambiar con el tiempo a medida que somos más conscientes de nuestra mortalidad. Y que eso puede hacer que gravitemos de forma natural hacia la búsqueda de un tipo de felicidad de mayor calidad.
  • Contextualizar y relativizar nuestro trabajo con respecto al impacto que tiene en nuestra estructura emocional y nuestra flexibilidad para atender a otras dimensiones de nuestra vida. En otras palabras, si la forma en la que realizamos nuestro trabajo nos permite poder construir una vida equilibrada.

Si lo haces bien, este análisis puede proporcionarte una gran cantidad de información valiosa. Y digo valiosa por varias razones:

  • Nuestra forma de enfocar este tema es habitualmente muy generalista, lo que nos lleva a generar una idea abstracta de nuestro nivel de satisfacción que no resulta muy útil para tomar decisiones. Por el contrario, la información que extraemos siguiendo nuestro procedimiento es mucho más concreta y específica, y por tanto mucho más útil para decidir cuál debe ser el siguiente paso.
  • Nos lleva a hacernos preguntas que probablemente no nos habíamos hecho antes, abriéndonos la puerta a inquietudes a las que es importante escuchar.
  • Hace que enfoquemos nuestra satisfacción laboral desde un punto de vista integral, conectando esa dimensión con otras dimensiones que también son importantes para nuestra satisfacción vital. Nos hace poner el punto de mira en el equilibrio del conjunto, en lugar de observar nuestras dimensiones vitales de manera aislada, como si fueran compartimientos estancos.

Muy bien, Frank. Ya he hecho el análisis y todas estas majaderías de las que hablas y tengo la información. ¿Y ahora qué?

Bueno, veámoslo.

¿Cuál es tu grado de exigencia general?

Para saber cómo interpretar esa información que has extraído en la etapa de análisis, primero tienes que ponderar cuál es tu grado de exigencia.

¿A qué me refiero con esto?

A que tienes que elegir a qué quieres aspirar en lo que a nivel de satisfacción se refiere, no sólo en el trabajo, sino en un sentido amplio.

Y todo empieza por una pregunta muy básica: ¿Quiero crecer y mejorar continuamente o me basta con llegar a un umbral mínimo de satisfacción y quedarme tranquilo ahí sin meterme en líos? 

Esta pregunta es tremendamente importante. Has de mirar en tu interior y responderla lo más sinceramente que puedas, porque la forma en lo que lo hagas determinará qué debes hacer a continuación.

¿Cuántos líos quieres en tu vida?

Frank Spartan sabe por experiencia que esta pregunta, por muy básica que sea, no resulta fácil de responder. Entre otras cosas, porque exige conocerte bien a ti mismo y eso es un lujo que se encuentra al alcance de muy pocos. Sea como sea, has de darle una respuesta y actuar en consecuencia, porque si no lo haces el camino permanecerá tan oscuro como los calzoncillos de Darth Vader.

Una forma de simplificar esa pregunta es dividirla en dos partes.

  1. Entender cuándo es suficiente para ti y comprobar si has llegado ya ahí, o no
  2. Una vez has llegado a tu definición de suficiente, entender si quieres seguir mejorando, o no

Y esto, amigo mío o amiga mía, es un tema muy personal. Nadie puede decirte lo que funciona mejor para ti, sólo tú puedes responder a esa pregunta. Hay personas que se conforman con llegar a ese umbral mínimo suficiente y hay personas que prefieren seguir mejorando y perseguir cotas de satisfacción más altas o un tipo de satisfacción de mayor calidad.

Frank Spartan tiene su propio criterio, que está incluido en mi Manifiesto: No te conformes. Vive una vida extraordinaria.

Este principio tiene dos componentes:

  • El primero es autocontrol de necesidades: Aprender a ser feliz con poco para que mi satisfacción no dependa demasiado de lujos o resultados externos. ¿Qué consigo con esto? Seguridad de la buena. Cuando tu centro de gravedad es bajo, aguantas mejor los vaivenes e imprevistos de la vida y navegas a través de las tormentas con mayor estabilidad.
  • El segundo es deseo – que no necesidad – de desarrollo personal: Actuar para mejorar continuamente, porque he comprobado que en ese proceso de mejora alcanzo una felicidad de mayor calidad que en una situación estática de mero disfrute de los logros ya obtenidos. Eso ya lo decía la ciencia, pero siempre es bueno comprobar que es también cierto en tu propia experiencia.

Respondiendo a esas dos partes en las que hemos dividido la pregunta básica, Frank Spartan tiene más que suficiente donde está. Pero, aunque eso sea cierto, quiero seguir mejorando y metiéndome en líos, porque sé – o creo que sé – que seré más feliz así.

Ahora pasemos al siguiente nivel.

¿Cuál es tu grado de exigencia en la dimensión laboral?

Una vez tienes claro cuál es tu grado de exigencia general, es el momento de hacer un poco de zoom con la cámara y profundizar en tu grado de exigencia en tu ocupación profesional.

Hombre, será la misma, ¿no? – me dirás.

No necesariamente. Dependiendo de tu personalidad, creencias y valores, puede que tengas un grado de exigencia en el trabajo que sea diferente al que tienes en otras dimensiones de tu vida. No asumas que tiene que ser el mismo, porque puede que no sea así.

Para ilustrar este punto, volvamos a comparar al joven Frank y al Frank actual.

El joven Frank tenía un grado de exigencia general elevado. Quería mejorar y por eso trabajaba duro, leía libros y se iba a correr a pesar de las resacas del día siguiente a las noches de juerga.

Sin embargo, el joven Frank no consideraba que pudiera transformar su realidad laboral. Creía que había aterrizado en un buen empleo, socialmente reconocido y con una buena retribución económica. Movido por esa creencia, el joven Frank se limitó a asumir que su camino profesional estaba largamente determinado por la dinámica que aquel empleo o un empleo similar le imponía. Y por esa razón, no hizo gran cosa por intentar cambiar nada, sino que se dejó llevar por la corriente hasta que se dio de morros con una pared emocional de ladrillos que le llevó a tomar cartas en el asunto.

Por contra, el Frank actual sigue teniendo un grado de exigencia general elevado, pero enfoca la dimensión concreta de su realidad laboral de forma muy diferente al joven Frank. Se ha deshecho de la creencia de que su realidad laboral viene determinada por lo que la sociedad considera que es un buen trabajo y las reglas impuestas por un empleador determinado.

Las viejas reglas ya no aplican, colegas

Y así, llegamos a una conclusión aparentemente contradictoria: El joven Frank tenía una puntuación de 8,0 en el grado de satisfacción que obtenía en su trabajo, decidió conformarse y seguir desempeñando ese trabajo de forma similar durante bastantes años, mientras que el Frank actual, a pesar de tener una puntuación superior (8,5), ha decidido seguir mejorando y no conformarse con su situación profesional actual.

¿Por qué?

Por una sencilla razón: La mentalidad del Frank actual es diferente. El Frank actual tiene la creencia de que puede crear su propia realidad laboral con sus propias reglas. Y que siempre hay cosas nuevas que descubrir y mejorar en el ámbito profesional mientras se disfruta del camino.

¿Cómo puedo unir los puntos?

En la sección anterior hemos ilustrado el caso práctico de vuestro amigo Frank. Tu caso concreto será, con toda probabilidad, diferente al mío. Y como tal, tus conclusiones pueden ser diferentes también. Puede que concluyas que tiene sentido conformarse con y disfrutar de donde estás, o puede que concluyas que no debes hacerlo, bien porque no has llegado a un nivel mínimo suficiente de satisfacción o porque aun habiendo llegado quieres seguir mejorando.

En cualquier caso, y como éste es mi post y puedo hacer lo que me viene en gana, voy a posicionarme un poco para que la conclusión no sea tan lánguida como “todo vale”.

Hay algunos escenarios que, en la opinión de Frank Spartan, indican que hay una alta probabilidad de que te encuentres en territorio de “no deber conformarte” con tu trabajo. Por ejemplo:

  • Una puntuación de menos de 7 en la satisfacción que obtienes a través de tu trabajo, salvo que sea temporal y necesaria para llegar a un objetivo que eleve esa puntuación a por lo menos un notable. Podría decir menos de 5, pero no me da la gana. El trabajo es una dimensión que ocupa demasiado tiempo en tu vida como para que te contentes con un aprobado raspado. No oirás eso en el blog de Frank Spartan.
  • Un desequilibrio emocional duradero como estrés crónico, ansiedad, irritabilidad, tristeza, etcétera. La salud emocional es fundamental porque afecta a todo lo que haces, en especial a la relación que tienes contigo mismo y con los demás, lo cual es el epicentro de tu satisfacción vital. Así que nada de ponerla en un segundo plano.
  • Un desequilibrio duradero con respecto a otras dimensiones importantes de tu vida, como la familia, las relaciones personales, la salud física y mental y el tiempo que tienes para ti mismo. Una vida equilibrada es un requisito indispensable para tu bienestar y una forma muy efectiva de diversificar el riesgo y mantenerte a flote si tu situación laboral sufriera un revés inesperado.
  • Hacer ese trabajo por un sentido del deber, pensando que es tu obligación. Esto es común en negocios familiares donde los hijos se ponen sobre los hombros la obligación de mantener vivo el legado de sus padres. Recuerda que tienes elección y no tienes por qué autoimponerte esa obligación. Si lo que quieres es honrar a tus padres, la mejor forma de hacerlo es vivir la vida más feliz posible, no sacrificarte por mantener vivo un sueño que no es el tuyo.

Más allá de estos escenarios, existe un universo infinito de situaciones en las que puedes considerar que la situación profesional en la que te encuentras es suficiente y no creas que debas cambiar gran cosa. Si te encuentras en esa situación, enhorabuena marinero. Sólo vigila que no te estés contando historias de ficción a ti mismo para autojustificarte de la decisión de quedarte donde estás por no enfrentarte a tus miedos.

No hagas trampas, ¿me oyes? Te estarías intentando engañar a ti mismo. Y eso es altamente estúpido, además de poco útil porque nunca lo conseguirás del todo.

Muy bien, Frank. Digamos que me encuentro en uno de esos escenarios que dices y he llegado a la conclusión de que no me debo conformar con mi trabajo. ¿Cuáles son mis opciones?

Son básicamente dos: Cambiar el interior o cambiar el exterior.

Opción 1: Enfoca tu trabajo de forma diferente

Puede que haya muchas cosas que no te gustan en tu trabajo. Puede que tu jefe sea un capullo, que no te lleves bien con algunos compañeros, que no veas la forma de promocionar, que haya favoritismos, que sea un trabajo monótono, que creas que te pagan poco, etcétera, etcétera. Y la forma en la que pasas esas cosas por el filtro de tu mentalidad hace que permanezcas desmotivado y que hayas concluido que ese trabajo no es lo tuyo. Que no te motiva y que solamente sigues ahí porque necesitas pagar las facturas o porque no ves otras opciones.

Esto es una situación bastante frecuente. Y no es de extrañar, porque muchos no hacemos trabajos intrínsecamente motivadores o estamos liderados por personas que son capaces de despertar una visión y un propósito en nosotros. No todos trabajamos en descubrir el remedio contra el cáncer o tenemos a Simon Sinek de jefe.

Pero, como el propio Sinek argumenta, podemos elegir ser el líder que nos gustaría tener.

Hay muchas maneras de ser médico

Puedes elegir enfocar las cosas de otra forma, crear tu propio propósito dentro de las tareas que haces y el ecosistema en el que interactúas, que dé sentido a todo ese galimatías.

¿Y qué debes elegir exactamente? Eso depende de ti. Lo que sea que te eleve por encima de las insatisfacciones habituales de ese trabajo y te motive.

Puedes adoptar el propósito de ayudar a tus compañeros, de aprender nuevas habilidades, de impulsar un nuevo proyecto, de transformar la relación con tu jefe en una relación más enriquecedora, de hacer mejor trabajo que nadie en ciertas áreas, de construir una relación más personal con tus compañeros… lo que sea. No hay reglas. Lo que te motive y haga que te relaciones con tu trabajo de otra forma más constructiva.

¿Te parece una chorrada? No lo es. Las cosas se transforman a tu alrededor cuando te relacionas con el mundo con otra actitud.

Enfocar tu trabajo con un nuevo propósito que le da mayor significado te genera motivación. Esa motivación hace que te sientas mejor. Sentirte mejor hace que te relaciones mejor con los demás. Sentirte mejor y relacionarte mejor con los demás hace que hagas tu trabajo mejor. Todo eso hace que destaques y llames la atención (en el buen sentido) más que antes. Cuando destacas y llamas la atención de los demás, nuevas oportunidades laborales surgen. Y puede que alguna de esas oportunidades te lleve a desarrollar un contenido de trabajo en un ecosistema que conecte mejor con tus necesidades.

La mentalidad con la que enfocas las cosas tiene un impacto enorme en lo que te sucede. Las cosas cambian cuando cambias tú. Pruébalo y lo comprobarás.

Opción 2: Busca (o crea) otro trabajo

Digamos que incluso después de intentar la Opción 1, sigues encontrándote en una situación en la que tu trabajo actual no llega a unos mínimos de satisfacción de tus necesidades, o bien no le ves potencial para satisfacer tus objetivos de mejora y desarrollo personal y profesional.

¿Qué debes hacer?

Actuar. Sin demora.

Una vez que tienes ese grado de certeza, el paso del tiempo no suele mejorar las cosas. En esa situación, cada segundo que pasa es un segundo perdido. Y la vida puede ser maravillosa, pero es corta de cojones. Así que no puedes permitirte perder el tiempo haciendo algo que sabes que no puede darte lo que deseas.

Ya sé. Tienes facturas que pagar. No puedes ponerte a explorar la selva en paños menores así como así.

Pero eso no es motivo para no hacer nada. Si tienes restricciones financieras, haz algo para empezar a quitártelas de encima y crear algo más de tiempo que poder dedicar a explorar.

Los cambios laborales, especialmente si son reconversiones a sectores poco relacionados o pasar de trabajar por cuenta ajena a convertirse en emprendedor, necesitan tiempo y dedicación. No se exploran y ejecutan en dos días.

Es posible que tengas que aprender habilidades nuevas y construir una nueva red de contactos mientras sigues desempeñando tu trabajo actual si quieres adentrarte con una mínima garantía de éxito en nuevos horizontes.

Es posible que tardes bastante tiempo en descubrir lo que quieres y que, cuando lo descubras, no consigas lo que quieres a la primera, segunda, tercera o décima vez.

Pero también hay otra cosa que es posible. No sólo posible, sino también muy probable: Si decides actuar desde el grado de autoconocimiento que has obtenido con todo este análisis, recibes feedback, corriges lo que no funciona y vuelves a intentarlo una y otra vez, tarde o temprano acabarás encontrando tu sitio.

Y en ese momento, todas las piezas encajarán.

Hasta que dejen de hacerlo, porque la vida se mueve. Las cosas cambian y también cambias tú. Pero eso no debe importarte demasiado, porque en ese momento sabrás muy bien cómo volver a hacer que las piezas encajen.

A fin de cuentas, lo has hecho ya una vez. ¿O no?

Pura vida,

Frank.

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